jueves, 29 de enero de 2009

4º domingo ordinario, B (01 febrero 2009)


San Marcos 1, 21-28

Evangelio.
En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.

Lectura: Estamos comenzando la lectura del evangelio según San Marcos y vale la pena recordar la persona de Juan el Bautista que fue arrestado, el bautismo de Jesús y su paso por las tentaciones en el desierto y, finalmente, el llamado que hace a los cuatro primeros discípulos, comenzando con ellos su predicación y el llamado a seguirle abriéndose a la conversión. El evangelio de hoy, continuación de los pasajes que hemos mencionado, nos deja ver a Jesús ya seguido por sus primero discípulos, e instalados como comunidad en Cafarnaúm, la población más grande a orillas del lago de Galilea. Marcos también nos muestra a Jesús como judío que cumple con sus derechos y deberes religiosos presentándose el día sábado en la sinagoga, o casa de oración, para ofrecer como maestro su propio comentario de las escrituras. Es central en el texto la intención de distinguir la autoridad propia y real con que enseña Jesús de aquella con que enseñan los maestros y profesionales de la ley que hacen referencia a otros maestros. Su autoridad le viene de Dios y queda confirmada por la eficacia de su palabra pues calla y aniquila al espíritu malo sanando a un enfermo. Sólo ese espíritu lo reconoce “el Santo de Dios”, mientras que la gente que lo ve y lo sigue se pregunta por Jesús, por lo que dice y lo que hace. Con esto comienza a extenderse su fama de hombre con autoridad para expulsar al mal y sanar a enfermos por toda Galilea.

Meditación: El domingo pasado Jesús decía que “el tiempo estaba cumplido y el Reino había llegado”, en su persona y con su persona. Con el hecho de hoy lo confirma y la presencia de Dios, su amor y su salvación, entran a nuestro mundo para expulsar al mal. Jesús, venciendo a los espíritus malos introduce e instaura el Reino de Dios entre sus hermanos. El no sólo es el profeta anunciado por Moisés en la primera lectura de hoy, sino instaurador del Reino con sus palabras y sus obras. Él hablará en nombre de Dios y su palabra obrará lo que pronuncia. De este modo Jesús es presentado por San Marcos en su evangelio primero como un nuevo Moisés que enseña y habla en nombre de Dios, y aún más que eso, como Hijo de Dios porque su palabra tiene cumplimiento aniquilando al malo. Cuando Jesús habla callan los espíritus inmundos, ninguna palabra puede sobreponerse a la suya ni tiene la eficacia liberadora sobre los hombres como la suya. El hombre poseído estaba en la sinagoga y parecía oír sin llegar a escuchar, sabía quién era Jesús sin reconocerlo presente en su vida. Con frecuencia nosotros, estando en nuestros templos públicos y capillas privadas (nuestro interior) ni escuchamos ni reconocemos realmente a Jesús, porque podemos estar invadidos por malos espíritus lejos y apartados de él. En el fondo de nuestros corazones, en esa capilla particular que todos tenemos y somos, habitan presentimientos, dolores, heridas, amarguras, decepciones y desilusiones que no nos atrevemos a manifestar delante de Jesús, porque son nuestra verdad más profunda. Demasiado ruido provocado por nosotros mismos no nos deja escuchar la voz liberadora de Jesús, y muchas imágenes provocadas por miedo a la verdad de fondo no nos dejan reconocer realmente a Jesús. Nos hemos taponado los oídos y la voluntad de tal manera que no pueda penetrar la voz de Dios. Preferimos escondernos detrás nuestros gustos y comodidades preferidos, detrás de trabajos y reales o supuestas responsabilidades, incluso detrás de piadosas actividades para que nadie note cómo nos va ni cómo estamos realmente allí dentro, en lo profundo de nuestra sinagoga, perdidos entre los demás que también cumplen con sus deberes religiosos. Pero Jesús descubre nuestro mal espíritu y, por amor a nosotros se impone a él, lo desenmascara, lo expulsa y nos deja libres. De ese modo podremos reconocer su autoridad sobre el mal, sobre nuestro mal, y pasar a reconocerle y testimoniarle como el Hijo de Dios y Salvador de nuestras vidas. No querer escuchar, no querer ver, no querer movernos hacia Jesús, aún estando en medio de una “sinagoga”, es un real atentado a nuestra libertad, a nuestra felicidad y a nuestra pertenencia a Dios. Jesús nos quiere también curarnos de nuestro individualismo y llevarnos a la comunidad, (sinagoga, Iglesia), para seguir y reconocerlo sólo a Él.

Oración: Te invito a hacer oración diciendo: “Señor Jesús, vengo a ti con todo lo que no me gusta mirar dentro de mí, con todas las cosas feas e insoportables, con tantos malos espíritus que quiero esconder delante de ti, de mí mismo y de los demás, aunque viva con ellos y rece con ellos sin llegar a reconocerte a ti como Dios y salvador. Te presento mi supuesta verdad y malos espíritus y te pido que les ordenes con la fuerza de tu amor y de tu palabra que se callen y salgan de mí. Limpia mi mente y mi corazón para pensarte y acogerte, limpia mis oídos y mis ojos para escucharte y para verte, da fuerza a mi débil y cobarde voluntad para animarme a ser tu testigo. De los espíritus malos que me seducen y me atan, líbrame Señor. Líbrame de la seducción de mi vida individual y buscar formar la comunidad de amor, fraternidad y servicio, que tu has querido y has dado la vida. Líbranos de ese mal espíritu, y concédenos ese espíritu de Comunión”.

Contemplación: Estás invitado durante los próximos días a exponerte delante de Jesús en oración y a presentarle los malos espíritus que has dejado entrar a tu vida y hasta los has cultivado y promovido. Ejercítate, tú , y de ti con los demás, en la oración que nace de lo profundo donde reconocemos nuestra incapacidad de sacarlos por nosotros mismos y dejemos que su palabra amorosa retumbe en el fondo de nuestra vida, puesto que no forma Iglesia, Comunidad: “Cállate y sal de él, sal de nosotros”.

Un abrazo y oraciones. El día de San Juan Bosco, 31 de Enero, hemos comenzado en la Familia Salesiana el AÑO SANTO SALESIANO, en este 2009, por los 150 años de la fundación de la Congregación Salesiana por Don Bosco.



Nacho, SDB.

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