miércoles, 26 de agosto de 2009

22° domingo ordinario, B (2 septiembre 2009)


Texto que vamos a reflexionar y orar:
Marcos 7,1-8. 14-15. 21-23.


En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron; “¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores? (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).

Jesús les contestó: “¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mi. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos! Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.

Después, Jesús llamó a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que sale de dentro; porque del corazón del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.



Lectura (Lectio): lee atentamente el texto cuantas veces sea necesario, hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central.

El evangelio de San Marcos nos presenta una polémica entre Jesús y los fariseos y escribas. Todo parte del reproche que estos últimos hacen a Jesús porque sus discípulos no se lavan las manos antes de comer, pues con ese comportamiento contradicen “las tradiciones”; ese mismo comportamiento lleva a caer en la “impureza legal”. En tiempos de Jesús lavarse era más que una necesidad higiénica, era cumplir con leyes rituales de purificación acordadas por los ancianos desde tiempos inmemorables. A la doble crítica Jesús responde diciéndoles que se “fijan” (se quedan “fijos”, inmovilizados) en tradiciones humanas olvidando lo más importante: la voluntad de Dios. Para reforzar su sentencia Jesús cita al profeta Isaías donde dice que Dios rechaza el culto de Israel por ser puramente formal y externo, sin corresponder a los sentimientos de fondo de la persona. De este modo Jesús se sitúa en la línea de los “profetas” que criticaban el culto hipócrita separado de las exigencias morales y sociales de la ley. Y allí mismo, enfrente de ellos habla a toda la gente que lo escuchaba (también a nosotros) afirmando que la impureza no está fuera sino dentro de la persona, que la impureza y la pureza proceden de lo profundo de la mente y del corazón. De las malas intenciones nacen las acciones desordenadas. Con la pequeña lista de acciones Jesús no pretende agotar, sino que sólo señala algo de lo que procede del corazón de las gentes.



Meditación (Meditatio): saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad.

¿Qué nos querrá decir Jesús ahora a nosotros miembros de la Iglesia? Con el presente texto Jesús no es, como un anárquico, alguien que discute toda ley y rechaza toda tradición y autoridad. Jesús respeta, defiende y cumple las normas de la convivencia social y religiosa de su pueblo, y quiere ir al espíritu mismo de la alianza entre Dios y su pueblo. No se trataba del cumplimiento meramente externo y legal, sino de ordenar desde lo hondo toda la vida, personal y social, al reconocimiento de Dios como Padre y Señor, y a la convivencia justa y fraterna entre los hombres, hijos del mismo Dios. A nosotros ahora (en la familia, en la sociedad y en la Iglesia) nos puede seguir pasando como a los fariseos, que eran buenas personas, cumplidoras de la ley, pero con defectos que Jesús denunció repetidas veces. Jesús denuncia en otras ocasiones la ‘exagerada interpretación y extensión de la ley’ a punto de olvidarse de lo importante y quedarse “fijos” en las minucias, haciendo con ello caer a la gente buena en complejos, angustias y desviaciones. Jesús los acusa de ‘cuidar demasiado la apariencia exterior’ y no darle importancia a su interior y los llama “sepulcros blanqueados”, hermosos por fuera y podridos por dentro, cuidan mucho el detalle pero sus intenciones son torcidas y amañadas. Jesús rechaza la actitud de los fariseos que ‘se creían superiores y mejores que los demás’, se hinchaban de orgullo porque cumpliendo con propiedad ritos, acuerdos y mandatos aparecían llenos ante los hombres pero vacíos de lo que más le importa a Dios: humildad, perdón y misericordia, que es lo que hace que el corazón sea puro. Por todo ello Jesús los llama “hipócritas”, porque aparentan por fuera lo que no son por dentro, porque les importa más lo que diga la gente de ellos que lo que Dios sabe y les conoce por dentro. Para Jesús lo más importante es lo que nace desde dentro del corazón y no le que llega de afuera, porque desde dentro sale lo bueno y lo malo de la gente. Por este motivo la impureza o pureza del corazón no llegará por las cosas que llegan de fuera sino lo por lo que uno “consume” o por los ritos que uno haga, sino ‘por la misericordia de Dios que, perdonándonos en todo lo que Él conoce y sabe de nosotros’, nos capacita para convivir con los demás porque se tiene un renovado corazón que ha experimentado y agradecido el perdón y el amor incondicional de Dios, nuestro Padre.



Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.

Señor Jesús, purifica y limpia nuestro corazón del egoísmo y del orgullo que nos tientan para vivir de apariencia, en doblez e hipocresía. Haz que seamos humildes para poder reconocer nuestro pecado y para poder aceptar nuestros defectos y nuestros limites delante de ti y de los demás sin tener que buscarnos una “fachada”. Haz que experimentemos de ti la misericordia y el perdón que renueva y purifica el corazón; y que purificado nuestro corazón podamos ser con los demás misericordiosos y comprensivos. Danos libertad para obrar en todo según tu voluntad en lugar de quedarnos “fijos” en tradiciones meramente humanas. Señor Jesús, abre cada vez más nuestros corazones para que Tú estés siempre en nosotros y demos testimonio de ti y de lo que es tuyo.



Contemplación (Contemplatio): busca un lugar apartado y haz silencio, y en lo más hondo de tu corazón, adora, alaba, bendice y agradece a Dios que te habla y te invita a cambiar tu vida.

Muchos saludos y el Señor les bendiga, tanto a ti y a toda tu familia.

Nacho, SDB.

La Paz con ustedes.

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