lunes, 28 de septiembre de 2009

27°domingo ordinario, B (04 octubre 2009)


Texto a meditar y orar:
Marcos 10, 2-16

Lectura. La polémica con los fariseos tiende ahora a poner de relieve la necesidad que tiene la nueva comunidad mesiánica de superar la concepción moral exclusivamente legalista, característica de los fariseos. El tema se presta para poner en apuros.
El divorcio hebreo se regulaba a base de lo dicho en el libro de Deuteronomio 24,1-4, cuyo propósito original era tutelar a la mujer y garantizarle una cierta libertad. Pero en realidad lo que se discutía en las escuela de los rabinos judíos eran los motivos de divorcio. Esto quiere decir que la legislación judía concedía con mucha facilidad el divorcio, y esto iba ciertamente en envilecimiento de la mujer.
Los Fariseos plantean una pregunta. Han escuchado la rígida interpretación de Jesús y quieren hacer que entre en contradicción con la ley. La formulación de la pregunta corresponde a su modo de aplicación de ésta: según ella, un hombre, en últimas, sin razones valederas puede despedir a su mujer.
La pregunta de Jesús: ¿Qué les ha mandado Moisés? Este es el primer paso hacia un planteamiento diverso de la moral: hay que hacer una clara distinción entre una reglamentación humana, por aceptable que sea, y la perspectiva de Dios. Las prescripciones de la ley de Moisés referentes al divorcio, no pertenecen, por así decir, al proyecto primordial de Dios acerca de la unión del hombre y de la mujer. Las prescripciones de Moisés se refieren solamente al caso de la mediocridad humana “por la dureza de vuestros corazones”. La moral farisea estaba montada sobre la no confesada inferioridad de la mujer, que era considerada una propiedad del varón
Los fariseos le replican que Moisés ha dado el permiso para despedir a la mujer por medio de un acta de divorcio. En Dt. 24,1ss se permite el divorcio al hombre, si descubre algo “vergonzoso” en su mujer o si “ya no la ama”. Ya en tiempos de Jesús estas palabras se interpretaban amplia o estrictamente. El acta de divorcio tenía que explicar la voluntad del hombre de despedir a su mujer y dejarla libre para que se volviera a casar.
El reproche de Jesús, con respecto a “la dureza de corazón”, procede del A.T. y significa la pecaminosidad que resulta de la transgresión continua de la ley y la insensibilidad del hombre.
Jesús argumenta, con el “comienzo de la creación”, es decir, con la intención original de Dios, que fue deformada con la interpretación de los mandamientos. Jesús asocia dos afirmaciones en el relato de la creación, que contienen la intención original de Dios sobre el sentido del matrimonio, Gen 1,27; y 2,24; explican esto. De esto concluye Jesús que ya no son dos separados, sino que fundan una nueva comunidad. “Carne” indica la relación humana total. La unión del varón y de la hembra expresa la meta de una plenitud humana. No es el hombre el que asume en propiedad a la mujer, sino que uno y otro se enriquecen mutuamente. Por lo tanto, la unión procede de un proyecto de Dios, y por parte humana, sería “sacrílego” contraponerle un proyecto de separación y divergencia.
Dios ha “unido” y asiste a la comunidad de los cónyuges. El que sigue la voluntad de Dios, no debe buscar la separación. Separación, según la ley de Moisés supone pecado y fracaso.
En la “casa”, Jesús imparte enseñanzas particulares a los discípulos; éstas se comprenden como enseñanzas para el futuro.
Para el hombre y la mujer se afirma igualmente que una separación de acuerdo a lo mencionado en el libro del Duteronómio, Dt 24,1 va contra uno de los mandamientos. De esta manera se rechaza tajantemente la práctica judía de la época.
La escena de la acogida de los niños, constituye una invitación a reconocer en Jesús, un corazón misericordioso y amoroso de frente a las situaciones de dureza o de dificultad matrimoniales; es en el fondo una invitación a los discípulos a ser signos de ésta comprensión y misericordia de Dios. El Reino de Dios, tiene que ser recibido, es decir, es una iniciativa divina. Por lo tanto, la única postura apta para “recibir” es la de los niños: el reino de Dios se recibe primero, después se entra en él.

