miércoles, 25 de noviembre de 2009

1er. domingo adviento, C (29 noviembre 2009)

Texto a meditar y orar
Lc 21, 25-28. 31-36

Lectura. Con un lenguaje apocalíptico y catastrófico, el evangelista narra la venida del Hijo del hombre como un gran acontecimiento de liberación. Todo el relato habla de un desorden de los seres creados, orientado todo ello a la venida, a la venida del Hijo del hombre; es más, el mismo hombre mostrará un miedo grande al ver las manifestaciones de la creación. Pero para el creyente se acercará la hora de su liberación. Las señales que pudieran ser atemorizantes, pasan a ser señales esperanzadoras, llenas de la presencia del “esperado”.

La venida del reino de Dios, exige una capacidad de discernimiento en el creyente, lo mismo que una actitud de confianza en las palabras de su Señor. Lo mismo exigirá renuncia, templanza, atención y la actitud fundamental, la de la oración como medio que puede salvar de lo que va a suceder y que prepara a su vez, al encuentro con el Hijo del hombre.

Lucas a diferencia de Mateo y Marcos, no pretende, con este pasaje, anunciar el fin del mundo, se refiere más bien a la proximidad del reino y se relaciona con la predicación de Jesús. Pero eso no impide que Jesús exhorte a los creyentes a que estén atentos. Deben comportarse como el servidor que espera a cualquier hora el regreso de su dueño. Así podrá presentarse el día del juicio sin temor ante el Señor.


Meditación. Le venida del Hijo del hombre presenta la llegada de un gran acontecimiento de liberación. Las señales serán la manifestación más palpables de esa próxima llegada. Es el acontecimiento grande al cual deberán estar puestos los ojos del creyente y del cual deberá estar llena de esperanzas y de ilusiones el corazón del seguidor de Jesús. Porque lo ha prometido el Señor, el evangelista Lucas dice que regresará con poder y gloria.

La actitud del creyente será de discernimiento de las señales de su venida y de una “pronta” venida. Llegará en el momento menos esperado y el creyente está obligado a discernirlo; porque toda su postura es de quien se encuentra preparado y dispuesto en toda su persona y con toda su disposición, no apegándose a las cosas que la normalidad de la gente considera importantes, sino dejándose libre de todo para esperar el acontecimiento como liberación plena de cualquier esclavitud.

La oración será el alimento de todo buen creyente que vive esperanzado; será el criterio de discernimiento de los acontecimientos para quien trata de descubrir en las señales la pronta presencia de su Señor y es también la oración la que mantiene en tensión constante no perdiéndose en cosas innecesarias. Y además se cuida de no entorpecer su mente y su corazón con otros distractores y cosas que le alejen de tener puesta toda su atención en lo que está por llegar, su Señor..


Oración. Señor, Jesús. Con éste tiempo de Adviento, te pido que mi corazón vibre con la gran esperanza de tu pronta venida. Que anhele tu pronta venida como la hacían los judíos por la llegada de su Salvador y liberador, como la anunciaron los profetas y como lo proclamaron los primeros creyentes que viviendo esperanzados se prepararon y se dispusieron a la pronta venida de tu Persona.

Te quiero manifestar el deseo que se vuelve un grito de liberación. Marana-tá, “Ven Señor, Jesús”, que te esperamos porque eres la esperanza de nuestras vidas y porque con tu presencia se hace realidad el reino que nos tienes prometido.

Mientras llega éste momento de tu venida, envía tu Espíritu Santo sobre nuestras personas, sobre tu Iglesia y sobre nuestros corazones, para que descubramos tu presencia en nuestro mundo, para que fortifique nuestra fe y esperanza y para que nos ayude a discernir los signos del tiempo y de tu pronta venida. Que nos dé la confianza de los hijos de Dios que esperan su venida y que las señales de destrucción de nuestro mundo nos hagan descubrir tu inminente llegada y más que asustarnos nos llenen de confianza en que tu tiempo está llegando, porque suspiramos con los pulmones llenos del Espíritu Santo que venga a nuestro mundo.

