lunes, 27 de octubre de 2008

Conmemoración de los Fieles Difuntos (2 noviembre 2008)


Evangelio en este día hay varias opciones, la Lectio propuesta es para:
Mateo 25, 31-46.

LOS FIELEOS FIELES DIFUNTOS, El culto de los muertos es uno de los más antiguos. Los cristianos primitivamente recordaban en sus hogares a sus familiares fallecidos. Después, poco a poco, esto se fue transformando en un aniversario general.

El abad de Cluny, san
Odilón, en el año 998 estableció esta conmemoración solemne en la orden benedictina, principalmente para rogar por aquellos que todavía se hallaban en el purgatorio, fijando para tal fin el día 2 de noviembre. Roma la aceptó en el siglo XIV y se extendió a toda la cristiandad.

En los oficios divinos se recuerda a los fieles difuntos. Una parte expresa el júbilo y la fe en la resurrección de los cuerpos; la otra pone su atención en el pecado, en las almas que todavía están en el purgatorio esperando la liberación. Sobre la oración por los difuntos se han expresados los concilios. Sin duda es una tradición que ha venido de los mismos apóstoles que fueron nuestros autorizados maestros.

Para el cristiano, la muerte es el tránsito de la vida terrena a la celestial. La cruz que se yergue sobre la sepultura anuncia que yace allí el cuerpo de un cristiano que vivió lleno de esperanza y aguarda el día de la resurrección general.


LECTURA:

Encontramos a Jesús y sus discípulos en el largo discurso, sobre el juicio final, que es exclusivo de san Mateo. Describe ese juicio de manera gráfica y popular; como rey y juez rodeado de gloria, acompañado de todos sus ángeles para dictar sentencia; y es el pastor que separa las ovejas de los cabritos. Es en ese momento del juicio, que se tiene una separación radical entre buenos y malos, entre los que entran y los apartados y puestos fuera, que se encontraban a la derecha o a la izquierda. Es necesario tener en cuenta el criterio de que se sirve el juez para pronunciar sentencia: la preocupación efectiva de cada persona por los pobres y necesitados. El texto nos presenta e identifica a los necesitados con el mismo Señor Jesús. Y nos presenta ejemplos concretos en dónde se han encontrado a Jesús: en el hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, porque le dieron de comer, le dieron de beber, lo hospedaron, lo vistieron, lo visitaron o lo fueron a ver. “Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo”. Termina diciendo: “Entonces irán estos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”.


MEDITACION:

Este relato, el del Juicio Final, nos ayuda a meditar en el Señor Jesús, quien aparece como Rey, juzgando. Y nos hace reflexionar en ese momento. Cómo y qué se hizo en el Reino, durante la propia existencia. Nos hace reflexionar en la Vida Eterna y en el Castigo Eterno. En el “vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo” O en el: “apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles”, porque se preocuparon de hacer el bien a los más insignificantes o por lo que dejaron de hacer a los más insignificantes.


ORACION:

Señor me has hablado con tu Palabra y me dices que serán dichosos para siempre aquellos o aquellas que han hecho el bien, a los más insignificantes, aún sin saber que te lo hacían a Ti, porque se encontrarán con un Juez que los hará entrar a la Vida Eterna. He comprendido tu palabra exigente pero verdadera, que nos dices cuál es el significado profundo de la vida no es confesarte de palabra, sino practicar el amor concreto a los pobres. Porque aunque suene dura tu Palabra, sabemos que lo que no hicimos a los más insignificantes, te lo hemos dejamos de hacer a Ti, Señor. Te pedimos que nos concedas la gracia de ser siempre sensible al hermano o a la hermana que tiene necesidad. Porque Tú, Señor te identificaste con los perseguidos, con los pobres, con los débiles. Tú nos has dado ejemplo claro de vida. El signo más claro de la llegada de tu reino a este mundo se encuentra en el hecho de que en Ti el amor concreto de Dios alcanza a los pobres y a los marginados, no porque se lo merezcan, sino en razón misma de su condición de excluidos, de oprimidos, porque Tú eres Dios y porque éstos que son considerados los últimos son los primeros “clientes” tuyos y de tu Padre.


