jueves, 29 de diciembre de 2011

Santa María, Madre de Dios, B (1° enero 2012)

Texto del Evangelio de
San Lucas 2, 16-21. 

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño, y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado. Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido. 

Lectura. El pasaje del Evangelio de este día nos describe la ida de los pastores a Belén, después del anuncio hecho por el ángel; la señal que se les dio ellos la tomaron como aquello que respondía a su situación. Ellos se encaminaron sin demora y encontraron a María y José y al Niño recostado en el pesebre, que después de haberle visto contaron lo que les había sido dicho sobre El. Y al volverse a sus campos alababan y glorificaban a Dios por cuanto habían visto y oído. También nos presenta a María, la Madre de Jesús, que medita en su corazón lo sucedido. Y el Niño nace como un miembro del pueblo de Israel y se somete a la ley y es circuncidado ocho días después de su nacimiento. Y recibe el nombre de Jesús. 

Meditación. El protagonista de todo este texto del Evangelio es el Niño recién nacido que recibe el nombre de Jesús. S. Lucas nos presenta a los pastores como los primeros adoradores del Niño de Belén. Para la sociedad de entonces, los pastores nómadas que vivían en las afueras de las ciudades, eran una clase poco recomendable. Se les consideraba ladrones que vivían de día y de noche con sus animales. Su palabra no tenía por eso ningún valor. Sin embargo a ellos se les da la noticia para que la anuncien. También, nos presenta a María, que está atenta a todo lo que pasa con ese Niño al que acaba de dar a luz. Todo lo meditaba, todo lo guardaba en su corazón. Quien mejor que Ella puede guiarnos a conocer, amar, adorar al Hijo de Dios hecho hombre. Dejemos que Ella sea quien nos acompañe, que sus sentimientos nos animen a predisponernos con sinceridad de corazón y apertura a reconocer en el Niño de Belén al Hijo de Dios, venido a la tierra por nuestra redención. La Navidad trae alegría y paz a quienes, como los pastores, acogen en Belén las palabras del ángel. “esto les servirá de señal: encontrarán un Niño envuelto y acostado en un pesebre”. Sigue siendo el signo también para nosotros, hombre y mujeres del siglo XXI. No existe otra Navidad, ni existirá, solamente la del Divino Niño, para aquellos que estén dispuestos a adorarlo y reconocerlo como Salvador. 

Oración. Señor, queremos entrar junto con los pastores en la gruta de Belén, bajo la mirada amorosa de María, para ser testigos silenciosos del prodigioso nacimiento. Que Ella nos ayude a vivir la Navidad; que nos enseñe a guardar en el corazón el misterio de Dios, que se ha hecho hombre por nosotros; que nos guíe para dar al mundo testimonio de su verdad, de su amor y de su paz. Venimos a adorar a Dios, hecho Niño. Amén. 

Estamos en el primer día de Enero, que esta dentro de la Octava de Navidad, y como en toda Octava, seguimos celebrando el misterio de la Encarnación. Lo hacemos con la fiesta mariana más antigua y genuina: celebramos, solemnemente, a Santa María, Madre de Dios. Y, sobretodo, comenzamos con la gracia del Señor el inicio del año civil 2012. Como, también, celebramos la jornada mundial de oración por la paz, tan necesaria para todo el mundo y en especial para nuestras familias, nuestras ciudades, nuestro México. 

La Paz con ustedes.

viernes, 25 de noviembre de 2011

1° domingo Adviento, B (27 noviembre 2011)

Lectio Divina del Texto de 
Marcos 13, 33-37
 
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”.
 
