jueves, 29 de enero de 2009

4º domingo ordinario, B (01 febrero 2009)


San Marcos 1, 21-28

Evangelio.
En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.

Lectura: Estamos comenzando la lectura del evangelio según San Marcos y vale la pena recordar la persona de Juan el Bautista que fue arrestado, el bautismo de Jesús y su paso por las tentaciones en el desierto y, finalmente, el llamado que hace a los cuatro primeros discípulos, comenzando con ellos su predicación y el llamado a seguirle abriéndose a la conversión. El evangelio de hoy, continuación de los pasajes que hemos mencionado, nos deja ver a Jesús ya seguido por sus primero discípulos, e instalados como comunidad en Cafarnaúm, la población más grande a orillas del lago de Galilea. Marcos también nos muestra a Jesús como judío que cumple con sus derechos y deberes religiosos presentándose el día sábado en la sinagoga, o casa de oración, para ofrecer como maestro su propio comentario de las escrituras. Es central en el texto la intención de distinguir la autoridad propia y real con que enseña Jesús de aquella con que enseñan los maestros y profesionales de la ley que hacen referencia a otros maestros. Su autoridad le viene de Dios y queda confirmada por la eficacia de su palabra pues calla y aniquila al espíritu malo sanando a un enfermo. Sólo ese espíritu lo reconoce “el Santo de Dios”, mientras que la gente que lo ve y lo sigue se pregunta por Jesús, por lo que dice y lo que hace. Con esto comienza a extenderse su fama de hombre con autoridad para expulsar al mal y sanar a enfermos por toda Galilea.

Meditación: El domingo pasado Jesús decía que “el tiempo estaba cumplido y el Reino había llegado”, en su persona y con su persona. Con el hecho de hoy lo confirma y la presencia de Dios, su amor y su salvación, entran a nuestro mundo para expulsar al mal. Jesús, venciendo a los espíritus malos introduce e instaura el Reino de Dios entre sus hermanos. El no sólo es el profeta anunciado por Moisés en la primera lectura de hoy, sino instaurador del Reino con sus palabras y sus obras. Él hablará en nombre de Dios y su palabra obrará lo que pronuncia. De este modo Jesús es presentado por San Marcos en su evangelio primero como un nuevo Moisés que enseña y habla en nombre de Dios, y aún más que eso, como Hijo de Dios porque su palabra tiene cumplimiento aniquilando al malo. Cuando Jesús habla callan los espíritus inmundos, ninguna palabra puede sobreponerse a la suya ni tiene la eficacia liberadora sobre los hombres como la suya. El hombre poseído estaba en la sinagoga y parecía oír sin llegar a escuchar, sabía quién era Jesús sin reconocerlo presente en su vida. Con frecuencia nosotros, estando en nuestros templos públicos y capillas privadas (nuestro interior) ni escuchamos ni reconocemos realmente a Jesús, porque podemos estar invadidos por malos espíritus lejos y apartados de él. En el fondo de nuestros corazones, en esa capilla particular que todos tenemos y somos, habitan presentimientos, dolores, heridas, amarguras, decepciones y desilusiones que no nos atrevemos a manifestar delante de Jesús, porque son nuestra verdad más profunda. Demasiado ruido provocado por nosotros mismos no nos deja escuchar la voz liberadora de Jesús, y muchas imágenes provocadas por miedo a la verdad de fondo no nos dejan reconocer realmente a Jesús. Nos hemos taponado los oídos y la voluntad de tal manera que no pueda penetrar la voz de Dios. Preferimos escondernos detrás nuestros gustos y comodidades preferidos, detrás de trabajos y reales o supuestas responsabilidades, incluso detrás de piadosas actividades para que nadie note cómo nos va ni cómo estamos realmente allí dentro, en lo profundo de nuestra sinagoga, perdidos entre los demás que también cumplen con sus deberes religiosos. Pero Jesús descubre nuestro mal espíritu y, por amor a nosotros se impone a él, lo desenmascara, lo expulsa y nos deja libres. De ese modo podremos reconocer su autoridad sobre el mal, sobre nuestro mal, y pasar a reconocerle y testimoniarle como el Hijo de Dios y Salvador de nuestras vidas. No querer escuchar, no querer ver, no querer movernos hacia Jesús, aún estando en medio de una “sinagoga”, es un real atentado a nuestra libertad, a nuestra felicidad y a nuestra pertenencia a Dios. Jesús nos quiere también curarnos de nuestro individualismo y llevarnos a la comunidad, (sinagoga, Iglesia), para seguir y reconocerlo sólo a Él.

Oración: Te invito a hacer oración diciendo: “Señor Jesús, vengo a ti con todo lo que no me gusta mirar dentro de mí, con todas las cosas feas e insoportables, con tantos malos espíritus que quiero esconder delante de ti, de mí mismo y de los demás, aunque viva con ellos y rece con ellos sin llegar a reconocerte a ti como Dios y salvador. Te presento mi supuesta verdad y malos espíritus y te pido que les ordenes con la fuerza de tu amor y de tu palabra que se callen y salgan de mí. Limpia mi mente y mi corazón para pensarte y acogerte, limpia mis oídos y mis ojos para escucharte y para verte, da fuerza a mi débil y cobarde voluntad para animarme a ser tu testigo. De los espíritus malos que me seducen y me atan, líbrame Señor. Líbrame de la seducción de mi vida individual y buscar formar la comunidad de amor, fraternidad y servicio, que tu has querido y has dado la vida. Líbranos de ese mal espíritu, y concédenos ese espíritu de Comunión”.

Contemplación: Estás invitado durante los próximos días a exponerte delante de Jesús en oración y a presentarle los malos espíritus que has dejado entrar a tu vida y hasta los has cultivado y promovido. Ejercítate, tú , y de ti con los demás, en la oración que nace de lo profundo donde reconocemos nuestra incapacidad de sacarlos por nosotros mismos y dejemos que su palabra amorosa retumbe en el fondo de nuestra vida, puesto que no forma Iglesia, Comunidad: “Cállate y sal de él, sal de nosotros”.

Un abrazo y oraciones. El día de San Juan Bosco, 31 de Enero, hemos comenzado en la Familia Salesiana el AÑO SANTO SALESIANO, en este 2009, por los 150 años de la fundación de la Congregación Salesiana por Don Bosco.



Nacho, SDB.

viernes, 23 de enero de 2009

3er. domingo ordinario, B (25 enero 2009)


Texto
Marcos 1,14-20


Lectura:
Definido como el “evangelio de Dios”, es decir como el agradable anuncio de la salvación obrada y ofrecida por Dios, el kerigma que el Cristo pronuncia en la apertura de su misión
“El tiempo se ha cumplido” es la primera declaración profunda de teología: es decir que la historia de la salvación alcanza en Cristo su plenitud. Él es el punto máximo de las expectativas del Antiguo.Testamento y que ahora en el Nuevo Testamento todo deberá ser leído a la luz del Cristo mismo. “El reino de Dios está cercano”, éste es el segundo tema, en donde Dios en la historia tiene un proyecto para actuar, un proyecto por realizar y ese proyecto es “el reino”. Un plan cuya actuación ha iniciado en Cristo y que es todavía “cercano” por encarnarse continuamente en la trama obscura e incierta de la historia de los hombres.
A la intervención de Dios debe responder el esfuerzo humano. Esto se manifiesta ante todo en la “conversión”. “La fe en el evangelio”, es decir la adhesión a Cristo que es quien salva y quien libera,. Un anuncio que se lleva adelante por medio de heraldos, de “pescadores de hombres”: aquí está entonces la narración de la vocación de los primeros discípulos inmediatamente conectada a la proclamación de Jesús. La escena tiene un valor ejemplar más que histórico: “Abandonar las redes y al padre” (son dos extremos: sociedad y familia) para indicar el desapego total de cuanto se tiene de más precioso por el reino y la aventura misteriosa

Meditación:
Es significativo que en el inicio del ministerio público de Jesús la primera predicación del Reino vaya seguida de la vocación de los primeros discípulos. Las dos acciones con las que se estrenó Jesús fueron la evangelización de Galilea y la creación de un grupo de discípulos: el surgimiento del discípulo es el primer signo de la llegada del Reino. En el relato de la vocación están explicitadas, en síntesis esencial, los rasgos característicos del discípulado: la iniciativa es de Jesús, quien antes de llamar contempla a los hombres, enfrascados en sus quehaceres cotidianos; la invitación de Jesús es imperiosa, pues concede lo que pide: el seguimiento inmediato; la convivencia con Jesús cambia de profesión y de familia a los llamados. Una predicación de la que no surgen, como primer fruto, discípulos no es evangélica: el Reino aparece donde nacen hombres capaces de dejar lo que son y cuanto tienen por seguir más de cerca a Jesús. Habría que cuestionar, pues, una evangelización que no logra suscitar vocaciones: si no surgen compañeros de Jesús allí donde se le predica, ni se conoce el reino de Dios ni se ha encontrado a Cristo.
. Jesús presenta su mensaje más importante; detrás de su vida y motivo de su muerte estuvo la predicación del Reino de Dios por venir; todo lo que Jesús enseñó y cuanto hizo por los pueblos de Galilea debe considerarse consecuencia de su propia convicción: “el plazo se ha cumplido, está cerca el Reino de Dios”. El misterio personal de Jesús nos resulta evidente, si logramos entender esas palabras suyas, las primeras que el evangelio nos transmite; en ellas se esconde el secreto íntimo de Jesús de Nazareth. Tocaríamos su persona y sus convicciones si escucháramos ésa su predicación y aceptáramos su convicción de que, estando Dios y su Reino al caer, ha llegado el momento de la fe y de la conversión.
El Reino de Dios era en tiempos de Jesús, el símbolo de todo cuanto un pueblo creyente esperaba de Dios. Aquello que caracteriza el mensaje de Jesús no era tanto que hablase de un reino por venir, sino el que lo anunciara ya cercano, próximo, al alcance de la mano...de todo el que se convirtiera. “Creed en el Evangelio”.
Precisamente porque el reino de Dios está a las puertas, el plan de Dios y vuestros deseos más íntimos están a punto de realizarse: hace falta tan sólo creérselo. La conversión más profunda y más difícil también, que Dios pide, es la de fiarse de Él, la de confiar en sus promesas, la de tomar en serio su palabra. Hacemos vanos sus mejores proyectos sólo porque nos encuentra incrédulos, incapaces de conceder que Dios pueda tener interés en un mundo como el nuestro, en persona como nosotros: desconfiados sin esperanza, sin ilusión para soñar algo mejor de cuanto podamos darnos. Como primer fruto del Reino por venir, surgió en torno a Jesús un grupo de hermanos que renunciaron a cuanto traían entre manos, la profesión, las redes y cuanto llevaban en su corazón, la familia, el padre: los discípulos de Jesús son el primer resultado de la predicación del Reino. La iniciativa es de Jesús, quien antes de llamar contempla a los hombres, enfrascados en sus quehaceres cotidianos; la invitación de Jesús es imperiosa, pues concede lo que pide: el seguimiento inmediato; la convivencia con Jesús cambia de profesión y de familia a los llamados. El Reino aparece donde nacen hombres capaces de dejar lo que son y cuanto tienen por seguir más de cerca a Jesús.


Oración:
Padre Bueno: Te doy gracias por la llegada pronta de tu Reino; es más, por la llegada de tu Reino en la persona de tu Hijo Jesús; porque creer en que el Reino de Dios está presente en nuestro mundo es reconocer tu intervención amorosa por medio de tu Hijo Jesús. El Reino de Dios está a la mano y es necesario creer: “Creer en el Evangelio”; creer en tu Palabra hecha carne en tu Hijo Jesús; ésta es la Buena Nueva. Hoy, Señor, mi actitud es de conversión ante tu Palabra, ante tus promesas que vienen a planificar mi esperanza y mi realización como persona. Ayúdame a convertirme a tu Palabra y a tus promesas; a fiarme plenamente de Tí y a confiar en tus promesas. Reconocer en tu Palabra la conversión al Reino implica renunciar a cuanto traigo entre manos y en el corazón que no sea tu proyecto y que no sea fruto de tu iniciativa; porque cuando sentí tu llamado, antes había experimentado tu mirada y dado fe a tu imperiosa llamada y necesidad. El encuentro contigo me ha quitado el rumbo de mi realización personal, pero me ha abierto el corazón a tus planes de salvación; me ha cambiado la profesión y también a mi familia, pero me ha abierto a la convivencia contigo y a “serte familiar” en mi vida, y a cooperar en la participación de tu Reino.