CONTEMPLACION:

Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar, adoro y alabo, y tomo decisiones para actuar de acuerdo a la Palabra de Dios en mi vida ordinaria personal, familiar, social, del trabajo, de la escuela…

P. Cleo sdb.

Creo en Dios, Padre bueno,
creador de un mundo no terminado
en el que todos podemos participar
porque es nuestra casa.

Creo en Dios, Padre fiel y misericordioso,

que nos ha hecho hijos suyos
y quiere que seamos libres y fraternales,
iguales en nuestra diversidad,
y no pobres y ricos,
amos y esclavos,
superiores e inferiores.

Creo en Jesucristo,

que vio la situación de este mundo
y tomó partido ante ella,
comprometiéndose hasta dar la vida
por el reino de Dios.

Creo en Jesucristo,

que resucitó para el triunfo de la vida,
para que nos liberemos de los prejuicios,
de la avaricia y de la presunción,
del miedo y del odio;
para que transformemos el mundo
en signo y primicia de su Reino.

Creo en el Espíritu,

memoria viva y presente de Jesús,
que nos despierta, acuna y renueva.
Él nos hace ver, en nuestro caminar,
con cuánta precaución nos tenemos que organizar,
hasta qué punto
nuestra inteligencia está atrofiada,
nuestra imaginación empobrecida
y nuestros esfuerzos equivocados.

Creo en el Espíritu,

dador de vida y alegría,
de inteligencia y sabiduría,
de paz y solidaridad.

Creo en la fraternidad de todos los pueblos,

y en nuestra responsabilidad
para hacer de esta tierra
un valle de miseria, hambre y violencia,
o el paraíso por el que tantos han dado su vida.

Creo en los hombres y mujeres de buena voluntad,

en la fuerza histórica de los pobres,
en la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
y en la buena noticia del Evangelio.

Creo en el don de una vida llena de sentido

para todas las personas a las que Él tanto ama,
y en el futuro nuestro y de este mundo en Dios.


AMÉN
Ulibarri Fl.

martes, 21 de octubre de 2008

Domingo 30° ordinario, A (26 octubre 2008)


Texto evangélico para meditar y rezar:
Mateo 22, 34-40

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento, más grande de la ley?

Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”.

Lectura: (qué dice el texto): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después.

Está Jesús y los fariseos y de entre ellos uno que se acerca a Jesús, era un doctor de la Ley; por lo tanto, uno que la conocía perfectamente. Y Jesús con esta respuesta tan sencilla, Jesús resume lo esencial de la Ley de Moisés, tomando unos textos de la misma Sagrada Escritura: (Dt 6,5); y (Lev 19,18.34), es una respuesta tomada del Antiguo Testamento y confirmada por Cristo: el primero de todos los mandamientos y de todos los deberes que tiene que observar toda persona es el Amor: el de amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todo el ser”. Después Jesús añadió: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Con esta respuesta nos presenta lo que es Evangelio, Buena Noticia, y confirma que el amor a Dios no puede separarse del amor al prójimo. Hasta se podría decir que los pone al mismo nivel. Sabemos que Jesús no responde solo con palabras. Su vida y su misión es expresión concreta de su amor a Dios y al Prójimo. El fue plenamente fiel a la voluntad del Padre y a las necesidades del pueblo.


Meditación: (lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios te dice para tu vida ordinaria.

No podemos amar a Dios, a quien no vemos, si no amamos a nuestros prójimos que están en nuestra presencia. Sería un engaño y una simulación pretender amar a Dios y, al mismo tiempo, despreocuparnos de nuestros hermanos. Precisamente el amor a Dios se enciende, las más de las veces, cuando el espíritu humano -si es sincero- se encuentra de frente al sufrimiento y las necesidades de los demás. San Agustín tiene un texto admirable que comenta el evangelio de hoy: “El amor de Dios es el primero como mandamiento, pero el amor al prójimo es el primero como actuación práctica. Aquel que te da el mandamiento del amor en estos dos preceptos, no te enseña primero el amor al prójimo, y después el amor a Dios, sino viceversa. Pero como a Dios no lo vemos todavía, amando al prójimo tú adquieres el mérito para verlo; amando al prójimo tú purificas tu ojo para ver a Dios, como lo afirma san Juan: “Si no amas al hermano que ves, ¿cómo podrás amar a Dios a quien no ves? (1 Jn 4, 20). Si sintiendo la exhortación para amar a Dios, tú me dices: “muéstrame a aquel que debo amar”, yo no podría responderte sino con las palabras de san Juan: “Ninguno jamás ha visto a Dios” (Jn 1,8). Pero para que tú no te creas excluido totalmente de la posibilidad de ver a Dios, el mismo Juan dice: “Dios es amor. Quien permanece en el amor permanece en Dios” (1 Jn 4, 16). Tú, por lo tanto, ama al prójimo y mirando dentro de ti donde nazca este amor, en cuanto te es posible, verás a Dios” San Agustín. Tratado sobre san Juan Tratt. 17, 7-9. ¡Qué duda cabe que uno de los peligros que más nos asecha en la vivencia del cristianismo es el individualismo! Tratando de vivir la fe de un modo privado relegándola al íntimo de la conciencia y sin tener una expresión en la caridad práctica. Tenemos un modo concreto y a la mano para practicar el mandamiento del amor: las obras de misericordia, porque un día seremos juzgados por el amor, como lo narra el mismo Mateo en el capítulo 25, 31-45.


Oración: (lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios.

Señor, las obras de misericordia espirituales nos invitan a instruir al ignorante, consolar al afligido, aconsejar al que duda, perdonar las injurias, sufrir con paciencia las adversidades. Nos preguntamos sinceramente: ¿practico estas obras espirituales? ¿Soy una persona que sé consolar, que sé salir al paso del ignorante, de ayudarle, de ofrecerle oportunidades de promoción humana? ¿Sé aconsejar a los demás? ¿Me intereso por ellos, me interesan sus sufrimientos? ¿O soy más bien de los que pasan por la vida con indiferencia ante los miles de sufrimientos humanos? Es más, ni siquiera me doy cuenta de ellos. Si pensamos en los hospitales, en el que se tiene la oportunidad de hacer palpable el amor de Dios. Pensemos en la escuela y en la ardua tarea de la formación de los jóvenes. Y si miramos a las obras de misericordia corporales, ¡cuántas oportunidades para hacer el bien! La posibilidad de visitar a los enfermos, de llevarles consuelo, compañía, apoyo espiritual. La posibilidad de dar de comer a los que padecen hambre por medio de la generosidad, por medio del compromiso personal. La posibilidad de vestir al desnudo etc. Las imágenes que a diario vemos en la televisión pueden crear en nuestro espíritu un penoso sentimiento de impotencia y, por ello, de indiferencia. Ayúdanos, Señor, a reaccionar. Ayúdanos a no ser ciegos delante de nuestros hermanos que sufren. Porque de esta manera nos hacemos ciegos, no te veremos ni te encontraremos, Señor.


Contemplación: haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele cambiar en algo para bien tuyo, de los demás y gloria de Él.

Un poeta anónimo de Malawi, África, nos abre las puertas para entrar en el tema del amor. Dejemos que sus palabras interpelen nuestra práctica y provoquen una revisión de nuestro modo de vivir el mandamiento de Jesús.

“Yo tenía hambre
Y ustedes fundaron un club humanitario
Para discutir mi hambre,
Se lo agradezco.
Yo estaba preso
Y ustedes fueron a la iglesia
A rezar por mi libertad;
Se lo agradezco.
Yo estaba desnudo
Y ustedes examinaron seriamente
Las consecuencias morales de mi desnudez;
Se lo agradezco.
Yo estaba enfermo
Y ustedes se arrodillaron
Y dieron gracias a Dios por el don de la salud;
Se lo agradezco.
Yo no tenía casa
Y ustedes predicaron al amor de Dios.
¡Parecían ustedes tan piadosos
Y tan cerca de Dios!
Yo tengo hambre todavía,
Continúo solo, desnudo, enfermo,
Y prisionero.
Siento frío
Y no tengo casa”.

Demos gracias a Dios por el gran regalo que ha estado viviendo la Iglesia con la realización del Sínodo y que termina este Domingo 26 de Octubre.

El Señor les bendiga, Nacho, SDB.

martes, 14 de octubre de 2008

Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND), A (19 octubre 2008)


Texto de
Mateo 28, 16-20.

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.


Lectura (Lectio): lee atentamente varias veces el texto de Mateo, hasta que te familiarices con él y puedas reconocer su estructura, personajes, verbos, interacciones y relaciones para que sepas qué es lo que dice el texto en sí mismo.

