martes, 7 de julio de 2009

15° domingo ordinario, B (12 julio 2009)


Texto a reflexionar y orar:
Marcos 6, 7-13
(“llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos”).

Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario, hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.
El relato del evangelio es un sumario, un resumen. Rechazado de su patria chica, Jesús vuelve al camino y a las enseñanzas; a la increencia de sus vecinos responde predicando. A la cerrazón de sus compatriotas responde Jesús asociando a su quehacer personal cuantos con él conviven; no se deja vencer por el fracaso: multiplica sus esfuerzos multiplicando por doce la entrega a su misión.
Los doce apóstoles harán lo que aprendieron de Jesús e incluso más. La obediencia del discípulo no es mimética: el apóstol que se mueve dentro de las normas recibidas, sabrá inventar lo que su Señor realmente le exige en cada momento.
Antes de ser enviados, los doce han permanecido con Jesús como grupo estable; junto a Él han aprendido los secretos del Reino y han experimentado su poder contra el demonio y la muerte; y han hecho experiencia de vivir en comunidad con Él. Experimentada la convivencia se trata ahora de añadir una dimensión nueva al discipulado: la tarea misionera. Jesús los convoca y los envía por parejas y les da su propio poder. Se les da la orden de expulsar los demonios; porque para Jesús no hay modo más fidedigno de predicar la cercanía de Dios que luchar contra el mal y el maligno; la proximidad de Dios a los hombres se anuncia eficazmente alejando el mal y al Malo del mundo de los hombres.
Los elegidos, convocados por Jesús, son delegados y participan de su autoridad sobre los espíritus inmundos. Y habrán de ir de dos en dos: así tendrá validez jurídica su testimonio unánime. Los enviados reciben la potestad del que los envía: podrán expulsar demonios para legitimar su autoridad delegada y para instaurar, de modo claro y profundo, el reino que predican.
Quien impone la misión da también las reglas, y para Marcos, éstas no son opcionales, son órdenes para que quien se sepa, o se quiera, su enviado. Seguirlas al pie de la letra le hace auténtico apóstol de Cristo: el enviado es un mandado.
La misión convierte a la indigencia al apóstol. El apóstol de Jesús camina aligerado de carga; encargado como está de una misión que no puede retrasarse, el apóstol deberá ser desprendido más que austero y debe distinguirse por su pobreza radical. No tiene que sentir más necesidad que de aquello que le ayuda para el camino; su desprendimiento y la confianza en quien le envía y la confianza en el mensaje le confiere credibilidad.
La misión ha de llegar a cuantos más sea posible; y para los que llegue ha de ser total: conversión y sanación.

Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.
La misión de los doce nace, dentro de la misión de Jesús, prolongándola: de hecho les da todo su poder y unas estrictas normas de comportamiento. Y como ya hay alguien que continua su tarea, Jesús desaparece momentáneamente de la narración. Mientras tanto, sus apóstoles toman su lugar y actúan según sus directrices.
Para Mateo lo decisivo es que quien es comisionado por Jesús, deberá realizar la tarea encomendada como la pensó quien lo envía: Jesús elige a sus representantes y les impone el modo de representarlo; serán apóstoles si se comportan como les ha mandado.
Quien impone la misión, da también las reglas. La normativa para la misión cristiana proviene de Jesús en persona. Sus instrucciones no son pues, opcionales, son órdenes para quien se sepa enviado, seguirlas al pie de la letra le hace auténtico apóstol.
Al enviado ha de bastarle la elección y el evangelio como motivo y viático: todo lo demás le sobra. La orden de Jesús impone la pobreza a los apóstoles; la misión convierte a la indigencia al apóstol. Les impone Jesús, una forma de vida menesterosa en extremo y, por tanto, dependiente de la ayuda ajena: faltos de casi todo, dependerán de casi todos. El apóstol de Jesús camina aligerado de la carga, encargado como está de una misión que no puede retrasarse. El evangelio de Jesús y la misión de representarlo son el viático de sus enviados.
Los enviados de Jesús han de distinguirse por su radical pobreza: no tienen que sentir más necesidad que de aquello que les ayuda para el camino, bastón y sandalias; su desprendimiento y la confianza en quien les envía y el mensaje les confieren credibilidad. Quien tiene la misión y el evangelio en el corazón, soporta tener las manos y la bolsa vacías.
Por otra parte, donde el evangelio encuentre un oyente, allí ha encontrado su hogar el enviado; la necesidad que tiene el misionero de ser acogido es sólo reflejo de la urgencia que tiene el evangelio de encontrar audiencia.

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.
Señor Jesús, que para multiplicar tu obra misionera te dejaste representar por aquellos que has elegido, sigue reaccionando ante el rechazo que sufres hoy como lo hiciste el día en que instituiste los doce. Si quienes te conocen, no te creen, renueva tu compromiso con Dios y su reinado y envía a quienes se encuentran a tu lado en su nombre y con tus poderes. No te defraude nuestra indiferencia ni te hastíe nuestra incredulidad. Envíanos tus representantes, que curen nuestros males y nos hablen de Dios, como tú lo hacías. Y si me sigues manteniendo confianza, confíame tus poderes y el evangelio y mándame en tu lugar y con tu misión: quiero prolongar tu nombre y tu tarea entre los míos.
Sé que impones normas estrictas a tus enviados; aceptaría, si cuentas conmigo, la pobreza de vida como modo de evangelización; tu evangelio y tus poderes serán mi único viático, si tú me mandas como tu delegado. Para que sea digno apoderado tuyo, apodérate tú de mis bienes: sea la buena noticia del reino mi posesión preciada y no ponga precio yo a cuanto poseo o me falta. Hazme el pobre que tú quieres que sea, para que sea el evangelizador que me mandas ser. Pon tu evangelio en mi corazón, para que no tenga en mis manos otras tareas ni en mi mente intereses diversos.
Descúbreme mi hogar ahí donde encuentre acogida el evangelio; que logre asiento y morada donde moran tus hijos, que permanezca satisfecho entre quienes te aceptaron de corazón. Hazme intransigente con quien no te soporta y atento con quien te atiende. Dame la valentía de romper con cuantos no te quieran y de quedarme con quienes te reciban; rechace yo al que te rechaza y encuentre mi casa junto a quien te tenga en el corazón. Devuélveme familia y hogar en todos los que, gracias a tu envío, reciben el evangelio de mi apostolado.

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón, adora, alaba y bendice a Dios.
Toma conciencia de ser escogido y enviado por Dios. Tú, con tus miedos y fracasos, con tus fuerzas e ilusiones eres elegido y enviado. Ha sido Él quien se ha fijado en Ti, te ha mirado, te ha llamado, te ha ofrecido un proyecto, te ha amado y te sigue amando.

Dios les bendiga. P. Cleo, sdb.

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