Contemplación: Te invito para que en oración te sientas contemplado por Jesús, por su mirada, asistido por su presencia y convocado por su llamada que te invita a una conversión de vida.


Dios te bendiga P. Cleo sdb.

miércoles, 14 de enero de 2009

2º domingo Ordinario, B (18 enero 2009)


Texto a meditar y orar:
Juan 1, 35-42

Al día siguiente Juan estaba otra vez allí con dos de sus discípulos, y vio a Jesús que pasaba, y dijo : He ahí el Cordero de Dios. Y los dos discípulos le oyeron hablar, y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y viendo que le seguían, les dijo : ¿Qué buscáis? Y ellos le dijeron: Rabí (que traducido quiere decir, Maestro), ¿dónde te hospedas? Él les dijo : Venid y veréis. Entonces fueron y vieron dónde se hospedaba; y se quedaron con Él aquel día, porque era como la hora décima. Uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro. Él encontró primero a su hermano Simón, y le dijo : Hemos hallado al Mesías (que traducido quiere decir, Cristo). Entonces lo trajo a Jesús. Jesús mirándolo, dijo: Tú eres Simón, hijo de Juan; tú serás llamado Cefas (que quiere decir: Pedro).

Lectio (lee detenidamente el texto e identifica sus elementos principales):
El Evangelio de Juan nos muestra una vocación de los primeros discípulos diferente a los Evangelios Sinópticos - donde Jesús llama a los primeros pescadores a la orilla del mar -. Jesús es seguido por dos discípulos de Juan, cuyo número indica la capacidad de ser testigos, son gente ya iniciada en la búsqueda de Dios. Juan el Bautista les ha presentado a Jesús como el Cordero de Dios, símbolo del sacrificio pascual y del cumplimiento de la Alianza.
A diferencia del relato de quienes se ofrecen a seguir a Jesús y él les responde que el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza (Mt 8, 18-20; Lc 9, 57-58) , la respuesta de Jesús es una invitación a ver dónde vive él. La experiencia resulta ser tan significativa para estos discípulos que pasan el resto del día, y es tan fuerte que Andrés busca comunicarla con su hermano Simón.
El cambio de nombre significa una vida nueva, una misión especial, quien da los nombres nuevos está recreando a la persona, es una de las maneras de actuar de Dios (Abraham e Israel, por ejemplo). El nombre de "Piedra" habla tanto de testarudez, como de firmeza.

Meditatio (reflexiona acerca de la Palabra leída y de las repercusiones que tiene en tu vida):
Los discípulos que se encuentran con Jesús, ya estaban en un proceso de búsqueda, ¿sigo buscando a Dios para seguirle, o doy por supuesto que ya lo poseo y no necesito buscar más? Dios nos sale al encuentro, pero ocupamos abrir el corazón para poderlo reconocer.
Estar con Jesús es una experiencia que transforma, para él no basta un seguimiento de su causa, sino un deseo de quedarse con él. Muchos pueden hacer el bien, pero lo importante para el cristiano es estar con su Señor, pues el cristianismo no es una ideología, sino una alianza que toca todas las dimensiones de nuestra existencia, no es "amor de un rato", sino de permanecer. ¿Qué tanto mi encuentro con Dios es un encuentro interpersonal?, ¿qué tanto dialogo con él?, ¿cuánto tiempo "pierdo" para estar con él?
Estar con Jesús no es una experiencia egoísta, quien encuentra a Jesús siente la necesidad de comunicarlo, no es un Dios que uno posea, es un Dios que se ofrece a todos. Así como Andrés llevó a su hermano Pedro ante Jesús, ¿a quiénes he llevado a Jesús en los últimos días?, ¿meses?, ¿años?
El cambio de nombre representa una misión, una predilección por parte de Dios. Cuando nos bautizamos, se nos dio un nombre: ¿qué significado tiene mi nombre para mí?, ¿cómo puedo relacionar mi identidad dentro del proyecto de Dios?

