martes, 3 de febrero de 2009

5º domingo ordinario, B (8 febrero 2009)





Texto:
Marcos 1, 29-39.

Lectura:
El párrafo evangélico de éste día es la así llamada “jornada de Cafarnaúm”, que se ha ubicado en el tiempo de un día y en un espacio concreto como es Cafarnaúm, sobre la costa septentrional del lago de Tiberíades.
La primera escena, íntima y familiar, es la curación de la suegra de Pedro, enfebrecida y postrada en el lecho. Jesús se acerca y tomándola de la mano la levanta; aparece por lo mismo en toda su solemnidad la fuerza de Cristo, su potencia sobre el mal. Marcos usa unos verbos muy importantes y que clarifican el sentido del milagro: por un lado el “alzarla” de la mujer, está expresado con el mismo verbo con el que se expresa la “resurrección”, por otro, el verbo “servir”, está descrito con el término griego de la “diakonía”, el ministerio caritativo del fiel.
La segunda escena se realiza a las puertas de la ciudad, al atardecer. Jesús realiza una serie de curaciones en masa (enfermedades y curaciones de demonios), una especie de intervención en contra del mal; y aflora aquí, también el célebre “secreto mesiánico” del que el evangelio de Marcos habla mucho; “No permitía que los demonios hablaran porque lo conocían”.
La tercera escena. Jesús se encierra en el silencio de la contemplación, pero inmediatamente después es buscado por la multitud, ansiosa de ser liberada del mal.
El misterio de salvación de Cristo supera los confines de una tribu, los muros de una casa, las puertas de una ciudad, las fronteras de una región: “Le trajeron todos los enfermos y endemoniados”; “curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios”; “Todos te buscan... y anduvo por toda la Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando a los demonios”.

Meditación:
En la actividad de una jornada el evangelista presenta a Jesús curando y orando, entre la gente necesitada de él y necesitando él de Dios para volver de nuevo a la gente.
Hay una dinámica universalista en el texto evangélico: La jornada de Jesús; un día sábado, se vuelve así emblemática de la nueva intervención creadora de Dios en Jesús, que introduce al hombre en el reposo de la palabra y lo cura de su mal vivir. Todavía mejor, se debe hacer notar una progresiva ampliación de perspectiva , entre la curación de la suegra de Pedro “en la casa”, la liberación de muchos enfermos y endemoniados en la puerta, donde se reúne “toda la ciudad”, y, en fin, no obstante el “Todos te buscan”, el ir más allá del Señor en “toda la Galilea”.
Los milagros que realiza Jesús son el signo más eficaz de que el reino ha llegado: un signo que dice que la salvación y la liberación de Cristo cura a “todo” el hombre. Él cura a muchos pero se preocupa también de aquellos que no acuden a Él. Su curación alcanza todas las dimensiones humanas; nos predica la palabra de la esperanza que cura la libertad. El relato de la curación de la suegra de Simón se vuelve programático del camino perfecto con el cual sucede la curación y la liberación que realiza Jesús. El pequeño párrafo está iluminado por la luz pascual. “Jesús se acerca a la mujer y la levanta tomándola de la mano”. Y después, la mujer “se pone a servirle”. Él pasa sanando y haciendo el bien, pero esto es un anticipo de la resurrección y habilita a aquél servicio de caridad, que hace del bien recibido, un bien agradecido porque es un don, un regalo.

Oración:
Señor, te invito como los discípulos a mi casa y que le hable de mis males y de mis enfermedades; que esté dispuesto a comentarle todo, aunque no todo en mi casa y en mi vida esté bien dispuesto. Abrirle a tu Hijo las puestas de mi casa y de mi corazón es el primer paso para que Jesús me cure.
Señor, quiero platicarte de mí, de las ansias de ser liberado del pecado por Tí; del mal que he hecho y que no me deja vivir tan sólo para Tí, del mal que me avergüenzo pero que tengo que decirte para que me entiendas y me puedas curar, quiero platicarte desde el fondo de mi corazón y desde la intimidad de mi casa, de lo que soy y quiero que me ayudes a cambiar. Te platico de mí y de los míos, de los que más quiero y que como yo, están enfermos; de los que me has puesto para guiar y ser pastor de sus almas, siguiendo tu ejemplo y obedeciendo tu mandato cuando me has elegido para ésta misión. El abrirte mi corazón, Señor Jesús, es porque Tú eres mi Salvación.
Cuando veo, Señor Jesús que te retiras a rezar, a la intimidad con tu Padre y a la búsqueda de su Voluntad en tu vida; siento que es necesario ir a buscarte, y estar convencido de donde te puedo encontrar, porque tengo confianza en que te puedo encontrar, porque te necesitan los demás, te necesitan los que me has confiado y porque te necesito yo. Tengo que convencerte para que vuelvas, Señor Jesús, porque todos te andan buscando; es más, yo te ando buscando.

Contemplación:
Me consuela el saber que Dios está en medio de nosotros, como Salvador en la persona de Cristo Jesús. Que su Voluntad es salvarnos del mal y del pecado
Tendríamos que perder el miedo a tener que hablar con Jesús, de nuestros males, de esos males que escondemos a los demás, pero alimentamos en nosotros; presentárselos a Jesús nos hará descubrirlo como nuestro Salvador.
Mi oración, un saludo y que Dios les bendiga. P. Cleo sdb

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