Que la oración y nuestra continua relación de intimidad contigo, nos haga mantenernos firmes y apegado a tus criterios. Que no embotemos nuestra mente y nuestro corazón con las necesidades de ésta vida y con las preocupaciones de cada día, sino que nos mantengamos en continua tensión hacia Tí y a tu pronta venida; que las cosas sean medios e instrumentos que nos hacen crecer en la manifestación de tu reino y de tu llegada y no nos cierren al encuentro de tu pronta venida.

Hoy, Señor, te pido que manteniéndonos con los ojos puestos en Ti y en tu pronta venida, porque te sentimos como el Amado, mantengas nuestro corazón ardiendo de esperanza y nuestras manos ocupadas en construir y preparando tu pronta venida en nuestro mundo.

Gracias y “Ven Señor Jesús”.


Contemplación. Me siento consolado en mi vida y en mi persona al saber que el Señor viene, su reino llega y se acerca el tiempo de la liberación. Y mientras la Palabra de Dios ilumina mi vida y la capacidad de esperar sólo en El su pronta liberación. Vivo en una constante tensión llena de esperanza. Sólo a Él espero; Él es la realización plena de la vida.



Dios te bendiga. P. Cleo sdb

martes, 17 de noviembre de 2009

Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, B (22 noviembre 2009)



Texto de Juan 18, 33-37



En aquel tiempo, preguntó Pilato a Jesús: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús le contestó: “¿Esto lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?” Pilato le respondió: “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?” Jesús le contestó: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habrían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.

Pilato le dijo: “¿Conque tú eres rey?” Jesús le contestó: “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.



(Léelo serena y tranquilamente una o varias veces hasta desentrañar parte de su estructura, personajes y organización)



Lectura (Lectura de lo que dice el texto en si mismo para entenderlo mejor):
Se termina el año litúrgico con la Solemnidad de Cristo Rey. El relato de San Juan nos sitúa en el contexto, después de que Jesús es traicionado, apresado y llevado ante las autoridades judías y está ahora delante de las autoridades romanas: Pilato. Pilato tiene delante a Jesús, al que tenías deseos y curiosidad de conocerlo y le hace estas preguntas: ¿Eres Tú el Rey de los judíos? ¿Qué es lo que has hecho? ¿Conque Tú eres rey? Jesús le responde para indicarle cómo es su Reino del que El es rey: “Mi reino no es de este mundo. Soy Rey, vine para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz” Fue lo único que le respondió. Se siguió después el camino para morir en la cruz, su trono.



Meditación (Reflexión personal y profundización sobre la palabra, lo que a mí me dice ahora en mi familia, vida y circunstancias):
Esta Solemnidad de Cristo Rey recuerda a los creyentes que El es el único Señor, al que hay que orientar la historia del mundo, social, personal y comunitaria. Pilato le pregunta: ¿Tú eres Rey de los judíos? Y la respuesta de Jesús clarifica que ese poder real no esta separado de su persona; y si es Rey, lo es de un Reino que no es de aquí, que no depende de las armas, ni de la violencia; su dominio real es dar “testimonio de la Verdad”, y sus súbditos serán testigos de la Verdad puesto que escuchan su voz. “Ser de la verdad” para San Juan significa un modo de vivir, de pensar, de actuar que es fruto de una habitual sintonía con la Palabra de Cristo que se vuelve el único criterio de vida en la existencia del creyente.



Oración (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio. Le respondo):
Señor, delante de Pilato das testimonio de que eres Rey; das testimonio de la Verdad, sin importarte las consecuencias; delante de la presencia del poder temporal eres testimonio que el verdadero poder es el del Padre, el del Cristo y el del Espíritu Santo. Señor, que todas las gentes acepten ese reinado del Cristo Señor, que vino a instaurar al anunciar el Reino de Dios; que “ser testigos de la verdad” nos haga vivir, pensar, actuar en sintonía con la Palabra de Cristo; de tal manera, que sea el único criterio de vida. Señor que te adoremos, alabemos y vivamos solamente para Ti.