Hoy nos encontramos con el final del evangelio de San Mateo. Podemos dividir en cuatro pequeñas partes el texto. En primer lugar, los apóstoles están todavía bajo el asombro de la resurrección y se han movido de Jerusalén a la Galilea de los gentiles, allí donde vivió Jesús, donde sus paisanos vieron en Él la luz, el amor y la salvación de Dios. Es en esta Galilea de paganos donde se escucharon las primeras y también las últimas palabras del Resucitado, es como un testamento que de ningún modo se puede desatender. Aquí mismo se marca tanto la fe como la duda de los discípulos pues se dice que todos, cuando ven a Jesús resucitado, le adoran, sabiendo que sólo se adora a Dios, pero que algunos aún titubean.

En segundo lugar está la afirmación de Jesús: “Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra”, indicando con ello que ha sido resucitado por Dios y vive en su presencia.

En tercer lugar, y como consecuencia de haber recibido dicha autoridad, manda a los discípulos diciéndoles: “vayan a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles lo que les he mandado”.

Finalmente, se concluye con una promesa que da seguridad y garantía del éxito de la misión, del envío que acaba de hacer: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.


Meditación (Meditatio): lo que esta palabra en sí me dice a mí en mi vida y circunstancias actuales.

La Iglesia celebrando este Domingo el Día de las Misiones, nos recuerda el empeño de cada uno de nosotros tiene en relación a Cristo y a los Hermanos. Todos nosotros somos deudores del Evangelio. Si hoy se constata una “reducción” de la religiosidad, porque hombres y mujeres, en grande número, prefieren seguir otras maneras diferentes de pensar y decidir por ídolos como son el dinero, el consumismo, el placer, el poder; bien se puede decir que una parte de responsabilidad es también nuestra, dado que ni siempre vivimos el compromiso de nuestra vida cristiana. Son cristianos que se alejan de la vida en comunidad, de la Iglesia.

¿Por qué misioneros? La raíz de ser misioneros la encontramos en la voluntad misma de Cristo. Es Cristo que al fundar la Iglesia dejó a los Apóstoles y a los demás discípulos el mandato de evangelizar todas las naciones y pueblos. “Vayan... enseñen a todas las naciones bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Cada uno recibimos el mandato misionero en el Bautismo. Ese mandato recibe después plenitud en el sacramento de la Confirmación, porque hace más fuertes los dones recibidos en el Bautismo y nos hace hábiles, para que seamos misioneros y testimonios de Cristo.

El sentido del Día Misionero, en el fondo, es este: que no nos acomodemos a nuestro pequeño mundo ya conseguido para Cristo, ni nos sintamos satisfechos con lo que hicimos en nuestro apostolado, y ni siquiera juzguemos que los demás hagan lo que nos corresponde, haciéndonos a un lado de las propias responsabilidades; sino el de multiplicar nuestros empeños para que Cristo sea de hecho conocido y aceptado como el Redentor de la humanidad, el Centro del Universo y de la Historia.

“La celebración de la jornada Misionera Mundial, nos impulsa a tomar renovada conciencia de la dimensión misionera de la Iglesia y nos recuerda la vigencia de la misión, que “atañe a todas las diócesis y parroquias, a las instituciones y asociaciones eclesiales” (RM,2).

Que, “ningún creyente, ninguna institución de la Iglesia se puede sustraer al supremo deber de anunciar a Cristo a todos los pueblos” (RM,3).

Algunos datos: Población mundial: más de 6 billones. Cristianos: 2 billones. No cristianos: cerca de 4 billones. Católicos: mas de 1 billón. Casi el 20% de la población mundial; (p. ejem.: Sacerdotes en el mundo: 405208). Estos datos nos presentan la urgencia del anuncio del Evangelio y el hecho de vivir el Evangelio.


Oración (Oratio): lo que yo le respondo y le digo al Señor desde mi vida después de escuchar su palabra.