Meditación. Jesús opta con una radicalidad inusual en su tiempo, por el designio original de Dios: ni una ley tradicional, ni siquiera un hombre de Dios como Moisés, han de poner trabas al proyecto inicial de Dios.
Para entender la respuesta de Jesús, hay que advertir que la misma ley aprobaba el repudio de la esposa en el caso de que el marido encontrase “en ella algo que le desagrade” (Dt 24,1). La discusión entre los entendidos se centraba en saber qué podía ser ese algo desagradable que justificara la ruptura de la vida matrimonial. Para Jesús no hay nada, desagradable o no, que pueda llevar a la separación matrimonial. Y es que el plan de Dios fue, desde un principio, que hombre y mujer fueran una sola carne, una única comunidad de vida; y de ese plan original de Dios, Jesús se hace portavoz y, defensor a ultranza, sin conceder excepción alguna.
Hoy los hombres se oponen a la voluntad de Dios que Cristo defendió contracorriente; curiosamente, se quisiera volver a ese estado de cosas que Jesús declaró como contrario al plan primitivo divino. Y se recurre, como hacían ya los contemporáneos de Jesús a leyes más comprensivas, a normas más humanas, a costumbres más universales, para menospreciar la voluntad primera de Dios. Y es que desatenderse de Dios conduce, inexorablemente, a desatender al prójimo, incluso a aquel a quien se ha prometido amor y dedicación de por vida.
Con su intransigencia, Jesús se pone de parte de Dios y nos descubre la voluntad primera de Dios sobre nosotros. Hay dos cosas que debemos aprender: La primera es que la relación entre hombre y mujer la concibió por vez primera Dios; no es fruto del querer de cada cual. Atentar contra su estabilidad, luchar por disolver la unión por Dios querida, en cualquiera de sus formas y cualquiera que sean los resultados significa un atentado contra Dios y un desconocimiento de su plan primero.
Porque Dios optará por quien ha optado por él. En el fondo, y aquí reside la segunda lección que Jesús nos ofrece hoy, la intransigencia en la defensa del matrimonio nace de una opción radical por Dios La postura de Jesús sólo la comprende quien, como El, pone a Dios por encima de todas las cosas, quien le permite ser Dios siempre. Dejar que Dios sea Dios también en nuestra vida matrimonial permitirle que su voluntad conforme nuestra vida de intimidad con los seres que más queremos, hacer de su voluntad la norma suprema de nuestros afectos y el fundamento principal de la fidelidad que debemos a quienes se la prometimos, significaría poder vivir como Dios nos pensó en un principio, vivir ya como él no quiso desde el inicio; ello nos llevaría a sentirnos queridos desde el principio.

Oración. Gracias, Padre Bueno, porque siempre nos has manifestado en Cristo Jesús tus planes; que tu voluntad ha sido siempre de respeto hacia cada una de los seres que has creado, en particular hacia cada uno de nosotros que somos personas y que siempre has manifestado tu deseo de que los hombres respetándose como personas, viva unidos; especialmente quienes han decidido hacerlo para continuar tu mandato de amor y de procreación.
Hoy tu Palabra, nos presenta a tu Hijo Jesús como el defensor de la persona humana y de la dignidad y en contra de convencionalismos y de falsos intereses, respetando así los valores que nos hacen ser creaturas, hijos del mismo Padre en Cristo Jesús.
Pareciera que el hombre, quiere hacer su propia voluntad y no respetar el querer Tuyo, Padre. Nos olvidamos que desatendiéndonos de tu querer, empezamos a desatender a nuestro prójimo y la infidelidad se vuelve más fácil y la separación es la consecuencia.
Nos olvidamos que obrando así, desconociendo el primitivo plan de amor y de unidad de Dios para todos nosotros, expresado en el sacramento del matrimonio, estamos atentando contra Ti, Dios.
Obedecerte a Tí, Señor, y ponerte por encima de todas las cosas, dejarte ser Dios para mí, que tu voluntad conforme mi vida de intimidad con los seres que más quiero, y dejar que ella sea el fundamento principal de mi fidelidad significa poder vivir como Tú, Señor, me has pensado y has querido que realice mi vida y mi vocación, porque tu amor se ha hecho presente en mi vida.

Contemplación.
Me siento contemplado, pensado y amado por Dios para vivir en la unidad y en la fidelidad. Reza a Dios por lo que eres y por lo que tienes; por el amor que Dios te hadado para compartir con otras personas por sentirte sacramento de Dios aquí y ahora.