Contemplación (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar, adoro y alabo, y tomo decisiones para actuar de acuerdo a la Palabra de Dios en mi vida ordinaria personal, familiar, social, laboral, escolar…)


Saludos y bendiciones. Feliz Domingo.
¡Viva Cristo Rey!.
Nacho, SDB.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

33º domingo ordinario, B (15 noviembre 2009)


Texto a meditar y orar:
Marcos 13, 24-32

LECTIO. Lee y asimila la Palabra de Dios.
El mensaje de este día es de “esperanza”: la historia está orientada no hacia la catástrofe, como parece desprenderse de la lectura del Evangelio, sino al cumplimiento del reino de Dios. El cristiano está comprometido en la colaboración de la construcción de un mundo que se anticipa y prepare y anuncie el mundo futuro.
La doctrina escatológica del Nuevo Testamento se diferencía de la del Antiguo Testamento sobre todo por su poner a Cristo al centro de la historia y de la vida. Es Cristo aquel al cual el Padre ha unido la esperanza y el futuro del hombre.
El Evangelio que hoy leemos es el último discurso de Jesús; un discurso difícil de interpretar, tanto por el contenido, que describe el misterio del cumplimiento final de la historia; como por el lenguaje, que es el lenguaje típico del apocalipsis judaicos bíblicos y extrabíblicos.
Al profundizar en la literatura apocalíptica, caracterizada por fuertes contrastes y por una gran variedad de imágenes simbólicas, es necesario poner atención para distinguir entre el “lenguaje” y el “mensaje”, y para evitar dejar en segundo plano lo que es esencial y no privilegiar aquello que es accidental o accesorio.
Es la parte central del discurso escatológico de Jesús. Y se divide en tres partes: a) la venida final del Hijo del hombre; b) la parábola de la higuera; c) los dichos sobre la certeza y la imprevisibilidad del final.
Cuando el relato describe los signos que precederán el cumplimiento del evento final de la historia, las imágenes dejan ver el lenguaje apocalíptico del Antiguo Testamento; pero no se quiere afirmar con estos textos el final del mundo: lo manifiesta el hecho de que una lectura atenta del texto hace ver que la tierra no viene tocada en lo mínimo; el escenario de los sucesos se da en los astros y en los espacios celestes; y tienden todos estos eventos a hacer ver como central la aparición y la manifestación luminosa del Hijo del hombre.
La descripción de los sucesos cósmico pretende subrayar el carácter revolucionario de la venida del Hijo del Hombre. Las nubes, la potencia y la gloria, son todos elementos del Antiguo Testamento que hablan de la presencia y de la potencia de Dios.
El fin último de la “parusía” de Cristo, Hijo del hombre, es aquel de reunir a los elegidos: es este el verdadero vértice y el centro de todo el discurso escatológico.
Marcos habla de la parusía, como realización del gran sueño y de la incesante esperanza que se vivía en el Antiguo Testamento y que proclamaban.
San Marcos subraya la cercanía de la venida en la gloria de Cristo; por otra parte rechaza fijar una fecha precisa y se rebate su imprevisibilidad.
Las previsiones humanas respecto del fin del mundo no quedan en una comunidad cristiana: el único criterio de referencia y de discernimiento es la palabra de su maestro. Sólo la Palabra de Jesús, puede ofrecer la exacta comprensión de la situaciones históricas; sólo la palabra de cristo puede sostener la esperanza cristiana aún delante de las persecuciones y de los eventos negativos; sólo la Palabra de Cristo puede fundar y motivar una correcta actitud de vigilancia activa y de testimonio responsable contra las tentaciones siempre posibles de resignación, de desconfianza y de pesimismo