Señor, te reconocemos y te adoramos porque eres nuestro Dios y Salvador, el Hijo del Padre. Aparta de nosotros toda duda. Te bendecimos y te alabamos porque a través de tu Iglesia misionera, a través de personas que escucharon tu llamado misionero hemos sido bautizados y te hemos conocido y tú nos has hecho tuyos y te hemos hecho nuestro junto con el Padre y el Espíritu Santo. Te damos gracias por confiar en nosotros, limitados, para continuar en nuestra vida ordinaria tu obra y tu misión de evangelización. Te pedimos que a todos los bautizados nos hagas ver y entender lo importante que somos para ti en la evangelización y extensión del Reino de tu Padre allí donde estamos, vivimos y trabajamos. Te pedimos por todos los misioneros que se encuentran en lugares difíciles. Y que nosotros no nos sintamos incapaces de hacerlo porque tú siempre estás con nosotros, y menos todavía, nos sintamos avergonzados de ti, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. ¡Amén!

El Papa Benedicto XVI en el mensaje para este año: “Con la Jornada Mundial de la Misiones quiero invitarlos a reflexionar sobre la urgencia de anunciar el Evangelio también en nuestro tiempo. El mandato misionero sigue siendo una prioridad absoluta para todos los bautizados, llamados a ser Siervos y apóstoles del Cristo Jesús. El modelo de este compromiso apostólico es san Pablo, pues en este año celebramos su jubileo especial dedicado a él”. La Paz del Señor y oremos por los misioneros y misioneras.

Nacho, SDB.

lunes, 6 de octubre de 2008

28° domingo ordinario, A (12 octubre 2008)


Texto evangélico para meditar y rezar:
Mateo 22, 1-14.

Lectura (qué dice el texto): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después.

La parábola de este domingo hace un compendio de las relaciones de Dios con su pueblo. La primera parte narra la doble invitación a la boda y el rechazo de los invitados, resalta la paciencia de Dios con el antiguo pueblo rebelde, pero también la desastrosa consecuencia del rechazo. Hay hasta tres invitaciones a participar en la boda y la última está dirigida a todos, buenos y malos, que forman el nuevo pueblo. La última parte del relato presenta el juicio severo del rey contra un comensal que no llevaba el vestido de fiesta.

El banquete nupcial, que representa el reino de Dios, es una imagen bíblica bien conocida. Y en el relato se dan hechos muy desconcertantes que asumen un significado alegórico y teológico.
El rey que prepara “la boda para el hijo” es Dios que celebra la alianza con los hombres mediante la misión de Cristo. El hijo no desarrolla no es el protagonista en el conjunto del relato; pero es a su boda que los hombres son invitados.

El verbo “llamar”, invitar es usado ocho veces en el relato. La invitación expresa el grande honor que Dios hace a Israel; ya que todos los miembros del pueblo elegido son convocados.

A pesar del rechazo de los primeros y de su mal comportamiento con los enviados, el banquete está siempre listo, porque la actitud negativa de algunos no quita la buena y libre intención del rey.

“Buenos y malos” son los invitados y esto es una característica expresión oriental que designa la totalidad.

Todos pueden entrar en el reino, a ninguno se le excluye, ya que la sala de la boda, debe estar llena. Esta llamada que viene de Dios es un momento decisivo para la vida del hombre; la aceptación de la invitación no puede ser rechazada, porque todo está listo, todo está preparado y no se espera más que la presencia de los convidados.

Los primeros invitados no se interesan de la invitación divina y se muestran indiferentes; los intereses económicos y personales prevalecen sobre el deber y sobre la alegría de la fiesta nupcial.

El hombre que ha entrado gratuitamente en la sala de bodas no es considerado digno por la falta de vestidos adecuados. No se ha puesto en la condición de participar en modo digno a la invitación del convite real; le faltaba el ejercicio de la justicia, la purificación, una verdadera conversión.

La escena del convivio se transforma al final en un proceso judicial y el veredicto del rey se expresa mediante una imagen apocalíptica, que hace mención al castigo eterno.

El haber entrado en la sala nupcial no nos asegura la garantía de la salvación: es necesario convertirse, estar vigilantes y practicar la justicia: Cada uno de los que han sido invitados al reino es puesto en guardia contra una superficial respuesta a la invitación de Dios.


Meditación (lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios te dice para tu vida ordinaria.

La parábola de la boda real proclama el comportamiento insólito de Dios. Nada hay más importante para Él que su alegría. Sólo porque los invitados no acudan, la fiesta no ha de posponerse. Esto manifiesta con mayor claridad el insólito deseo del rey de celebrar las nupcias y por la gratuita invitación que hace a los ociosos de los cruces de los caminos. Que Dios desee compartir la fiesta, le lleva a no poner demasiadas condiciones previas; pero ello no le impide exigir de sus invitados un mínimo de respeto: la participación en el banquete es inmerecida, pero la asistencia a él obliga a no aprovecharse de la fiesta sino a aceptarla y a vestirse para ella. No se merece la alegría de su Señor quien no cambia de hábito y se reviste de alegría.

