jueves, 1 de enero de 2009

Epifanía del Señor (4 enero 2009)



Texto a meditar y orar:
Mt 2, 1-12

Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.

Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. «En Belén de Judea, –le respondieron–, porque así está escrito por el Profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel"».

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje».

Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.

Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.


LECTIO (busca leyendo):
Los magos o sabios de oriente son en el Evangelio de Marcos, destinado a los judíos conversos al cristianismo, el signo de la apertura a la salvación de Dios a todos los pueblos. Los sabios sabían leer los signos de los movimientos celestes y con ello adecuar los ciclos de las estaciones, eran personas muy atentas a la naturaleza.
Herodes el Grande, era un rey que no descendía de la casa de David, era un rey tolerado por el imperio romano, y que había remosado el Templo de Jerusalén, como el centro político-religioso del pueblo judío. El nacimiento de un rey de la casa de David supondría su destitución al tiempo que una provocación para el imperio.
El nacimiento de una estrella, según variadas tradiciones, señala el nacimiento de un personaje decisivo en la historia, en este caso no sólo corresponde a una señal que anuncia, también es una señal que conduce a un lugar preciso.
MEDITATIO (y encontrarás meditando):
La apertura de la salvación a todos los pueblos responde a un anhelo de salvación universal. Los hombres de todos los tiempos y lugares han buscada a Dios, y entre más sabios son, entre más conocen y palpan el misterio de la vida, los signos de Dios son más claros. Una vez que la señal de Dios ha iluminado el corazón humano como una estrella en medio de la oscuridad, Dios nos atrae hacia él, no basta con saber la existencia de Dios si no nos encontramos con él. ¿Me preocupo por conocer más de mi fe con la atenta escucha a la razón? ¿Puedo conciliar ciencia y fe, o tengo miedo de arrodillarme ante el Misterio que sobrepasa mis propias ideas?
Las intenciones de buscar a Dios pueden ser diversas. Herodes, al buscar al niño, busca destruirlo para que su proyecto de poder no sea trastocado; mientras que los magos de oriente se han desinstalado de su tierra y de su vida para adorarlo. ¿Por qué voy en busca de Jesús, para aceptarlo como mi Señor, o para dominarlo como un calmante a mi conciencia? ¿O quisiera encontrarlo para que no estorbe en mi vida?
La docilidad para seguir la estrella implica una fe dispuesta a la aventura, implica hacer caso de nuestros sueños y dejar iluminar nuestra vida por la fuerza discreta de Dios, no todos se percataron de la estrella, ni siquiera los sabios de Jerusalén.
ORATIO (llama orando):
Señor mío, voy en busca de tu presencia en mi vida. Me cuestiono tantas veces sobre el lugar para encontrarte. Estoy sediento de ti, tú mismo me hiciste un ser libre e inteligente y ansío encontrar respuesta a la pregunta por mi propia existencia. Ilumíname con esa estrella para poder recorrer los desiertos de mis pensamientos hastaque pueda encontrarte como mi Salvador. Y cuando llegue a vislumbrarte en el horizonte de mi vida, dame la fortaleza y la valentía para elevar mi mirada hacia ti, para dejarme conducir por tu amor y ofrecerte mi persona como oro que proclame tu realeza, como incienso que se quema ante tu altar, como mirra que acepta la muerte con la esperanza firme en la resurrección.
CONTEMPLATIO (y se te abrirá en la contemplación):
Busca los signos de Dios en tu vida, y gózate de saber que no eres quien busca primero, sino que él te ha estado buscando desde siempre porque te ama. Con esa confianza del que se siente amado, acércate a esos lugares en que está presente: la Eucaristía, la Palabra y tu hermano(a), especialmente el (la) que está necesitado(a) de ti.




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