lunes, 7 de septiembre de 2009

24° domingo ordinario, B (13 septiembre 2009)

Texto de Marcos 8, 27-35 (Léelo serena y tranquilamente una o varias veces hasta desentrañar parte de su estructura, personajes y organización).

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo. Por el camino les hizo esta pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos le contestaron: “Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas”.

Entonces él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro le respondió: “Tú eres el Mesías”. Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.

Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho, que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a la muerte y resucitara al tercer día.

Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras: “¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres”.

Después llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará”.



Lectura (Lectura de lo que dice el texto en sí mismo para entenderlo mejor):
Este relato es el corazón del Evangelio de Marcos. Nos presenta el modo de ser Mesías para Jesús. Los personajes son Jesús, sus discípulos, Pedro y la multitud. Se dirige a Cesarea de Filipo y por el camino Jesús interroga a sus discípulos acerca de lo que los demás piensan de él; les hace dos preguntas: una general y otra personal: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Y “Ustedes ¿Quién dicen que soy yo?”. Los discípulos le responden presentado la opinión popular con figuras de la historia bíblica. Luego les anuncia por primera vez de su Pasión. Pedro interviene en dos ocasiones de manera diversa; lo reconoce como el Cristo, el Mesías y es reprendido por Jesús como Satanás. Finalmente dice a la multitud y a los discípulos, el cómo debe ser el seguimiento de Jesús y el reconocimiento como Mesías: “el que quiera venir conmigo… el que pierda su vida por Mí y por el Evangelio, la salvará”.



Meditación (Reflexión personal y profundización sobre la Palabra, lo que a mí me dice ahora en mi familia, vida y circunstancias):
La liturgia de este día nos presenta un texto sobre el “siervo del Señor”. Nos presenta una de la más antigua interpretación de la muerte pascual de Cristo: esta muerte está dentro de aquel proyecto que se realiza a través del sufrimiento, persecución, muerte y resurrección del Señor. Y vemos así la intervención de Pedro en dos ocasiones tan diferentes indicándonos que la comunidad cristiana no debe crear una imagen propia del Mesías, sino que debe reconocer aquella oferta encarnada en Jesús con su vida y su muerte. Y reconociendo a Jesús, como el Mesías crucificado, debe seguirlo por el mismo camino. Este puede ser un tema de meditación.



Oración (Lo que le digo, desde mi vida, al Dios que me habla en su Evangelio. Le respondo):
Señor, desde siempre, ¡oh Dios!, has sido el primero en dialogar con la gente; así también Jesús no ha esperado a que le preguntaran; su palabra es don de luz, provoca una respuesta, solicita un cambio de mentalidad: “¿Quién dice la gente que soy yo?”, “Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?”. Señor, nos ayudas a entender lo que es ser Mesías, el Cristo, al hacernos ver cómo el amor es llevado hasta el extremo. Ese amor al Padre, Cristo lo lleva en docilidad y obediencia como “siervo sufriente”. Esto fue difícil de entender para Pedro. Enseñándonos que la cruz es la insignia de aquel que sigue al Cristo. Lo dice San Juan Crisóstomo: “Nadie debe entristecerse por los signos venerables de nuestra salvación; son para nosotros fuente de todos los bienes; les debemos la vida y la existencia. Llevamos a todas partes la cruz de Cristo como una corona. Es el signo de nuestra salvación, de nuestra libertad; es el signo del amor del Señor hacia nosotros”.. “Perder la propia vida por causa de Jesús y del Evangelio” es lo que nos enseñas a través de San Marcos. Gracias, Señor.



Contemplación (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar, adoro, alabo y tomo decisiones para actuar de acuerdo a la Palabra de Dios, en mi vida ordinaria personal, familiar, laboral, social, escolar…)
Contemplar el modo de ser Mesías y el seguimiento del Señor, es motivo de gozo. Es verdad, que a nosotros nos agradar decir en creer en Jesús y de seguirlo, no obstante debamos tomar la cruz día a día, con tal de ir tras El. Creer en Jesús va significar: aceptarlo en su modo de vivir. Tomemos la decisión de renunciar a maneras de pensar más atrayentes y caminos más fáciles que nos puedan impedir su seguimiento.


Saludos y bendiciones. Feliz Domingo. Felices fiestas patrias. Nacho, SDB.

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