Como aquel rey a quien se le casa un hijo, nuestro Dios tiene ganas de fiesta y compartir con sus amigos la alegría, y porque no sabe guardarse su alegría para unos pocos, sus más íntimos, invita a todos los que cree sus súbditos. Y es curioso que quienes no se hubieran atrevido a rechazar una orden de su rey, se negaron a seguir su deseo. Solo porque no se les había impuesto; desobedecieron más fácilmente un deseo de su rey que una orden.

Los primeros invitados no quisieron unirse al gozo de su rey, por miles de excusas, y se pasan la vida sin probar las alegrías de Él; porque de Él sólo aceptan sus órdenes y no sus ruegos: quien vive sólo para obedecer, aunque se desviva en ello, no dejará nunca de ser un criado; quien en cambio comparte el gozo de su Señor, se convertirá pronto en su íntimo; el siervo obedece más y mejor que el amigo, pero es con los amigos con quienes compartimos vida e intimidad, deseos y proyectos. Como en la parábola, a Dios le molesta menos la desobediencia de siervos, que las desatenciones de los amigos. Porque ocupados en sus negocios, se despreocuparon de la fiesta de su Señor y de sus ganas de compartirla; pesaron más los asuntos ordinarios de su vida que el banquete extraordinario de su Señor.

Pero el gozo no merecido exige un mínimo de respeto a sus invitados, impone un reconocimiento de la gracia: aceptar la compañía de Dios y su gozo ha de cambiar nuestros hábitos. No se merece la alegría de su Señor, quien no cambia de hábito y se reviste de alegría; sentarse a su mesa exige asentir su alegría. Si su invitación ni siquiera logra mudarnos de aspecto, en verdad que no merecería nuestro tiempo, ni Dios nuestras atenciones. Dios no es así: quiere de sus invitados una alegría que cambie sus vidas y sus hábitos.

Oración (lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios.

Gracias, Padre Bueno, porque tienes intenciones de hacer fiesta y porque quieres hacernos patente tu invitación para la boda de tu Hijo. Lo que cuenta es el grande deseo que tienes de compartir con tus amigos, tus alegrías; de entrar a intimar con aquellos a quienes les tienes confianza y les das, no una orden, como a un siervo, sino una invitación como a unos amigos tuyos que son.

Gracias, Señor, porque haces la invitación a todos; es un regalo de tu infinita bondad el acercarnos al banquete de bodas de tu Hijo, y el compartirnos íntimamente tu alegría y tu sentido de fiesta. Gracias, Padre, porque sin merecerlo de nuestra parte, pues somos tus siervos, ahora nos has elegido a la dignidad de amigos con los cuales quieres compartir tu alegría y la fiesta de tu Hijo.

Aceptar tu invitación y compartir tu gozo y alegría, me exige cambiar mis hábitos y revestirme de alegría. Sentarme a la mesa de un Dios alegre, exige asentir su alegría. Y es que Tú, Dios, quieres de tus invitados una alegría que cambie sus vidas y sus hábitos.


Contemplación: haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele cambiar en algo para bien tuyo, de los demás y gloria de Él.

Me sé consolado cuando Dios Padre se ha fijado en mí para hacerme partícipe de la fiesta de su Hijo. Pero me siento indigno por no llevar el vestido adecuado a la misma. Y también me siento contemplado por Dios en mi vestimenta.


Participemos espiritualmente en el Sínodo sobre la Palabra de Dios, juntamente con el Papa y los Obispos del mundo. Octubre mes de las misiones y del Rosario. El Señor te bendiga.

P. Cleo sdb

jueves, 2 de octubre de 2008

27° domingo ordinario, A (5 octubre 2008)


Texto evangélico para meditar y rezar:
Mateo 21, 33-43

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: “Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo.
Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron.
Ahora, díganme: cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores? Ellos le respondieron: “Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo”.
Entonces Jesús les dijo: “¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable?
Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos”.

Lectura (Lectio: qué dice el texto): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después.

