martes, 3 de noviembre de 2009

32º domingo ordinario, B (8 noviembre 2009)


Evangelio que vamos a orar y meditar:
Marcos 12, 38-44.

En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: ¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso.

En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas: Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir”.


Lo que dice el texto:
En este Evangelio se reúnen dos relatos distintos pero complementarios. En ambos encontramos a Jesús en el Templo, y en la primera parte también están la multitud y los escribas; mientras que en la segunda parte también en el templo, la gente, muchos ricos y una viuda pobre. Tanto en una parte como en la otra se diferencian la actitud de los escribas que buscan reverencias, asientos de honor, primeros puestos, hacen ostentación de largos rezos y arrebataban los bienes de las viudas; y en la otra parte, los ricos que echaban dinero en abundancia en las alcancías del templo y la pobre viuda que ha echado todo lo que tenía para vivir: sus dos últimas monedas. Se repite con frecuencia la palabra echar: “echaban de lo que les sobraba” y “ha echado todo lo que tenía para vivir”. En ambos reatos se hallan unidos por una palabra: “viuda”. Contrasta la actitud de avidez, por parte de los escribas, hacia los bienes de las viudas, y la sencillez y generosidad de la viuda, frente a los ricos ostentosos. Este relato habla por si solo, sobre la actitud hacia Dios y hacia el ser más indefenso, como pude ser una viuda.

Meditación desde el texto:
Jesús nos enseña que ser como los escribas no es seguir a Jesús, porque ellos buscan todo para ellos. Que si nos guardamos solo para nosotros seremos juzgados como a esos escribas

Y nos hace reflexionar en el ejemplo de un rico y una viuda pobre: el rico echaba en las alcancías lo que le sobraba y la viuda echaba dos moneditas puesto que era todo lo que tenía para vivir. Nos enseña que debemos darlo todo y darnos totalmente. Esa pobre viuda nos enseña a confiar totalmente en Dios, puesto que era el único que le ayudaría.

En la liturgia de hoy las mujeres juegan un papel predominante y positivo. Además se trata de mujeres viudas, con toda la precariedad que ese término traía consigo en los tiempos remotos del profeta Elías (siglo IX a. C.) y de Jesús. No pocas veces la viudez iba unida a la pobreza, e incluso a la mendicidad. Sin embargo, los textos sagrados presentan estas dos buenas viudas no como ejemplo de pobreza sino como ejemplo de generosidad. La viuda del templo es una mujer excepcional. Siendo como era pobre y necesitada, no tenía ninguna obligación de dar limosna para el culto del templo o para la acción social y benéfica que los sacerdotes realizaban en nombre de Dios con las ayudas recibidas. Si tuviese obligación, su acción sería generosa porque dio todo lo poco que tenía, todo su vivir. Su gesto brilla con luz nueva y esplendorosa, precisamente porque se sitúa más allá de la obligación, en el plano de la generosidad amorosa para con Dios. El contraste entre la actitud de la viuda y la de los ricos que echaban mucho, pero de las sobras de sus riquezas, ennoblece y hace resaltar más la generosidad de la mujer. La generosidad de las dos viudas mana de la generosidad misma de Dios, que se nos manifiesta en Cristo Jesús. Generosidad de Jesús que se ofrece de una vez para siempre en sacrificio de redención por todos.


Oración desde el texto y desde la vida:
La generosidad del corazón. Cuando la generosidad no sólo afecta al bolsillo, sino también al corazón, es más auténtica. Si tienes mucho, da mucho; si tienes poco, da de ese poco, pero tanto en un caso como en otro, hazlo con toda la sinceridad y generosidad de tu corazón. A los ojos de Dios eso es lo que más cuenta.

Señor, Generoso, ¿hasta dónde? En este asunto, no hay leyes matemáticas. El principio fundamental está claro: da, sé generoso. Qué dar, hasta dónde llegar en la generosidad, no admite una sola y única respuesta. Serán las circunstancias las que irán marcando ciertas pautas a nuestra generosidad: por ejemplo, un terremoto o un huracán, una inundación ingente y destructora, una guerra tribal, una epidemia, etcétera. Sobre todo, será el Espíritu de Dios el que irá indicando a cada uno, en el interior de su conciencia, las formas y el grado de llevar a cabo acciones generosas, nacidas del amor, nacidas del corazón. Lo importante es que ninguno de nosotros diga jamás: "hasta aquí". No es posible poner límites al Espíritu de Dios. No está mal que nos examinemos y preguntemos: ¿Estoy dando todo lo que puedo? ¿Estoy dando todo lo que el Espíritu Santo me pide que dé? ¿Estoy dando como debo dar: desprendidamente, generosamente, sin buscar compensaciones? Consideremos la generosidad una gracia de Dios, y pidámosla con sencillez de corazón, pero también con insistencia. Que Dios no la negará a quien se la pida de verdad. Son muchos los que tienen necesidad y se beneficiarán de nuestra generosidad.


Contemplación: Alabo y bendigo a Dios y dejo que su Palabra penetre mi interior y me ilumine para hacer su Voluntad.

Estamos terminando el Año Litúrgico y el mismo texto es una invitación para ir haciendo un balance de nuestra vida durante este año que termina, en relación a nuestro seguimiento de Jesús y nuestro amor a nuestros hermanos. Feliz Domingo,

Nacho, SDB.

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