martes, 14 de octubre de 2008

Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), A (19 octubre 2008)


Texto de
Mateo 28, 16-20.

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.


Lectura (Lectio): lee atentamente varias veces el texto de Mateo, hasta que te familiarices con él y puedas reconocer su estructura, personajes, verbos, interacciones y relaciones para que sepas qué es lo que dice el texto en sí mismo.

Hoy nos encontramos con el final del evangelio de San Mateo. Podemos dividir en cuatro pequeñas partes el texto. En primer lugar, los apóstoles están todavía bajo el asombro de la resurrección y se han movido de Jerusalén a la Galilea de los gentiles, allí donde vivió Jesús, donde sus paisanos vieron en Él la luz, el amor y la salvación de Dios. Es en esta Galilea de paganos donde se escucharon las primeras y también las últimas palabras del Resucitado, es como un testamento que de ningún modo se puede desatender. Aquí mismo se marca tanto la fe como la duda de los discípulos pues se dice que todos, cuando ven a Jesús resucitado, le adoran, sabiendo que sólo se adora a Dios, pero que algunos aún titubean.

En segundo lugar está la afirmación de Jesús: “Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra”, indicando con ello que ha sido resucitado por Dios y vive en su presencia.

En tercer lugar, y como consecuencia de haber recibido dicha autoridad, manda a los discípulos diciéndoles: “vayan a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles lo que les he mandado”.

Finalmente, se concluye con una promesa que da seguridad y garantía del éxito de la misión, del envío que acaba de hacer: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.


Meditación (Meditatio): lo que esta palabra en sí me dice a mí en mi vida y circunstancias actuales.

La Iglesia celebrando este Domingo el Día de las Misiones, nos recuerda el empeño de cada uno de nosotros tiene en relación a Cristo y a los Hermanos. Todos nosotros somos deudores del Evangelio. Si hoy se constata una “reducción” de la religiosidad, porque hombres y mujeres, en grande número, prefieren seguir otras maneras diferentes de pensar y decidir por ídolos como son el dinero, el consumismo, el placer, el poder; bien se puede decir que una parte de responsabilidad es también nuestra, dado que ni siempre vivimos el compromiso de nuestra vida cristiana. Son cristianos que se alejan de la vida en comunidad, de la Iglesia.

¿Por qué misioneros? La raíz de ser misioneros la encontramos en la voluntad misma de Cristo. Es Cristo que al fundar la Iglesia dejó a los Apóstoles y a los demás discípulos el mandato de evangelizar todas las naciones y pueblos. “Vayan... enseñen a todas las naciones bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Cada uno recibimos el mandato misionero en el Bautismo. Ese mandato recibe después plenitud en el sacramento de la Confirmación, porque hace más fuertes los dones recibidos en el Bautismo y nos hace hábiles, para que seamos misioneros y testimonios de Cristo.

El sentido del Día Misionero, en el fondo, es este: que no nos acomodemos a nuestro pequeño mundo ya conseguido para Cristo, ni nos sintamos satisfechos con lo que hicimos en nuestro apostolado, y ni siquiera juzguemos que los demás hagan lo que nos corresponde, haciéndonos a un lado de las propias responsabilidades; sino el de multiplicar nuestros empeños para que Cristo sea de hecho conocido y aceptado como el Redentor de la humanidad, el Centro del Universo y de la Historia.

“La celebración de la jornada Misionera Mundial, nos impulsa a tomar renovada conciencia de la dimensión misionera de la Iglesia y nos recuerda la vigencia de la misión, que “atañe a todas las diócesis y parroquias, a las instituciones y asociaciones eclesiales” (RM,2).

Que, “ningún creyente, ninguna institución de la Iglesia se puede sustraer al supremo deber de anunciar a Cristo a todos los pueblos” (RM,3).

Algunos datos: Población mundial: más de 6 billones. Cristianos: 2 billones. No cristianos: cerca de 4 billones. Católicos: mas de 1 billón. Casi el 20% de la población mundial; (p. ejem.: Sacerdotes en el mundo: 405208). Estos datos nos presentan la urgencia del anuncio del Evangelio y el hecho de vivir el Evangelio.


Oración (Oratio): lo que yo le respondo y le digo al Señor desde mi vida después de escuchar su palabra.

Señor, te reconocemos y te adoramos porque eres nuestro Dios y Salvador, el Hijo del Padre. Aparta de nosotros toda duda. Te bendecimos y te alabamos porque a través de tu Iglesia misionera, a través de personas que escucharon tu llamado misionero hemos sido bautizados y te hemos conocido y tú nos has hecho tuyos y te hemos hecho nuestro junto con el Padre y el Espíritu Santo. Te damos gracias por confiar en nosotros, limitados, para continuar en nuestra vida ordinaria tu obra y tu misión de evangelización. Te pedimos que a todos los bautizados nos hagas ver y entender lo importante que somos para ti en la evangelización y extensión del Reino de tu Padre allí donde estamos, vivimos y trabajamos. Te pedimos por todos los misioneros que se encuentran en lugares difíciles. Y que nosotros no nos sintamos incapaces de hacerlo porque tú siempre estás con nosotros, y menos todavía, nos sintamos avergonzados de ti, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. ¡Amén!

El Papa Benedicto XVI en el mensaje para este año: “Con la Jornada Mundial de la Misiones quiero invitarlos a reflexionar sobre la urgencia de anunciar el Evangelio también en nuestro tiempo. El mandato misionero sigue siendo una prioridad absoluta para todos los bautizados, llamados a ser Siervos y apóstoles del Cristo Jesús. El modelo de este compromiso apostólico es san Pablo, pues en este año celebramos su jubileo especial dedicado a él”. La Paz del Señor y oremos por los misioneros y misioneras.

Nacho, SDB.

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