Jesús está en Jerusalén y enseña en el templo con una autoridad reconocida por el pueblo, pero no así por los sumos sacerdotes, escribas y fariseos, y es a ellos a quienes se refiere la parábola. Se nota que la relación es áspera. Jesús les habla en términos agrícolas conocidos por todos y significativos por su contenido respecto a la relación de Dios con su pueblo, considerado desde antiguo la “viña del Señor”. Esta parábola podemos dividirla en varias partes: primero el dueño prepara su viñedo y lo renta a unos labradores para que lo cuiden; luego les pide en el tiempo oportuno y a través de mediadores lo que le toca de la cosecha de su propio terreno y su propio viñedo, pero dos veces se niegan a dar lo que corresponde al dueño y hasta maltratan y matan a los enviados; como último recurso envía a su hijo, pensando que lo respetarán y actuarán juiciosamente, pero lo sacan de la viña y lo matan pensando en quedarse como herederos del viñedo. Acabada la parábola Jesús cuestiona a sus auditores, o sea los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo, los que con su respuesta señalan su inapropiado comportamiento y mencionan su propia condenación. Jesús, refiriendo a sí mismo un conocido pasaje de la Sagrada escritura, les acusa franca y abiertamente de querer quedarse con lo que nos les pertenece al rechazar al dueño y a su mismo hijo. Luego dicta la sentencia: el cuidado del Reino de Dios que se les había confiado les será quitado y se le entregará a un pueblo que sí lo cuide y a tiempo produzca la debida cosecha para entregarla.


Meditación (Meditatio: lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios te dice para tu vida ordinaria.

Este texto recuerda el hermoso poema de la viña del capítulo 5º de Isaías y nos deja ver un claro reclamo de Dios a quienes, habiéndonos confiado la construcción y cuidado del Reino, no hemos rendido los frutos esperados sino que, al contrario, hemos ofrecido resistencia a la voluntad del dueño de la viña y hasta nos hemos querido quedar con ella a la fuerza y sin merecerla, hemos querido quedarnos con lo que bondadosamente se nos prestó y para nada nos pertenece, desconociendo que sólo Dios es dueño. Lo mismo que a Israel, a nosotros que formamos la Iglesia, se nos ha confiado la construcción del Reino de Dios y si no rendimos a tiempo los frutos esperados y comenzamos a sentirnos dueños se nos retirará esa confianza y ese cuidado para ofrecerlo a quienes sí respondan como servidores y constructores y no como dueños. Lo mismo podemos aplicarlo, en menor escala, a congregaciones e instituciones religiosas y a familias concretas, todo se nos ha confiado para que lo construyamos y lo cuidemos conforme a la voluntad del dueño. Por lo tanto de nada ni de nadie somos dueños, sólo Dios es dueño de todo y de todos, lo mismo que su Hijo. Actuar con pretensiones y del modo que no nos corresponde es desconocer y echar a perder nuestra verdadera misión allí donde el verdadero dueño nos ha confiado.


Oración (Oratio: lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios.

Dios y Padre bueno, tú eres nuestro Señor, nuestro bien, nuestro dueño y nuestro todo. A ti te alabamos y te damos gracias por la confianza depositada en nuestra Iglesia, en nuestras comunidades y en nosotros para construir, extender y cuidar tu Reino, el mismo por el que tu Hijo Jesús dio la vida y nos lo dejó como tarea. Tú eres el dueño y nosotros somos tus trabajadores. No permitas que busquemos interesada y torpemente sentirnos o querer hacernos dueños. Danos tu Espíritu para que reconozcamos a Jesucristo tu Hijo, y que en todo lo que emprendamos pongamos a tu Hijo Jesús como piedra angular del Reino. Que seamos esos trabajadores que buscamos dar fruto y construir el Reino; jamás permitas que nos desviemos y para que el cuidado del Reino no nos sea quitado. Señor dueño nuestro que sigamos mereciendo la confianza que ya una vez nos has tenido.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele un cambio en tu vida para bien tuyo, de los demás y gloria de Él. Y trabaja con responsabilidad por el Reino.

Hemos comenzado el mes del rosario y el mes de las misiones. Oremos por el próximo sínodo sobre la Palabra de Dios que tiene lugar en Roma, reunidos el Papa y los Obispos.

Nacho, SDB.