Oratio (expresa ante el Padre Dios tu oración que brota de este pasaje del Evangelio):
Padre Bueno, que has establecido una Alianza Nueva y Eterna a través de Jesús, tu Hijo, el Cordero sin mancha, dame la luz de tu Espíritu para saber reconocerlo en mi caminar por el mundo. Dame el valor para acercarme a él y descubrirlo vivo en la Palabra, en la Eucaristía y en mis hermanos más necesitados. Dame el valor para permanecer a su lado; quisiera estar con él hasta la noche de mi vida, y antes que separarme de él, quiero que todo confluya en él: mi familia, mis amigos, mi trabajo, mi sociedad. Dame la audacia para gritar a todos - no sólo con palabras, sino con toda mi vida - "Hemos encontrado al Mesías". Amén.

Contemplatio (goza las promesas de tu Señor contenidas en esta Palabra, y haz un acto que te ayude a vivir la salvación):
Pon atención en la Eucaristía en el momento de la fracción del Pan: "Este es el Cordero de Dios...", saborea el significado de ese pan que es vida para ti y los demás, y al momento de comulgar "pierde" tiempo con él, platicándole, dejándole que le hable a tu corazón, y ofrece esa comunión por aquellos de tus hermanos que por diversas causas no pueden acercarse sacramentalmente a Jesús, tu Señor.

martes, 6 de enero de 2009

El Bautismo del Señor (11 enero 2009)



Evangelio que vamos a meditar y desde el cual vamos a orar:
San Marcos 1, 7-11

Lectio (Lo que dice el texto)

Brevemente el evangelista relata el inicio del ministerio público de Jesús: la predicación del Bautista y la intervención pública de Dios lo identifican como el Dador del Espíritu e Hijo predilecto de Dios. La narración sirve para descubrir la verdadera identidad de Jesús: es mucho más de cuanto se podía esperar, dado su poder de bautizar con el Espíritu de Dios; Dios en persona rompe su silencio, y el cielo, para declararlo públicamente su hijo. Difícilmente podría empezar mejor la 'vida de Jesús', el Mesías e Hijo de Dios. Así da a entender Marcos a sus lectores que su personaje no es un hombre de Dios más y que su mensaje no es simple buena noticia. En su persona y en su predicación se va a hacer presente el mismo Dios.

El evangelio hoy nos presenta a Jesús, ya adulto, que baja al Jordán para ser bautizado por Juan. Para Jesús tuvo que ser ésta una decisión fundamental, tanto como para señalar un hito en su vida: hasta este momento, y aunque apenas sepamos algo de cuanto pudo haber hecho antes o cómo debió haber vivido, se puede decir que llevó una existencia normal, la que correspondía a un campesino galileo; de ahora en adelante, vivirá en los caminos, sin techo ni familia propias, anunciando cercano el reino de Dios y acercándose a los hombres que quisieran escucharle; casi todo cuanto sobre él sabemos, los milagros que conocemos así como sus parábolas, las continuas disputas con sus antagonistas y la difícil relación con sus discípulos, su vida errante y su muerte trágica, corresponde al período que sigue a este encuentro con el Bautista y es su consecuencia lógica. El bautismo transformó radicalmente a Jesús: si tanto significó para él, ¿qué no podrá significar para nosotros?

Para los judíos el bautismo era una práctica penitencial; quien lo recibía, reconocía sus propios pecados y buscaba de todo corazón volver a Dios. Jesús se unió a una muchedumbre que descendía al Jordán en busca de perdón y ansiosa de conversión; pero su bautismo no fue efecto de su arrepentimiento: Dios en persona se encargaría de disipar cualquier sombra de duda al declararlo públicamente su Hijo Predilecto. Quienes fueron al Bautista para acercarse a Dios, encontraron en aquel compañero de camino al Dios que habían perdido: el Dios que creían alejado de sus preocupaciones y de su pecado, el Dios que tantas veces habían desconocido estaba junto a ellos, camino del Jordán. Y el Hijo de Dios, identificado ante la gente y Juan por su Padre, no sabe hacer otra cosa que predicar la conversión y acercar el Reino a quien más los necesitan: ser totalmente de Dios, pertenecer a su familia, lo pone a disposición de cuantos pertenecen a Dios y aún no son totalmente suyos.

Desde el momento en que Dios, rompiendo su silencio y rompiendo los cielos, proclama a Jesús como su hijo querido; éste no tuvo más misión en la tierra que proclamar el querer y la voluntad de su Padre que está en los cielos. Saberse hijo de Dios lo convirtió en misionero, haber sido anunciado como predilecto le llevó a anunciar al Dios que tanto le quería: sentirse amado por Dios lo hizo su envidado a los hombres.

Meditatio (Lo que me dice Dios desde el texto)

No deberíamos olvidarnos hoy de que también nosotros hemos sido, como Jesús y en su nombre, bautizados. Contemplar hoy a Jesús, llamado hijo por su Dios y llamado a predicar su reino, tendría que ayudarnos a recuperar nuestra dignidad de hijos y nuestra misión de testimonios, un honor y una tarea que hemos recibido al mismo tiempo el día de nuestro bautismo.

Si a veces no logramos sentirnos amados por Dios, si con frecuencia no somos capaces de encontrar al Padre en el Dios a quien acudimos, ¿no será que, a diferencia de Jesús, nos hemos olvidado de la misión del hijo, el quehacer que Dios impone a quien reconoce como hijo suyo el día mismo de su adopción? Si el reino de Dios no ocupa nuestro corazón y nuestras manos, si no nos preocupan los asuntos de nuestro Padre, no podremos jamás sentirnos, aunque lo seamos, familia de Dios: el Dios de Jesús deja de ser familiar con quien no se familiarice con su voluntad. ¿Con qué derecho nos lamentamos de que Dios nos se comporta con nosotros como debería un padre? Quien se sabe hijo, actúa como tal: se siente amado, sólo quien ama; seremos capaces de percibir la preocupación de Dios por nosotros, sus atenciones:; quien no se interesa por Dios, difícilmente podrá sentir el interés de Dios.

Perdemos mucho tiempo los cristianos, a veces toda la vida, cuando sólo nos interesa de Dios sus gracias y no su voluntad, sus dones y no el reino. Si sólo nos preocupa que Dios se nos muestre bueno, algo mejor hoy de cuanto fue ayer, no sentiremos su amor: el hijo no duda del cuidado del Padre y cuida de los intereses familiares sin esperar salario a cambio. Preocuparse un poco más por cuanto hay que hacer aún en el mundo para que Dios vuelva a ser conocido y amado, respetado y bendecido, nos convertiría en sus hijos amados. Ese fue el camino de Jesús que hoy estamos contemplando.

Oratio (Lo que le digo a Dios confrontando mi vida con el texto)

Gracias, Padre, Bueno porque en tu Hijo Jesús y en su nombre hemos sido bautizados y desde ese día somos y nos llamamos hijos tuyos y nos sentimos queridos y amados por Tí. Gracias, porque éste es el regalo más grande que podemos haber recibido en nuestra condición de hombres, el saber que Tú, todo un Gran Dios te has fijado en nuestras criaturas para llamarnos a gozar de la dignidad de tu Familia.

Esta gran dignidad de hijos la reflexionamos, agradecemos y contemplamos desde el momento en que contemplamos en la Palabra de Dios a Jesús llamado Hijo por su Dios y llamado a predicar su reino.

Gracias, Padre, porque con la adopción en el día del bautismo nos haces sentirnos parte de tu Familia. Que el regalo grande que has hecho de nosotros, de llamarnos a formar parte de la dignidad de hijos tuyos nos haga actuar como tales; que sintiéndonos amados, estemos llamados por vocación a amar; que Tú, Padre entres de lleno en nuestro corazón porque te interesas por nosotros para llevar adelante tu reino.

Contemplatio (Haz silencio, adora, alaba y bendice a Dios oculto, pero más presente que nada ni nadie en tu vida)

Dediquémonos a contemplar a Jesús: es él nuestro cielo abierto y la voz de nuestro Dios, su Hijo más querido. Y veamos en él cuanto estamos llamados a ser: hijos de Dios y misioneros del Padre.