MEDITATIO. Relee y medita en tu corazón la Palabra de Dios
El texto de Marcos mostrando la dimensión cristológica de la escatología cristiana, va al encuentro de una persona, de un evento personal, donde nuestra libertad personal y la de todos los hombres será plena en el Señor Jesús.
La esperanza cristiana tiene su última expresión y más grande en el evento escatológico de la Pascua del Señor Jesús. La parusía es la Pascua de Jesús en su definitividad para la historia y para el hombre.
La esperanza cristiana y de la comunidad creyente tiene el rostro del Señor Resucitado que viene con “gran poder y gloria”. Es decir que manifiesta su pobre e indefenso amor crucificado y transfigurado en la resurrección como el sentido último, decisivo y definitivo de la historia.
Si la escatología es vivir en tensión hacia la realización plena de los tiempos según el proyecto de Dios; el fin de los tiempos es la persona de Jesús, porque El es el escatológico cristiano; es la figura que se vuelve llamada a la fe, a la conversión, a la vigilancia. Jesús Resucitado que se presenta en la plenitud de la gloria, es la voluntad última de Dios; es el bien y la verdad absoluta del hombre.
La esperanza cristiana tiene en esta párrafo evangélico un aspecto simbólico; tiene la forma de la parábola, del signo; (la higuera). Vivir los momentos de la vida con esta capacidad de profundidad, con esta mirada de ulterioridad.
Permanecer en esta fecunda tensión es la figura cristiana de la esperanza.
De aquí deriva una mirada diversa sobre la historia y que llamamos “discernimiento”; y éste se sitúa entre la consciencia de la insuperabilidad y permanencia de la palabra del Señor y la imposibilidad de encerrarla en una figura presente. La esperanza cristiana tiene la figura del discernimiento y de la decisión práctica; trata de leer la historia a la luz del absoluto llamado de su palabra que exige el riesgo de mi libertad.
Sólo así el reino viene: viene como un don que suscita mi empeño, viene como posibilidad que mueve mi libertad; viene como mandamiento que suscita mi fe; como figura personal que exige seguimiento. Del discípulo y de la comunidad.

ORATIO. Reza con la Palabra de Dios
Dios y Padre Bueno, que en la Venida de Cristo Jesús tu Hijo has manifestado a los hombres la llegada de tu Reino. Te doy gracias por presentarlo como la realización hacia la cual tiende la creación y la historia de los hombres.
El es la manifestación plena de tu voluntad que quiere reunir en torno a El, a todos los hombres dispersos por el mundo; su Palabra es el criterio permanente del cumplimiento de todas las promesas a los que esperamos en la venida y la manifestación plena del Reino. En El se cumplen todas nuestras esperanzas; y en El encuentran alivio todas nuestras penas; nuestra vida se alegra y vive en esperanza porque El Señor Jesús está por llegar “rodeado de gloria y de poder” que le da la Resurrección.
Señor, enséñanos a discernir por los signos de los tiempos que tu venida está próxima; a saber interpretar las manifestaciones de tu llegada triunfante y a saber caminar por la vida con la esperanza del que sabe que su Señor llegará y se anhela su venida.
CONTEMPLATIO. Contempla agradecido lo que Dios ha hecho en tu vida.
Contempla en silencio la forma en que Dios ha intervenido en tu vida; las ocasiones en que has percibido su presencia y agradecele.
Tú, como creyente en Jesús estás invitado a alimentar tu esperanza en Él a base de inventar, e inventariar, los rastros de Dios en el momento presente; en lugar de agrandar la angustia ante los males inminentes o desesperar de una salvación que no se ve.

Un saludo y que Dios les bendiga. P. Cleo sdb.

martes, 3 de noviembre de 2009

32º domingo ordinario, B (8 noviembre 2009)


Evangelio que vamos a orar y meditar:
Marcos 12, 38-44.

En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: ¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso.

En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas: Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir”.


Lo que dice el texto:
En este Evangelio se reúnen dos relatos distintos pero complementarios. En ambos encontramos a Jesús en el Templo, y en la primera parte también están la multitud y los escribas; mientras que en la segunda parte también en el templo, la gente, muchos ricos y una viuda pobre. Tanto en una parte como en la otra se diferencian la actitud de los escribas que buscan reverencias, asientos de honor, primeros puestos, hacen ostentación de largos rezos y arrebataban los bienes de las viudas; y en la otra parte, los ricos que echaban dinero en abundancia en las alcancías del templo y la pobre viuda que ha echado todo lo que tenía para vivir: sus dos últimas monedas. Se repite con frecuencia la palabra echar: “echaban de lo que les sobraba” y “ha echado todo lo que tenía para vivir”. En ambos reatos se hallan unidos por una palabra: “viuda”. Contrasta la actitud de avidez, por parte de los escribas, hacia los bienes de las viudas, y la sencillez y generosidad de la viuda, frente a los ricos ostentosos. Este relato habla por si solo, sobre la actitud hacia Dios y hacia el ser más indefenso, como pude ser una viuda.