P. Cleo

martes, 22 de septiembre de 2009

26° domingo ordinario, B (27 septiembre 2009)



Texto de
Marcos 9, 38-43.45.47-48
(Léelo serena y tranquilamente una o varias veces hasta desentrañar parte de su estructura, personajes y organización)

En aquel tiempo, Juan le dijo a Jesús: “Hemos visto a uno que expulsaba a los demonios en tu nombre, y como no es de los nuestros, se lo prohibimos”. Pero Jesús le respondió: “No se lo prohíban, porque no hay ninguno que haga milagros en mi nombre, que luego sea capaz de hablar mal de mí. Todo aquel que no está contra nosotros, está a nuestro favor.

Todo aquel que les dé a beber un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa.

Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar.

Si tu mano te es ocasión de pecado. Córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie es ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.



Lectura (Lectura de lo que dice el texto en sí mismo para entenderlo mejor):
En este domingo nos propone la catequesis de Jesús a sus discípulos, dirigida a Juan, no tanto en el sentido de su misión o las condiciones del seguimiento, sino sobre la Comunidad. Jesús propone una comunidad abierta, caracterizada por el servicio fraterno, donde reina también una vigilancia constante ante el peligro del escándalo. Es una continuación de la reflexión del domingo anterior, porque son los pequeños los miembros privilegiados de la comunidad.

La primera parte, Jesús instruye que para pasar de una comunidad cerrada a una comunidad abierta, es necesario, una actitud de comprensión, una actitud de servicio para todos, aún para los simpatizantes que están fuera de la comunidad.

La segunda parte se concentra al interno de la comunidad misma, porque se pueden anidar peligros y en particular el peligro del escándalo. Es decir, confundir en la fe, inducir a renegar la fe, privar de la salvación eterna. Allí mismo recurre a un tipo de expresión semítica que al exagerar pone en alerta al oyente para que se entere de la importancia de la enseñanza. Los que son víctimas de este escándalo son los pequeños. Porque son los seres desvalidos frente a las seducciones por parte de los mayores: “más le valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojarán al mar”.



Meditación (Reflexión personal y profundización sobre la Palabra, lo que a mí me dice ahora en mi familia, vida y circunstancias):
Temas de meditación: Ser de Cristo lo transforma en una comunidad abierta a todo bien; ser de Cristo, hará milagros, hablará bien, dará de beber, no será ocasión de pecado para los pequeños. El ser de Cristo implica un empeño radical: si tu mano, tu pie, tu ojo, es ocasión de pecado, córtatelos; porque más te vale mutilado que ser arrojado al lugar de castigo, “donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”. Si en ti existe algo que te impide adherirte a la misión de Jesús es necesario que hagas cortes profundos en tu vida y las hagan pensando en el futuro: donde está la verdadera vida, el reino, o sea, la unión perfecta con Dios, o el infierno, el signo del fracaso total de la propia existencia. Así se comprende la radicalidad de la elección por el Evangelio: está en juego la vida eterna. El amor a los pequeños y la comunión con la comunidad son la base para rechazar el escándalo. Así la comunidad toma como modelo la vida del Señor. La comunidad es el lugar de la verdadera acción de Dios y del ser verdadero discípulo. Sin embargo, el pertenecer a la comunidad no es garantía ni de gloria ni de salvación.



Oración (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio. Le respondo):
Señor, tu Palabra y tu Vida, ilumina los acontecimientos para darles el verdadero sentido. Quieres una Comunidad abierta a todo bien: “todo aquel que está a nuestro favor no está contra nosotros”; quieres unos discípulos capaces de hacer el bien: “todo aquel que de a beber un vaso de agua por el hecho que son de Cristo, no quedará sin recompensa”; quieres discípulos capaces de hacer el bien, sobre todo a la gente sencilla, a los pequeños y nunca el escándalo; discípulos que vivan en radicalidad el Evangelio: “más te vale entrar manco, cojo, tuerto en el Reino de Dios que ser arrojado al lugar del castigo”. Señor, ayúdanos a formar esa Comunidad que tú quieres, en nuestra Familia, en la Iglesia, en nuestra sociedad mexicana.



Contemplación (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar, adoro, alabo, y tomo decisiones para actuar de acuerdo a la Palabra de Dios en mi vida ordinaria, personal, familiar, social, laboral, escolar…)

Saludos y bendiciones. Feliz Domingo, Nacho, SDB

La Paz con ustedes.

jueves, 17 de septiembre de 2009

25° domingo ordinario, B (20 septiembre 2009)

Texto a meditar y orar
Mc. 9, 30-37

Lectura. Caminando hacia Jerusalén, Jesús pasa por Galilea y desea mantener en el anonimato su identidad: aunque no totalmente consumada, la ruptura con su pueblo, ante el cual ha obrado milagros y para el que ha predicado el evangelio, es evidente. Nada ha de detenerle ya en su ida a Jerusalén y sólo sus discípulos son destinatarios de una enseñanza más densa y permanente: los caminos de Galilea se convierten ahora en su escuela privada; presta atención únicamente a quien le sigue: sus compañeros de viaje son sus aprendices.

Lo que tiene que decirles, ha de quedar entre ellos; Jesús adelanta la meta a quienes le acompañan en su camino: intima con quien le acompaña. Tras la entrega de Jesús, está Dios, sin negar que se cumpla con intervención humana: las manos de los hombres caerán sobre Jesús, porque ésa es la voluntad de Dios. Dios deja al hombre en manos de los hombres, pero la muerte tiene un límite; la resurrección ya está anunciada para el tercer día.

Por segunda vez, el evangelista muestra la incapacidad de los discípulos para entender lo que Jesús les decía; su silencio con que acogen la enseñanza de Jesús está motivada por el miedo, un miedo que no es sano, reverencial, sino obstinado, por nacer de una oposición al destino de Jesús; no aceptan, aunque callen; y por lo mismo, el silencio pasa a ser una forma suprema de resistencia.

Alimentando ambiciones en el seguimiento de Jesús. Los discípulos se dan cuenta de que su conversación en el camino no compagina con el anuncio que Jesús les había repetido de camino por Galilea. Estar subiendo a Jerusalén pudo haberles reanimado las esperanzas de una implantación cercana del reino; lo cierto es que había alimentado ambiciones personales y por lo mismo, la discordia.

Mediante una simple contraposición (primero/último), y un breve comentario (último=siervo) resuelve Jesús la cuestión que les ocupó durante el camino. El discípulo mayor es quien más y mejor sirve; primero es quien se pone a la disposición de todos, quien trata a los demás como primeros: el rango está en el servicio.

A las palabras siguen los hechos: toma un niño, lo coloca en medio de los doce, lo abraza. No sólo es un servicio al pequeño, es también un pequeño servicio el que hace grande al discípulo, si lo realiza en nombre de Jesús.

Acoger al más pequeño, al más necesitado de atenciones y servicio, es acoger al Señor. La razón de la acogida es Cristo y no su pequeñez. Jesús enseña a quien pretende ser mayor, no a quien se contenta con ser insignificante, que ha de hacerse servidor de todos y guardián de los más pequeños.



Meditación. Camino de Jerusalén, Jesús pudo preveer su trágico final y preanunciárselo a sus discípulos. Hoy el evangelio nos ofrece el segundo anuncio de su muerte: así quería preparar la fe de quienes compartían camino y su predicación. Lo trágico es que no encontrará la debida atención en sus discípulos: mientras el Maestro se dirigía seguro de sí, hacia su fin, los discípulos discutían sobre dignidades y privilegios que estaban por venir. Mientras Jesús piensa en dar la vida, los siervos se afanan en aparecer como señores. Un Maestro así, según el pensar de los discípulos, que camina hacia la muerte contradice las ganas de vivir de todos ellos.

Tan decidido estaba Jesús a subir a Jerusalén y enfrentarse con el querer de Dios que no permite distracciones ni dilaciones en su camino. El miedo que tienen los discípulos en el seguimiento del crucificado nace de la resistencia a aceptarle. Y es que no basta con seguir a Jesús, si no se persiguen junto a él sus ideales: a quien acompaña a Jesús le espera siempre una cruz; el miedo a perderse termina siempre con perder al discípulo.

Que seguir a Jesús no es suficiente para dejarse envolver y ganar por su programa es claro en el relato evangélico; preguntándoles por lo que les preocupa cuando iban de camino, cuestiona en profundidad su fidelidad: están lejos de él por más cerca que le sigan. Ser el mayor no debe preocupar a quien vive tras él: la primacía en el servicio es la vía de la excelencia entre discípulos de Cristo.

Marcos recuerda que el destino de Jesús no fue simple casualidad sino programa de salvación; si desea participar en él, tendrá que aceptar sus consecuencias: el servicio al menor, el cuidado al menesteroso, la atención al insignificante es la ocupación preferente de los seguidores de Jesús, su ministerio mejor.

El niño, ser en dependencia por antonomasia, es el modelo de identificación de cuantos siguen a Jesús. El niño dependía, en la sociedad de Jesús, totalmente de los demás para poder sobrevivir: era realmente el último, el último de la sociedad, el último de la familia. Y es en cuanto tal que Jesús lo escoge como ejemplo vivo del discípulo, el niño es el modelo de identificación de cuantos siguen a Jesús. La comunidad de Jesús tiene como primero al que aparece al último, y el más débil es su mejor modelo.



Oración. Señor, aumenta mi fe, para comprender el camino que hoy, con tu Palabra, pones como itinerario para tu seguimiento y como meta de mi vida. Que mi corazón no se llene de miedo fruto de una resistencia a seguirte hasta las últimas consecuencias. Más bien, mantenlo abierto a tus ideales,

Me impresiona mucho cuando te veo como en ésta parte del Evangelio, tan obediente al Padre.

Me sorprende Señor tu fuerza al no encontrar entendimiento en los tuyos para las preocupaciones que te aquejaban. Cargaste Señor con la cruz y me pregunto cuál cruz te resultó más pesada ¿la de Jerusalén o la de no sentirte entendido por los que estabas enseñando y peor aún, conociendo en sus corazones su sed de poderío cuando Tú sólo enseñaste el amor?

Tanto insististe, Señor en la renuncia, en el dejar de ser para que otros sean, que da miedo someterse a tanta exigencia. Tus discípulos lo sintieron y su silencio no fue sino la peor traición.

Con todo, Señor, pese a que a veces yo también experimento miedo a dejar de ser para que otros sean, no puedo dejar de reconocer que tu enseñanza es de amor y que tu entrega es por amor.

Permíteme ser un poco más sensible a las necesidades de los que me rodean y ayúdame a hacerme cercano de los que más necesitan saberse amados por Tí.


Contemplación. En el silencio de tu corazón, te invito a dialogar con Dios; que le pidas que aumente tu fe para descubrir la invitación que el Señor te hace para seguirle; que disponga tu corazón a su Palabra.

Dios les bendiga. P. Cleo sdb

lunes, 7 de septiembre de 2009

24° domingo ordinario, B (13 septiembre 2009)

Texto de Marcos 8, 27-35 (Léelo serena y tranquilamente una o varias veces hasta desentrañar parte de su estructura, personajes y organización).

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos le contestaron: “Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas”.

Entonces él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro le respondió: “Tú eres el Mesías”. Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.

Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.

Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres”.

Después llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará”.



Lectura (Lectura de lo que dice el texto en sí mismo para entenderlo mejor):
Este relato es el corazón del Evangelio de Marcos. Nos presenta el modo de ser Mesías para Jesús. Los personajes son Jesús, sus discípulos, Pedro y la multitud. Se dirige a Cesarea de Filipo y por el camino Jesús interroga a sus discípulos acerca de lo que los demás piensan de él; les hace dos preguntas: una general y otra personal: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Y “Ustedes ¿Quién dicen que soy yo?”. Los discípulos le responden presentado la opinión popular con figuras de la historia bíblica. Luego les anuncia por primera vez de su Pasión. Pedro interviene en dos ocasiones de manera diversa; lo reconoce como el Cristo, el Mesías y es reprendido por Jesús como Satanás. Finalmente dice a la multitud y a los discípulos, el cómo debe ser el seguimiento de Jesús y el reconocimiento como Mesías: “el que quiera venir conmigo… el que pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará”.