Digamos al mundo, con “orgullo” que tenemos un Padre en nuestro Dios, nos convertirá en hijos suyos queridos. ¿Podríamos aspirar a más con tan poco esfuerzo?

Oraciones y bendiciones en este año para todos. Un grande abrazo:
P. Cleo. sdb.

jueves, 1 de enero de 2009

Epifanía del Señor (4 enero 2009)



Texto a meditar y orar:
Mt 2, 1-12

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.

Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, –le respondieron–, porque así está escrito por el Profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel"».

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje».

Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.

Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.


LECTIO (busca leyendo):
Los magos o sabios de oriente son en el Evangelio de Marcos, destinado a los judíos conversos al cristianismo, el signo de la apertura a la salvación de Dios a todos los pueblos. Los sabios sabían leer los signos de los movimientos celestes y con ello adecuar los ciclos de las estaciones, eran personas muy atentas a la naturaleza.
Herodes el Grande, era un rey que no descendía de la casa de David, era un rey tolerado por el imperio romano, y que había remosado el Templo de Jerusalén, como el centro político-religioso del pueblo judío. El nacimiento de un rey de la casa de David supondría su destitución al tiempo que una provocación para el imperio.
El nacimiento de una estrella, según variadas tradiciones, señala el nacimiento de un personaje decisivo en la historia, en este caso no sólo corresponde a una señal que anuncia, también es una señal que conduce a un lugar preciso.
MEDITATIO (y encontrarás meditando):
La apertura de la salvación a todos los pueblos responde a un anhelo de salvación universal. Los hombres de todos los tiempos y lugares han buscada a Dios, y entre más sabios son, entre más conocen y palpan el misterio de la vida, los signos de Dios son más claros. Una vez que la señal de Dios ha iluminado el corazón humano como una estrella en medio de la oscuridad, Dios nos atrae hacia él, no basta con saber la existencia de Dios si no nos encontramos con él. ¿Me preocupo por conocer más de mi fe con la atenta escucha a la razón? ¿Puedo conciliar ciencia y fe, o tengo miedo de arrodillarme ante el Misterio que sobrepasa mis propias ideas?
Las intenciones de buscar a Dios pueden ser diversas. Herodes, al buscar al niño, busca destruirlo para que su proyecto de poder no sea trastocado; mientras que los magos de oriente se han desinstalado de su tierra y de su vida para adorarlo. ¿Por qué voy en busca de Jesús, para aceptarlo como mi Señor, o para dominarlo como un calmante a mi conciencia? ¿O quisiera encontrarlo para que no estorbe en mi vida?
La docilidad para seguir la estrella implica una fe dispuesta a la aventura, implica hacer caso de nuestros sueños y dejar iluminar nuestra vida por la fuerza discreta de Dios, no todos se percataron de la estrella, ni siquiera los sabios de Jerusalén.
ORATIO (llama orando):
Señor mío, voy en busca de tu presencia en mi vida. Me cuestiono tantas veces sobre el lugar para encontrarte. Estoy sediento de ti, tú mismo me hiciste un ser libre e inteligente y ansío encontrar respuesta a la pregunta por mi propia existencia. Ilumíname con esa estrella para poder recorrer los desiertos de mis pensamientos hastaque pueda encontrarte como mi Salvador. Y cuando llegue a vislumbrarte en el horizonte de mi vida, dame la fortaleza y la valentía para elevar mi mirada hacia ti, para dejarme conducir por tu amor y ofrecerte mi persona como oro que proclame tu realeza, como incienso que se quema ante tu altar, como mirra que acepta la muerte con la esperanza firme en la resurrección.
CONTEMPLATIO (y se te abrirá en la contemplación):
Busca los signos de Dios en tu vida, y gózate de saber que no eres quien busca primero, sino que él te ha estado buscando desde siempre porque te ama. Con esa confianza del que se siente amado, acércate a esos lugares en que está presente: la Eucaristía, la Palabra y tu hermano(a), especialmente el (la) que está necesitado(a) de ti.