Meditación desde el texto:
Jesús nos enseña que ser como los escribas no es seguir a Jesús, porque ellos buscan todo para ellos. Que si nos guardamos solo para nosotros seremos juzgados como a esos escribas

Y nos hace reflexionar en el ejemplo de un rico y una viuda pobre: el rico echaba en las alcancías lo que le sobraba y la viuda echaba dos moneditas puesto que era todo lo que tenía para vivir. Nos enseña que debemos darlo todo y darnos totalmente. Esa pobre viuda nos enseña a confiar totalmente en Dios, puesto que era el único que le ayudaría.

En la liturgia de hoy las mujeres juegan un papel predominante y positivo. Además se trata de mujeres viudas, con toda la precariedad que ese término traía consigo en los tiempos remotos del profeta Elías (siglo IX a. C.) y de Jesús. No pocas veces la viudez iba unida a la pobreza, e incluso a la mendicidad. Sin embargo, los textos sagrados presentan estas dos buenas viudas no como ejemplo de pobreza sino como ejemplo de generosidad. La viuda del templo es una mujer excepcional. Siendo como era pobre y necesitada, no tenía ninguna obligación de dar limosna para el culto del templo o para la acción social y benéfica que los sacerdotes realizaban en nombre de Dios con las ayudas recibidas. Si tuviese obligación, su acción sería generosa porque dio todo lo poco que tenía, todo su vivir. Su gesto brilla con luz nueva y esplendorosa, precisamente porque se sitúa más allá de la obligación, en el plano de la generosidad amorosa para con Dios. El contraste entre la actitud de la viuda y la de los ricos que echaban mucho, pero de las sobras de sus riquezas, ennoblece y hace resaltar más la generosidad de la mujer. La generosidad de las dos viudas mana de la generosidad misma de Dios, que se nos manifiesta en Cristo Jesús. Generosidad de Jesús que se ofrece de una vez para siempre en sacrificio de redención por todos.


Oración desde el texto y desde la vida:
La generosidad del corazón. Cuando la generosidad no sólo afecta al bolsillo, sino también al corazón, es más auténtica. Si tienes mucho, da mucho; si tienes poco, da de ese poco, pero tanto en un caso como en otro, hazlo con toda la sinceridad y generosidad de tu corazón. A los ojos de Dios eso es lo que más cuenta.

Señor, Generoso, ¿hasta dónde? En este asunto, no hay leyes matemáticas. El principio fundamental está claro: da, sé generoso. Qué dar, hasta dónde llegar en la generosidad, no admite una sola y única respuesta. Serán las circunstancias las que irán marcando ciertas pautas a nuestra generosidad: por ejemplo, un terremoto o un huracán, una inundación ingente y destructora, una guerra tribal, una epidemia, etcétera. Sobre todo, será el Espíritu de Dios el que irá indicando a cada uno, en el interior de su conciencia, las formas y el grado de llevar a cabo acciones generosas, nacidas del amor, nacidas del corazón. Lo importante es que ninguno de nosotros diga jamás: "hasta aquí". No es posible poner límites al Espíritu de Dios. No está mal que nos examinemos y preguntemos: ¿Estoy dando todo lo que puedo? ¿Estoy dando todo lo que el Espíritu Santo me pide que dé? ¿Estoy dando como debo dar: desprendidamente, generosamente, sin buscar compensaciones? Consideremos la generosidad una gracia de Dios, y pidámosla con sencillez de corazón, pero también con insistencia. Que Dios no la negará a quien se la pida de verdad. Son muchos los que tienen necesidad y se beneficiarán de nuestra generosidad.


Contemplación: Alabo y bendigo a Dios y dejo que su Palabra penetre mi interior y me ilumine para hacer su Voluntad.

Estamos terminando el Año Litúrgico y el mismo texto es una invitación para ir haciendo un balance de nuestra vida durante este año que termina, en relación a nuestro seguimiento de Jesús y nuestro amor a nuestros hermanos. Feliz Domingo,

Nacho, SDB.