Meditación (Reflexión personal y profundización sobre la Palabra, lo que a mí me dice ahora en mi familia, vida y circunstancias):
La liturgia de este día nos presenta un texto sobre el “siervo del Señor”. Nos presenta una de la más antigua interpretación de la muerte pascual de Cristo: esta muerte está dentro de aquel proyecto que se realiza a través del sufrimiento, persecución, muerte y resurrección del Señor. Y vemos así la intervención de Pedro en dos ocasiones tan diferentes indicándonos que la comunidad cristiana no debe crear una imagen propia del Mesías, sino que debe reconocer aquella oferta encarnada en Jesús con su vida y su muerte. Y reconociendo a Jesús, como el Mesías crucificado, debe seguirlo por el mismo camino. Este puede ser un tema de meditación.



Oración (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio. Le respondo):
Señor, desde siempre, ¡oh Dios!, has sido el primero en dialogar con la gente; así también Jesús no ha esperado a que le preguntaran; su palabra es don de luz, provoca una respuesta, solicita un cambio de mentalidad: “¿Quién dice la gente que soy yo?”, “Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?”. Señor, nos ayudas a entender lo que es ser Mesías, el Cristo, al hacernos ver cómo el amor es llevado hasta el extremo. Ese amor al Padre, Cristo lo lleva en docilidad y obediencia como “siervo sufriente”. Esto fue difícil de entender para Pedro. Enseñándonos que la cruz es la insignia de aquel que sigue al Cristo. Lo dice San Juan Crisóstomo: “Nadie debe entristecerse por los signos venerables de nuestra salvación; son para nosotros fuente de todos los bienes; les debemos la vida y la existencia. Llevamos a todas partes la cruz de Cristo como una corona. Es el signo de nuestra salvación, de nuestra libertad; es el signo del amor del Señor hacia nosotros”.. “Perder la propia vida por causa de Jesús y del Evangelio” es lo que nos enseñas a través de San Marcos. Gracias, Señor.



Contemplación (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar, adoro, alabo y tomo decisiones para actuar de acuerdo a la Palabra de Dios, en mi vida ordinaria personal, familiar, laboral, social, escolar…)
Contemplar el modo de ser Mesías y el seguimiento del Señor, es motivo de gozo. Es verdad, que a nosotros nos agradar decir en creer en Jesús y de seguirlo, no obstante debamos tomar la cruz día a día, con tal de ir tras El. Creer en Jesús va significar: aceptarlo en su modo de vivir. Tomemos la decisión de renunciar a maneras de pensar más atrayentes y caminos más fáciles que nos puedan impedir su seguimiento.


Saludos y bendiciones. Feliz Domingo. Felices fiestas patrias. Nacho, SDB.

jueves, 3 de septiembre de 2009

23° domingo ordinario, B (6 septiembre 2009)


Texto a meditar y orar:
Mc. 7, 31-37

Lectura: En tierra extranjera, Jesús realiza uno de los signos “soñados” por el profeta Isaías. El párrafo evangélico describe la curación de parte de Jesús de un sordomudo en pleno territorio pagano: es un hecho emblemático, donde se cumplen las palabras de Isaías y donde se revela la liberación que se está actuando precisamente en la obra de Jesús.
Emblemático, porque el episodio inicia con la presentación de un sordomudo, y termina con la mención general de “los sordos y los mudos”. La doble caracterización de la enfermedad y sobretodo la mención final de los sordos y de los mudos, nos conducen a la profecía de Isaías de la primera lectura de hoy; detrás de éste hombre se deja ver, el pueblo hebreo, que entonces como hoy, espera la liberación definitiva. Este sordomudo que vive en pleno territorio de la Decápolis, representa el paganismo, toda la humanidad reunida por una misma incapacidad de oír y de hablar.
El gesto donde Jesús “pone los dedos en los oídos” del enfermo hace referencia al dedo de Dios, expresión con la cual los magos de Egipto comentan las plagas de los mosquitos realizada por el bastón milagroso de Aarón. Ese gesto de Jesús es entonces, revelador de un nuevo éxodo (salida).
Todos estos elementos, aunque en modo sobrio y alusivo, invitan a ver en Jesús el Mesías, el enviado de Dios.
Las exclamaciones del texto del Evangelio como la de “ha hecho bien todas las cosas” y demás expresiones, son alusiones al A.T, anotadas antes, tienen dos finalidades, una, manifestar la identidad de Jesús y una segunda, mostrarnos la cualificación de su obra. En efecto, si El, “hace bien todo”, como Dios, significa que se está actuando la nueva creación; si en él obra el “dedo de Dios”, significa que un nuevo Exodo se está cumpliendo. Ya desde antes el profeta Isaías había descrito la salvación como una nueva creación y un nuevo éxodo; ahora es la palabra del profeta que se cumple en la obra de Jesús, y no solamente en favor de los hebreos, sino de todos los hombres. Por lo mismo se entiende que Jesús libera al hombre de su verdadera esclavitud, aquella del pecado.
El contexto del párrafo evangélico subraya la sordera y el mutismo de los discípulos, es decir, su incapacidad para comprender la persona y la misión de Jesús.


Meditación: Jesús, una vez que le fue presentado el sordomudo, no tardó tiempo en sanarlo: “miró al cielo, suspiró y dijo: ábrete”. Más que los oídos, ese mandato sanó de raíz al hombre, pues le salvó de la soledad radical de quien vive sin poder comunicarse con los semejantes; metiéndole los dedos en los oídos y tocándole con la saliva la lengua tomaba Jesús en serio la causa de sus males y, devolviéndole su natural capacidad devolvió, al hombre a la comunidad; si la sordera y la mudez lo habían condenado al aislamiento y a la marginación, el milagro de Jesús le devolvió su dignidad humana. Encontrarse con Jesús lleva a rencontrar la palabra y la voluntad de escucha: nadie que es presentado a Jesús vuelve a presentarse a su prójimo estando cerrado a la comunicación y al diálogo: el hombre radicalmente sano es un hombre libre en su hablar y liberado para escuchar.
Cuanto más presente esté Jesús en la vida de nuestros amigos y de nuestros jóvenes, tanto mayor será su capacidad de comunicación con nosotros. Presentémonos y presentemos a los demás ante Jesús, nuestra incapacidad le moverá a compasión, y nos devolverá la escucha y la palabra; nadie que se haya encontrado realmente con Jesús, por más incapacitado que estuviera, ha regresado a su mutismo anterior: Cristo sana al hombre que lo encuentra, devolviéndole a la comunidad con ganas de hablar y voluntad de escuchar.
Una vez curado, el sordomudo se lanzó a proclamar cuanto le había sucedido; no pudo guardar para sí lo que Jesús le había procurado: verse libre de su mudez, lo convirtió en predicador; no quiso silenciar el milagro, pues lo que Dios había hecho en él, no le pertenecía; convirtió su experiencia personal en contenido de su proclamación de Cristo.

Hacer oír al sordo y hablar al mudo es obra de Dios, de quien se espera la salvación; no importa que estemos aún lejos. Dios viene a quien siente necesidad de Él. Y para sentirla, hay que sentir el propio mal como mal y como propio. Nadie espera lo que no necesita: Dios no es necesario a quien no lo echa en falta. Y no es indiferente que el milagro realizado haya sido posibilitar la escucha y abrir al diálogo a un hombre. De poco sirve que Dios quiera hablarnos, si nos cerramos en nuestro mutismo; el precio que pagamos por no hacernos responsables de nuestra obediencia es la incomunicación.



Oración: Señor Jesús. Escuchando tu Palabra quiero pedirte un favor Señor, que me libres de éste mal que invade mi vida, la sordera y la mudez, de este mal que me hace no sentir necesidad de Tí y no buscarte. Que me hagas descubrir tu liberación al acercarte a mí y quitarme los impedimentos que no me dejan manifestarme como me has llamado a ser y como me has creado, para proclamarte a Tí ante los demás. Verme libre de todos estos impedimentos me hace, como el sordomudo, lanzarme a anunciar las maravillas que has realizado y que realizaste en mí. Me hace no quedarme callado, sino testimoniar con alegría que Tú sigues haciendo maravillas y no precisamente a los que están cerca de Tí y que se sienten libres de pecado, sino a quien se siente alejado, pero que confía en Tí y se deja ser tocado por Tí y está abierto a la escucha de tu palabra



Contemplación. Agradecido con Dios porque me percibo el centro de la atención de la atención de Él, tocado por Jesús, objeto de su oración; me contemplo y soy concsciente de lo que soy y de lo que vivo y también tomo conciencia de mi sordera y de mi mudez de mi realidad, de mis dudas y sonbras, de mis ambigüedades….. y rezo ante Dios.

Dios les acompañe. P. Cleo sdb