miércoles, 9 de enero de 2008

El Bautismo del Señor (13 enero 2008)



Introducción para ubicarnos en el tiempo litúrgico.

Con esta fiesta del Bautismo del Señor, concluimos el tiempo de Navidad, y a partir del siguiente día comenzaremos el Tiempo Ordinario. Hace unos días contemplábamos al niño Jesús recién nacido, visitado por los pastores y adorado por los magos, reconocido por todos como Hijo de Dios, como Mesías Salvador. La fiesta del Bautismo de Jesús nos dice quién es Jesús y cual es su misión. Este domingo contemplamos a Jesús ya adulto, de incógnito entre la multitud y queriendo ser bautizado por Juan. Hay que hacer, pues, un esfuerzo considerable para dejar atrás al niño de Belén, pequeño y adorable, para centrarnos en el seguimiento del profeta de Nazaret, que comienza a recorrer los caminos de Galilea buscando gentes dispuestas a escuchar “el Evangelio de Dios” y ver en él la llegada del Reino prometido.

Texto a meditar, orar y vivir: Mateo 3, 13-17.

En aquel tiempo, Jesús llegó de Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan accedió a bautizarlo.

Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía desde el cielo: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.

El bautizo señala el inicio del ministerio público de Jesús: Dios lo presentó, ante el pueblo que se reunía en torno a Juan el Bautista, como su Hijo predilecto. Jesús, en un breve diálogo, vence la resistencia del Juan Bautista. En ese diálogo se refleja la incomodidad de los primeros cristianos que no pudieron negar que Jesús, por propia voluntad, se sometió a ese rito de penitencia propuesto por Juan. El texto nos dice que Jesús, con su bautismo, quiso cumplir humildemente la voluntad de Dios en todo y por eso Dios lo reconoce como su amado Hijo. La fidelidad de Jesús a la voluntad del Padre es lo que mejor revela que, efectivamente, él es el Hijo. Se llama obediencia, el camino por el que hace su vida Jesús. Él sabe comportarse y vivir como auténtico Hijo del Padre. Por eso la voz que procede del Padre y el don de su Espíritu son la autentificación de su persona y la garantía de su encomienda: la predicación del Reino y del amor salvador y misericordioso de Dios a todas las gentes.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.

El bautismo marcó el inicio de la actuación pública de Jesús. Fue una decisión muy difícil e importante que lo sacó del anonimato, durante cerca de treinta años, y lo acercó, junto con otros, a Juan el Bautista que predicaba la conversión y la escucha de Dios para tomarlo en serio, y más que nunca, en la vida diaria. Por eso, acercarse al bautismo, era manifestar públicamente que se estaba dispuesto a vivir de un modo nuevo, del modo que Dios pedía. Eso es consolador para nosotros, los que todavía no hemos tomado a Dios y su palabra en serio en nuestra vida ordinaria: Jesús, antes de hablarnos de Dios, de su Padre, y de acercarlo a nosotros con su modo de amarnos, se pone a nuestra altura, a la altura de los pecadores necesitados de Dios y de conversión. Así, él da el primer paso: se coloca entre los pecadores, él que no tenía pecado, para tomar sobre sí todos los pecados de las gentes de todos los tiempos, y se acerca a nosotros y nos ofrece su evangelio, nos ofrece a Dios. No habría que olvidarlo, cuando domingo tras domingo en la eucaristía, escuchemos y sintamos sus exigencias inauditas y creamos que es imposible su seguimiento: lo primero que hizo para predicarnos un Dios cercano fue acercarse a nosotros que lo necesitamos; antes que cualquier otra cosa compartió nuestra situación y se hizo compañero de bautismo nuestro para proponernos la conversión. Nosotros, los bautizados, estamos invitados a mirarlo a él para ver cómo hay que responder viviendo como hijos y como enviados a una misión.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.

Señor Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, que para salvarnos llevaste hasta el extremo el misterio de la encarnación y nos enseñaste el modo de ser hijos de Dios, el modo de dejarnos conducir por el Espíritu Santo, el modo de llevar a cumplimiento nuestra misión dentro de la Iglesia y de la sociedad, te pedimos nos concedas la gracia de la humildad y de la obediencia para ser siempre fieles, como tú, a Dios Padre que nos ha hecho públicamente sus hijos por medio del bautismo. Ese bautismo por el que nos hemos hecho seguidores de la vida de Jesús, con la grande esperanza de la Vida Eterna, en nuestro caminar hacia el Padre que nos ama como ama a Jesús. Señor, cuando entendemos y asumimos nuestro bautismo podemos decir: Felices los bautizados. ¡Amén!

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida sacando algún buen propósito para la semana. En esta semana reflexionaré sobre mi bautismo.

Nacho, SDB.

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