jueves, 16 de diciembre de 2010

4° domingo Adviento, A (19 diciembre 2010)

Texto a meditar y a orar: 
Mateo 1, 18-24.

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.

LECTURA.
El relato está centrado en José por el anuncio del nacimiento de Jesús; narra la perplejidad de José ante la maternidad virginal de su mujer y la aceptación de la intervención de Dios en ella. El evangelista afirma que Jesús procede de Dios a través de la acción misteriosa del Espíritu en María, y que la vinculación de Jesús con Israel es sólo legal, pues acontece a través de la paternidad de José.
La decisión de Dios de entrar en la historia humana interfiere en la vida de los hombres, así lo hizo con José y con María. El anuncio del nacimiento de Jesús fue una sorpresa para quien iba a hacer de Padre, la maternidad de María le puso en un grave aprieto; sin embargo, que Dios le explicara a José la situación y le descubriera el porvenir del niño no le hizo más fácil su aceptación; tuvo que resignarse apadrinar un hijo que él no había engendrado.
Antes de convivir con María, José tuvo que decidir, si aceptando a María ya madre, aceptaba la intromisión de Dios en su vida íntima y la aniquilación de sus proyectos más personales, José tuvo que descubrir y saber que con el nacimiento de Jesús se cumplía la profecía antigua y terminaba la espera del salvador prometido; pero esto no le ahorró tener que sacrificar su sueño mejor; para ser guardián de la familia de Dios, tuvo que renunciar a ser padre; por tener que hacer de padre del hijo de Dios, no pudo hacer de esposo.
José y María fueron, sin duda, quienes más alto precio tuvieron que pagar por hacer posible la encarnación de Dios. Por llevar adelante Dios sus planes, desbarató los planes de esta joven pareja y los invitó a una vida de obediencia.

MEDITACIÓN. 
Próxima la navidad, el motivo de nuestra fiesta y la razón de nuestra alegría es celebrar la decisión de Dios de hacerse uno como nosotros y estar entre nosotros. Esto demuestra lo mucho que Dios nos ha querido. Pero la alegría y la confianza en este Dios no quita ni ahorra el tener que pagar un precio, el de la obediencia a Dios y el cambio de nuestros planes y la aceptación de su voluntad como fue el caso de María y de José. La intervención de Dios en la historia significó la anulación de los planes personales y de los sueños en la vida de José, la intromisión en su vida íntima; José fue secuestrado en vida por Dios, y lo aceptó siendo obediente.
La historia de José, es la historia del creyente en Dios y en sus planes de salvación; cuando Dios se acerca al hombre o a la mujer, nunca llega en vano ni en balde; la encarnación de Dios fue posible no sólo porque Dios quiso ser hombre, sino también porque se encontró con hombres que obedeciéndole le dejaron ser Dios y llevar sus planes y les supusiera la renuncia de los propios proyectos y la forma de vida con la que tanto habían soñado. Prestar la propia vida para que Dios se encarne en el mundo, es la historia de María y José y es la historia del creyente; renunciar a los propios planes y a los propios hijos, a su presente y a su futuro para ponerse totalmente a disposición de Dios esa es la obediencia del creyente como la María y José.

ORACIÓN.
Gracias, Padre Bueno, porque tu voluntad ha sido tan grande y tan amorosa para con nosotros, que has querido estar en medio de nosotros y encarnarte en la persona de tu Hijo Jesús. Sí, esa ha sido desde siempre tu voluntad; nosotros estamos agradecidos contigo, Padre, porque sigues viendo a nuestro mundo con ilusiones y con alegría de salvación a pesar de nuestras cortas y distorsionadas visiones de ella; esto nos hace comprender que tu amor y tu deseo de salvación es lo que le da sentido a la vida y a nuestras vidas.
Gracias, porque has entrado en nuestra historia y te has valido de personas que obedeciendo a tu voluntad y renunciando a sus planes de realización personal, supieron descubrir cuál era tu voluntad y dar su aceptación a tus planes. Así fue en María y en José. Gracias, Padre, porque por ellos y en su obediencia nos has señalado el camino de seguimiento; porque mediante ellos y su libre generosidad, ha sido posible tu intervención en la historia de las personas. Gracias, porque sigues necesitando de personas, hombre, mujeres, jóvenes, niños, para llevar adelante tus planes y sigues pidiendo obediencia a tu voluntad.

CONTEMPLACIÓN.
Te invito para que en estos días, antes de la fiesta de Navidad, tengas unos momentos de silencio y postrándote ante Dios lo adores y después también le agradezcas que haya querido encarnarse y ser nuestro Salvador. Contempla, medita, reflexiona y deja que Dios lleve adelante sus planes en tu persona como lo hizo con María y José.

Feliz Navidad.


La Paz con ustedes.

No hay comentarios: