miércoles, 1 de julio de 2009

14° domingo Ordinario, B (5 julio 2009)


Texto a reflexionar y orar:
Marcos 6, 1-6
(Nadie es profeta en su tierra).

En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es este el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados..

Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.


Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario, hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
El texto de hoy se ubica después de las curaciones realizadas por Jesús fuera de su pueblo (el endemoniado de Gerasa, la mujer que perdía sangre y la niña revivida) y antes de enviar a sus apóstoles a predicar el Reino. Se trata de un momento particularmente difícil dentro del ministerio de Jesús dado que es cuestionado y rechazado por sus mismos paisanos y parientes. Sin duda que la fama y el conocimiento de sus milagros habían llegado a Nazareth antes que su misma persona. Si nos fijamos, la estructura del texto es simple, se compone de tres partes: una breve introducción que ubica y presenta a Jesús acompañado de sus discípulos visitando Nazareth, y a Jesús mismo mientras enseña en la sinagoga de su pueblo; en segundo lugar está la reacción de sus paisanos. Aquél de quien tanto se hablaba no pasaba de ser uno de ellos y como ellos, por eso pasan del inicial asombro, expresado en las dos primeras preguntas “¿Dónde aprendió éste tantas cosas? ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y los milagros que hace?”, al desconcierto e incredulidad, manifestado en las dos últimas “¿No es este el carpintero, el hijo de María y pariente de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros?”. Finalmente San Marcos presenta la reacción de Jesús ante sus paisanos citando un dicho popular: “en todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra, entre sus parientes y en su propia casa”. Ahora es Jesús quien se extraña de la incredulidad de su gente y por ello decide marcharse para enseñar en los pueblos vecinos, no sin antes afirmar que, por no haber encontrado fe, no realizó allí ningún milagro. Las preguntas tienen una función pedagógica, Marcos implica a sus lectores para que sean nuestras preguntas, para que nos confrontemos con la persona ordinaria de Jesús, y saquemos nuestras respuestas, decisiones y acciones.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
El tema de la fe-incredulidad es central en este pequeño texto evangélico, tanto que concluye con el desconcierto de Jesús frente a la dureza de los corazones de sus parientes y paisanos: “y estaba asombrado porque ellos no creían en Él”. Esto contrasta con la fe de la gente de otros pueblos, como leíamos el domingo anterior. Jesús se encuentra con nuestra humanidad que es, en realidad, muy compleja porque fácilmente pasamos del extremo de la aceptación al extremo del rechazo. En medio de estas dos posturas nos movemos en una amplia gama de matices que dejan ver el misterio y situación de nuestros corazones. Cuando experimentamos la presencia de Dios en nuestras vidas lo aprisionamos con nuestros deseos y necesidades y luego, apenas pasado un tiempo, nos acostumbramos a Él para terminar cuestionándolo y echándolo fuera de nuestras vidas por parecernos demasiado ordinario y cercano. Es un hecho que Dios, en Jesús, llega a nosotros y hace de nuestras vidas su casa, su hogar, pero se encuentra con corazones confundidos y torcidos. Hemos oído hablar de Él, de sus obras y maravillas en otros lados, en otras casas, con otras familias y personas, pero no creemos y no dejamos que lo haga con nosotros. Es nuestra incredulidad la que no permite ver a Dios actuando en nosotros. El amor de Dios se topa con nuestro egoísmo, su misericordia con nuestra incomprensión, su bondad con nuestra dureza de corazón, por eso imposibilitamos su acción. Dice San Juan: “vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron…”. Estamos invitados a creer más en el Hijo de Dios hecho hombre para que nos eleve a su divinidad; estamos obligados a creer más en los hombres, cuya naturaleza asumió el Hijo de Dios, para asumir la humanidad de Jesús.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Señor Jesús, a nosotros también nos pasa como a tus paisanos y parientes: por una parte reconocemos que delante de ti no podemos quedar indiferente, reconocemos que en tu persona está la presencia misma de Dios y de su amor; pero también nos cuesta aceptar que el enviado y portador del amor de Dios sea uno como nosotros, simplemente un hombre, simplemente uno de nosotros. Tu rostro humano nos revela el rostro y el amor de Dios al mismo tiempo que nos impide ver más allá de lo que vemos hasta percibir tu verdadera identidad. Señor, muchas veces te aceptamos, otras te usamos, y algunas veces te ignoramos. Señor, si a algunos les pediste fe para obrar en ellos o en otros, ¿Quisieras acrecentar la nuestra? Gracias, Señor. Cómo nos cuesta seguir tu Palabra que nos invita a amar, a formar comunidad y superar nuestras opiniones personales e individualistas. Gracias, Señor, aumenta nuestra fe y nuestra pertenencia para anunciar el Reino que viniste a establecer.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón, adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida y toma algún buen propósito que sea oportuno en este momento.



El Señor les bendiga, Nacho, SDB.

No hay comentarios: