jueves, 30 de mayo de 2013

lectio 9 DOrd C

 
9 Domingo Ordinario, C.
Retomamos los Domingos del Tiempo Ordinario. Uno de los signos visibles en la Misa es el ornamento del celebrante que es de color verde.
Texto del Evangelio de San Lucas 7, 1-10.
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar a la gente, entró en Cafarnaúm. Había allí un oficial romano, que tenía enfermo y a punto de morir a un criado muy querido. Cuando le dijeron que Jesús estaba en la ciudad, le envió a algunos de los ancianos de los judíos para rogarle que viniera a curar a su criado. Ellos, al acercarse a Jesús, le rogaban encarecidamente, diciendo: "Merece que le concedas ese favor, pues quiere a nuestro pueblo y hasta nos ha construido una sinagoga". Jesús se puso en marcha con ellos.
Cuando ya estaba cerca de la casa, el oficial romano envió unos amigos a decirle: "Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano. Porque yo, aunque soy un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes y le digo a uno: '¡Ve!', y va; a otro: '¡Ven!', y viene; y a mi criado: '¡Haz esto!', y lo hace.
Al oír esto, Jesús quedó lleno de admiración, y volviéndose hacia la gente que lo seguía, dijo: "Yo les aseguro que ni en Israel he hallado una fe tan grande". Los enviados regresaron a la casa y encontraron al criado perfectamente sano.
Lectura (lectura de lo que dice el texto en sí mismo para entenderlo mejor): Después de hablarnos San Lucas de las Bienaventuranzas, en este relato nos hace ver la fuerza salvadora de la Palabra de Jesús. El protagonista es un soldado, es decir, un oficial romano que tenía bajo sus órdenes a cien hombres. Es un pagano. No era parte del pueblo de Israel, sin embargo tiene un interés religioso. Es un primer pagano convertido. Estaba bien relacionado con los hebreos y les había construido una sinagoga; de tal manera que hasta ellos le piden a Jesús que intervenga en su favor. Este oficial romano no intenta acercarse personalmente a Jesús; y manda a gentes para que intercedan por él y lo dice con palabras de conmovedora humildad: "no soy digno… de que entres en mi casa". Y esta fe tan grande del centurión la deposita sólo en Jesús, porque reconoce que Jesús es el Señor. Le basta que diga una sola palabra… Y encontraron al siervo sano. Y Jesús ni siquiera dice una palabra y ni hace nada… Porque el verdadero milagro es la fe en Jesús. "No he encontrado una fe tan grande", dice Jesús.
Meditación (Reflexión personal y profundización sobre la Palabra, lo que me dice ahora, a mí personalmente, en mi familia, vida circunstancias): Quizá a muchos cristianos en el momento de la Eucaristía al escuchar esas palabras: "… no soy digno de que entres…" habrán sido de agradecimiento por lo que dijo aquel centurión romano; y nosotros repetimos y reflexionamos esas mismas palabras antes de recibir el pan de vida que es Jesús. Esas palabras son como un himno de la fe humilde y adoradora; porque el Evangelio ha llegado para todas las gentes de todos los tiempos; la grande bondad humana de que se es capaz; la atención a los débiles; y sobretodo esa fe verdadera y profunda que es capaz de todo al depositarla en el Señor Jesús. Es el Evangelio, es la Buena Nueva  que está donde está Jesús, cuando Él lleva la salvación cuando toca a toda persona, en su corazón y en su cuerpo. Esa Palabra potente de Jesús la ha encontrado este centurión romano
Oración (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio): "Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa" es aquella actitud de quien se siente pequeño y pobre delante de la grandeza y potencia del Señor, porque es la condición mejor  para que exista la oración; la confianza y esa apertura al don del Señor. "Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano"; es decir, sólo tú puedes salvarnos, salvarme. Gracias, Señor.
Contemplación (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar, adoro, alabo y tomo decisiones para actuar de acuerdo a la Palabra de Dios en mi vida ordinaria, personal, familiar, social, laboral, escolar…) La fe en Jesús me hace misionero, es decir, el anunciar a los demás que el Señor nos ha sanado, salvado. La fe en Jesús me hace vivir con grande alegría.
Año de la Fe.
 
La Paz con ustedes.


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