LECTIO: Estamos iniciando el calendario “litúrgico” con el tiempo de Adviento y el motivo fuerte y profundo se refiere a la “pronta venida de Cristo”. En el contexto de ésta venida, el cristiano vive su propio camino. Las lecturas bíblicas de este tiempo proponen los lineamientos del camino del cristiano que espera encontrarse con su Señor.
El evangelio de este domingo es una pequeña parábola que habla de la venida del dueño de la casa. Por lo mismo, el “dueño” (“dueño” = “Señor”), viene al encuentro de sus siervos mientras ellos están ocupados a su servicio y en un tiempo que se señala durante la “noche”. Hay un mandato que es el de “vigilar” y viene motivado por Jesús así: “No sabéis a qué hora será el momento preciso”, es decir, “el día y la hora”, del regreso de su Señor. Estas palabras parecen unir la necesidad de la vigilancia con la ignorancia del tiempo en el cual el Señor vendrá al encuentro de sus siervos. Tal motivación se confirma con la imagen del ladrón, lo imprevisible y lo clandestino. El dueño de la casa motiva a los siervos en la necesidad de una vigilancia continua, ininterrumpida, incansable. Para los siervos que se mantienen despiertos, el Señor no llega inesperadamente porque “lo están esperando”, siempre están atentos para abrirle la puerta mientras llega y toca. Estos tales, son declarados “Bienaventurados”, justamente porque están “despiertos” y “prontos”.
 
MEDITATIO: Vigilar es sobre todo, estar atento y en tensión para captar “al que está por llegar”, para sentir casi en anticipo sus pasos, para anticipar el abrazo y el “apretarse a él”, cuando su rostro se aclara y no se esconde más. “Vigilar” será entonces una actitud orientada hacia el encuentro esperado. Todavía más, es estar esperando lo inesperado, no se sabe en qué hora llegue ni cuál es la forma en que llegue. Existe por lo tanto el riesgo de la rutina de una administración cansada de lo que se nos ha dejado administrar. Es necesario recuperar la dimensión de la espera tan viva y fuerte en los profetas y en los apóstoles; y tan pérdida en nuestro tiempo. El mejor medio para conocer a Dios es buscarle e ir a su encuentro; es aquel de no tenerlo, sino desearlo con ardiente sed, andar buscándolo, hurgando en los signos y en los sonidos su voz  e “ir a su encuentro”.
 
ORATIO: Padre Bueno, que nos invitas a estar en espera, al acecho de tu venida y en actitud de vigilancia. Porque nos has llamado a cuidar y administrar tus bienes y nos has comprometido en el trabajo que Tú quieres que hagamos mientras Tú regresas.
Te suplicamos que nos enseñes a administrar lo que es tuyo; pero más importante que nos enseñes a vivir con actitud creativa la vigilancia y con sed ardiente tu espera, porque vas a llegar en el momento más inesperado y nos quieres disponibles y rindiéndote cuentas de lo  que te pertenece.
Hoy nos señalas que lo importante es vivir en vigilancia; es decir, en espera de tu persona; que nuestros pensamientos y acciones sean expresiones de atención a la menor indicación de que el Señor está por llegar; que nuestros pensamientos estén completamente marcado por Ti y por tu pronta venida; que todo nuestro ser, gire en torno a ésta venida y a este acontecimiento. Te pedimos, Señor, que enseñándonos a esperar al Esperado, que eres Tú y que nuestra vida no caiga en la rutina de una administración de tus bienes sin sentido.
           
CONTEMPLATIO: Piensa y reflexiona en qué forma puedes poner en práctica esta Palabra de Dios en tu vida, en un hecho concreto de tu vida. ¿Con qué actitud esperarías Tú a Dios en tu vida?     
En medio de tantas insinuaciones comerciales permanezcamos atentos y vigilantes en el Señor.
- “En esta Navidad, Cristo puede tener un lugar en nuestra casa".
¿Podrá contar con un lugar en nuestro corazón?
¿Estamos dispuestos a remover todo lo que roba espacio para Él?
¿Qué impide nuestro camino hacia Dios?
                                                     
 
 
La Paz con ustedes.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Solemnidad Cristo Rey, A (20 noviembre 2011)

Con este Domingo, fiesta de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, concluye el año litúrgico; en el que hemos venido haciendo memoria de cuanto Dios ha hecho por nosotros y pudimos por ello sentirnos con El agradecidos. Tenemos buenos motivos para festejar el reinado de Cristo, que comenzó cuando venció la muerte, resucitando. Pero nuestra alegría sería inútil como nuestras esperanzas también, si no nos preguntáramos si, de verdad, queremos pertenecer a ese Reino. Hoy nuestra celebración nos tiene que llevar a reconocer que Dios ha estado con nosotros durante este año, sin olvidar, como nos dice la Palabra de Dios que aún debemos responder ante El por tanta bondad ya recibida. Aceptar a Cristo como nuestra Rey nos obliga hoy a vivir ya sometidos a su voluntad; esperar su Reino como nuestra herencia nos impone el cumplimiento de lo que El quiere de nosotros. 

Texto del Evangelio es de Mateo 25, 31-46 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme’. Los justos le contestarán entonces: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?’ Y el rey les dirá: ‘Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron’. Entonces dirá también a los de la izquierda: ‘Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron’. Entonces ellos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?’ Y él les replicará: ‘Yo les aseguro que cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo’. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”. 

LECTURA, Encontramos a Jesús y sus discípulos en el largo discurso, sobre el juicio final, que es exclusivo de san Mateo. Describe ese juicio de manera gráfica y popular; como rey y juez rodeado de gloria, acompañado de todos sus ángeles para dictar sentencia; y es el pastor que separa las ovejas de los cabritos. Es en ese momento del juicio, que se tiene una separación radical entre buenos y malos, entre los que entran y los apartados y puestos fuera, que se encontraban a la derecha o a la izquierda. Con la imagen del Rey Pastor, Mateo recuerda a su comunidad que el porvenir de Dios va antecedido por su juicio de Señor. El escenario es grandioso: la sentencia será definitiva. Significativo es la semejanza con que están construidas las dos escenas del juicio: tanto los buenos como los malos se condenan por lo que hicieron u omitieron. Además la advertencia es realmente grave, los dos grupos no se daban cuenta a quien estaban haciendo el bien, ni mucho menos, a quien se lo negaban. Es necesario tener en cuenta el criterio de que se sirve el juez para pronunciar sentencia: es la preocupación efectiva de cada persona por los pobres y necesitados. El texto nos presenta e identifica a los necesitados con el mismo Señor Jesús. Y nos presenta ejemplos concretos en dónde se han encontrado a Jesús: en el hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y encarcelado, porque le dieron de comer, le dieron de beber, lo hospedaron, lo vistieron, lo visitaron o lo fueron a ver. “Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo”. Termina diciendo: “Entonces irán estos al castigo eterno y los justos a la vida eterna”. 

MEDITACION, Este relato, el del Juicio Final, nos ayuda a meditar en el Señor Jesús, quien aparece como Rey, juzgando. Y nos hace reflexionar en ese momento. Cómo y qué se hizo en el Reino, durante la propia existencia. Nos hace reflexionar en la Vida Eterna y en el Castigo Eterno. En el “vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo” O en el: “apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles”, porque no se preocuparon de hacer el bien a los más insignificantes o por lo que dejaron de hacer a los más insignificantes. Jesús mismo se lo advirtió a sus discípulos. Con la imagen del Pastor que dispone con libertad absoluta de su rebaño y nos advierte cómo piensa ser rey: llegará el día en que “separará unos de otros, como el pastor separa ovejas de cabritos”. Quizá no nos estemos dando cuenta de lo mucho que arriesgamos: el rechazo de Dios puede ser nuestro porvenir. Nos conviene tomar en serio lo que nos estamos jugando. Jesús ha querido adelantarnos los criterios que van a guiar su juicio: y es sorprendente que no se nos vaya a preguntar si hemos amado mucho, o siempre, a Dios; si hemos seguido a Cristo o hemos vuelto a El siempre que lo dejamos; lo que sí nos preguntará, si nos hemos interesado por los más pequeños de sus hermanos; por aquellos que han necesitado de nuestra ayuda. No seremos juzgados por los buenos sentimientos que tenemos en el corazón ni por los buenos propósitos que hicimos; solamente lo que hayamos hecho a uno de esos hermanos más pequeños nos salvará; o seremos condenados por no haber hecho nada. No son obras extraordinarios las que decidirán si Dios es nuestro porvenir; porque dar agua al sediento, vestido al desnudo, visitar al enfermo lo mismo que al encarcelado. Y sin embargo, su sola práctica nos hará ciudadanos del Reino. Salvación o condena, Dios o su ausencia total, dependen de nuestra misericordia que supimos hacer. 

ORACION, Señor nos has hablado con tu Palabra y nos dices que serán dichosos para siempre aquellos o aquellas que han hecho el bien, a los más insignificantes, aún sin saber que te lo hacían a Ti, porque se encontrarán con un Juez que los hará entrar a la Vida Eterna. También, es bueno saber, aunque suene dura tu Palabra, que lo que no hicimos a los más insignificantes, te lo hemos dejamos de hacer a Ti, Señor. ¿Cuándo, Señor, te vimos? Ser misericordioso, hoy, con quien nos necesite, hoy, será nuestra salvación el día del juicio. Lo que hagamos a uno de los más pequeños e insignificantes, Dios lo considera hecho a sí mismo. Te pedimos que nos concedas la gracia de ser siempre sensibles al hermano o a la hermana que tiene necesidad. Señor, justo juez, si vinieras a juzgarme hoy, ¿qué cuentas te presentaría? 

CONTEMPLACION, (Hago silencio, me lleno de gozo, me dejo iluminar, adoro y alabo, y tomo decisiones para actuar de acuerdo a la Palabra de Dios en mi vida ordinaria personal, familiar, social, laboral, escolar…) La Fiesta de Cristo Rey nos invita a esto: 
Cambiar el Mundo. Ustedes saben muy bien que el Día puede nacer, que debe nacer, que el mundo debe cambiar. Ustedes los jóvenes deben sentirse en la responsabilidad de cambiar el mundo, de darle la vuelta al mundo. Yo les pediría a ustedes, muchachos y muchachas, la capacidad, las ganas, la voluntad de soñar, de cambiar... No se conformen con las cosas como están. Ni en sus familias, ni en nuestros pueblos, ni en la sociedad, ni en la Iglesia. ¡Vamos a cambiar! (Pedro Casaldáliga, Obispo). 
Compartir el Pan ¿Tratas con honor al Cuerpo de Cristo? No lo desprecies cuando esté desnudo. No lo honres aquí, dentro de una iglesia para, después, despreciarlo fuera, cuando sufre frío y desnudez. Porque el que dijo “Esto es mi Cuerpo” es el mismo que dijo: “Tuve hambre y no me diste de comer”. ¿De qué te servirá adornar el Altar de Cristo? Sacia, primero, al hambriento y ven, después, a adornar el Altar. ¿Eres capaz de fabricar un cáliz de oro y no eres capaz de dar un vaso de agua fresca? El Templo de tu Hermano necesitado es mucho más precioso que este templo. El Cuerpo de Cristo es para ti un altar. Es más sagrado que el altar de piedra sobre el que celebras el santo Sacrificio. El altar lo tienes en todas partes: en las calles, en las plazas (San Juan Crisóstomo). 

Saludos y bendiciones. 
¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!. 
La Paz con ustedes.

33° domingo ordinario, A (13 noviembre 2011)

Texto a meditar y orar del 
Evangelio de San Mateo 25, 14-30 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los Cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue. El que recibió cinco talentos fue enseguida fue a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores. Se acercó el que había recibido los cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ’Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ‘Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’. Finalmente se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’. El señor le respondió: Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene. Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación. 

Lectura (Lectio: qué dice el texto): lee atentamente el texto evangélico las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después. 
La parábola de este domingo puede dividirse en tres grandes partes: primero el encargo y entrega de dinero, (talentos), a los empleados, después la petición de cuentas a los dos primeros empleados y, finalmente, el diálogo entre el dueño del dinero y el tercer empleado catalogado por el mismo patrón “como malo y perezoso” por no haber hecho rendir el dinero que se le había confiado aunque hubiera tenido tiempo de sobra para hacerlo, por eso se le castiga “echándole fuera, a la oscuridad”. Sigue siendo punto central y referente la comparación con el Reino de Dios, de lo contrario no se entiende bien el mensaje. Hay que hacer notar, también, que a cada empleado se le da según su capacidad y que los tres tienen el tiempo suficiente para hacer producir lo que se les había confiado. Así, mientras dos reciben alabanzas, el tercero es descalificado de modo detallado y definitivo por no haber actuado del modo correcto. 

Meditación (Meditatio: lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios dice a tu vida, a la de tu familia, de la Iglesia y de la sociedad. 
El domingo pasado comenzamos a leer el capítulo 25 de San Mateo con el cual terminaremos el año litúrgico como si fuera el final de nuestra vida. En la parábola del domingo pasado fuimos invitados a mantenernos en una espera vigilante, superando la desilusión, cansancio y frustración por la prolongación de la llegada. Hoy esa espera vigilante se enriquece pues se nos dice que ha de ser, también, productiva. Con esas actitudes se prepara uno a la venida definitiva de nuestro Señor y salvador, o sea, a su “Parusía”. Con la parábola se nos advierte que el tiempo presente, el mismo que Dios nos regala y que llamamos vida, es una oportunidad extraordinaria para hacer presente el Reino de Dios rindiendo al máximo en sus núcleos de amor, de verdad, de justicia y de paz. Por el contrario, una vida desganada, descuidada y perezosa por la construcción del Reino de Dios en la propia realidad nos lleva a la descalificación definitiva y quedaremos fuera, en la oscuridad. El mejor modo de agradecer los dones recibidos de Dios será siempre engrandeciéndolos y no guardándolos; encerrarnos en falsas seguridades por miedo a perderlos nos sacará del juego y de la lucha riesgosa por conquistar el premio más preciado: Dios y su Reino. 

Oración (Oratio: lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios. 
Te invito a hacer oración desde una reflexión de Madre Teresa de Calcuta donde nos presenta el modo en que ella hizo fructificar los dones que Dios le dio para hacer presente a Dios y su Reino: “Si las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas aun así, ámalas de cualquier manera. Si haces el bien, te acusarán de tener oscuros motivos egoístas: aun así, haz el bien de cualquier manera. Si tienes éxitos y te ganas falsos amigos y enemigos verdaderos: aun así, lucha de cualquier manera. El bien que hagas hoy, será olvidado mañana: aun así, haz el bien de cualquier manera. La sinceridad y la franqueza te hacen vulnerable: aun así, sé sincero y franco de cualquier manera. Lo que has tardado años en construir puede ser destruido en una noche: aun así, construye de cualquier manera. Alguien que necesita tu ayuda puede retrasarte si le ayudas: aun así, ayúdale de cualquier manera. Da al mundo lo mejor que tienes y a pesar de ello te golpearán: aun así, da al mundo lo mejor que tienes de cualquier manera. Dios conoce nuestras debilidades: aun así, nos ama de cualquier manera. El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz”. 

Contemplación (Contemplatio): haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios y ve lo que es necesario cambiar en tu vida para bien tuyo, de los demás y gloria de Él; y por haberte hablado, déjate llenar de su paz y lleva su Palabra a tu vida con un buen propósito. ¿Qué miedos me impiden multiplicar los talentos que he recibido? Examinemos cómo aprovechamos el tiempo, la puntualidad y el orden; si dedicamos la atención debida a los deberes familiares; si procuramos extender el Reino de Cristo en las almas y en la sociedad con los talentos recibidos. 

Dios te bendiga.
La Paz con ustedes.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

32° domingo ordinario, A (6 noviembre 2011)

Texto de Mateo 25, 1-13 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras. ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’. Mientras aquellas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’. Estén, pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora”. 

LECTURA: La parábola de las “diez vírgenes”, forma parte de un discurso que abarca dos capítulos el 24 y el 25 y que tiene un lenguaje que se llama “escatológico” dado que expresión crea un intenso clima de espera; y hay dos datos que nos dan la razón sobre esto; el primero está en la lectura cuando se habla de lo imprevisto de la venida del esposo, que siendo esperando, llega de improviso en aquella hora. Y el segundo elemento se ve cuando habiendo llegado el esposo se excluye de la sala del banquete a las vírgenes descuidadas. Momento dramático que se expresa en la frase: “la puerta se cerró” Este relato hace ver que el reino de los cielos se compara, no con diez vírgenes, sino con la celebración solemne de una boda y por lo mismo el centro de interés y el mensaje recaerá sobre la necesidad de estar preparado, para cuando llegue el esposo y participar en el banquete. La parábola tiene varios rasgos para hacer ver que la preparación requerida es personal y no se puede substituir: por ejemplo: el retraso del novio y el sueño de las que esperan; la negación de vírgenes prudentes en darles aceite a las insensatas, y por último, mientras éstas van a comprar aceite, llega el novio y se cierra la sala del festín. 

MEDITACION: Hoy la Palabra de Dios centra nuestra atención en una de las actitudes que mejor caracterizan la vida del cristiano, la esperanza. Sólo quien estuvo preparado, con las lámparas encendidas y prevenido de aceite por lo que pudiera ocurrir, entró con el novio en el banquete. Hay que tener cuidado que el retraso de la llegada del novio, no nos vuelva perezosos, que nuestro cansancio no aumente más que nuestra esperanza; no creyendo que pueda venir hoy, tampoco lo esperemos mañana. No basta con vivir esperando al Señor para gozar de su presencia; hay que estar preparados por si se retrasa y responder de la luz encomendada. 

ORACIÓN: Tú, Oh Padre, estás en camino hacia mí, y esto llena mi corazón de esperanza, mi vida de imaginación y mis manos de quehacer. Cada momento que lo retrases. Señor, agudiza más y más mi necesidad de estar vigilante y dispuesto, preparado para ese momento. Hoy, Buen Padre, me invitas a estar atento, vigilante, porque no sé ni el día ni la hora en que ha de venir el novio, en que ha de venir tu Hijo; en que te hagas presente en mi vida. Por lo mismo me invitas a estar en actitud de vigilancia y de previsión. Esperar a tu Hijo y ser prudente, es lo que me introducirá en el Banquete eterno. 

CONTEMPLACIÓN: Medita y reflexiona que el Señor viene en camino, cada día, y te invita a estar preparado. ¿Qué acciones te hacen decir que vives esperando al Señor? ¿En qué haces consistir tu amor a Dios? ¿Lo extrañas? ¿Cómo te preparas? ¿Ayudas a preparar a los tuyos? 

Que el Señor les bendiga. La Paz con ustedes.

viernes, 28 de octubre de 2011

31° domingo ordinario, A (30 octubre 2011)

Texto evangélico para meditar y rezar: 
Mateo, 23, 1-12

En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la agente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’. Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. 

Lectura (Lectio: qué dice el texto): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después. 
La primera parte de este discurso Jesús se dirige a la multitud y a los discípulos criticando con dureza la práctica religiosa de los escribas y fariseos. En la segunda parte se dirige en especial, ya no a los escribas y fariseos sino, a todos los discípulos, es decir, aquellos que tienen alguna responsabilidad concreta dentro de la comunidad, y les recuerda que para ellos no tiene ningún sentido el uso de títulos honoríficos; ninguno ha de buscar poder sino hacerse servidor; no son importantes los lugares primeros sino los últimos. Este relato es parte de las discusiones de Jesús con los diversos grupos; y estas son dirigidas contra los “escribas y fariseos”. 

Meditación (Meditatio: lo que dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios dice para tu vida ordinaria. 
Meditamos como Jesús sigue siendo fiel a su misión de predicador, aun cuando tenga roces con los guías religiosos de su tiempo, las personas más dignas de su tiempo, sin quitarles su autoridad. Jesús ofrece la propuesta del Reino, es decir, denuncia la mala forma de actuar de los “escribas y fariseos” y ofrece criterios sobre cómo han de realizar los que harán este servicio en la comunidad; ninguna autoridad tendrán si no son coherentes en su vida; tampoco si no se refieren al único Maestro, al único Guía, al único Padre. También que toda la vida de discípulos debe referirse a Jesús: Él es el único Maestro. Que nunca se debe utilizar la identidad de cristiano, cristiana, para enaltecerse, sino sentirse pequeños por haber acogido el don de la fe, ante un Dios que tanto nos ama, que nos guía y que nos enseña. Las palabras de Jesús nos ofrecen una doble enseñanza que si nos impresiona por su dureza y realismo, tienen la ventaja de acercarnos con mayor inmediatez a cuanto Jesús quería: la búsqueda de Dios sobre todas las cosas y a cuanto El denunciaba: la simulación y el engaño en la vida del creyente. Al único que se ha que seguir es a Cristo. 

Oración (Oratio: lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios.
Señor, quieres a tus discípulos siendo servidores unos de otros, hermanados siempre, sin alimentar sentimientos de superioridad ni arrogarse dignidades especiales. Señor, teniéndote como Padre Nuestro, descubriremos que tienes tantos hijos e hijas, y descubriremos como hacer este mundo más humano y fraterno; al tenerte como Maestro y Guía, descubriremos sabernos discípulos tuyos. Ayúdanos a sabernos hijos e hijas de nuestro Padre Dios y oyentes de Jesús. Que alejemos la simulación y el engaño, y que no basta aparentar ser bueno sin serlo, porque podríamos ser los nuevos fariseos. Que descubramos que en la Iglesia, en la Comunidad, la mayor grandeza la obtiene aquel que mejor sirve a los Hermanos. 

Contemplación (Contemplatio): haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele cambiar en algo para bien tuyo, de los demás y gloria de Él. El Señor les bendiga y démosle gracias por todo. 

La Paz con ustedes.

lunes, 24 de octubre de 2011

DOMUND, A (23 octubre 2011)

Texto del Evangelio de San Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. Estos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos”. El Señor Jesús, después de hablarles, subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían. 

Lectura: (Busca leyendo. Lee y desentraña el texto en sus partes, personajes, acciones, verbos y relaciones principales. Se trata de entender lo que dice el texto en si mismo). 
El texto no nos dice el lugar. No sólo se trata del último capítulo del evangelio, sino del epílogo del mismo. Se ubica dentro del tiempo de Pascua y de las apariciones del resucitado, siendo ésta la última. Todo esto le da un relieve muy especial al texto y su contenido. Este relato lo situamos cuando Jesús después de su Resurrección se les aparece a los once y les dice: en un primer momento, “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado”. Y, el otro momento, después de hablarles subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Nos presenta las últimas palabras de Jesús a los suyos; no son palabras para consolarlos, sino para confiarles la misión: el anuncio del Evangelio. Esas mismas señales que acompañarán a los futuros creyentes son las señales que han acompañado ya a los apóstoles durante la vida de Jesús e inmediatamente después de su resurrección. Finalmente nos dice que ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes; y el Señor actuaba y confirmaba su predicación. 

Meditación: (Y encontrarás meditando. Ahora busca lo que dice Dios a tu vida desde el mensaje del texto). 
Nos hace meditar como el Señor Jesús da el mandato: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado”. Sin embargo este nuevo mandato como resucitado es definitivo y tiene un carácter universal en cuanto que abarca al mundo actual, a todos los seres humanos y a toda criatura. Queda claro que el evangelio no se impone, sino que se propone y se confirma con ciertas señales, pero el que crea y se bautice ya habrá elegido la salvación, como regalo de Dios, y el que se resista habrá rechazado ese regalo traído en Jesucristo. Ahora bien, todos los que somos creyentes bautizados, y los que vendrán, asumimos el mandato del resucitado en calidad de nuevos discípulos, de nuevos misioneros, al punto de que la predicación del evangelio y el discipulado terminarán sólo cuando todo lo que exista en este mundo termine. Mientras dure este mundo durará este mandato, este envío misionero: “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a toda criatura…”, y es seguro que el Señor estará y actuará con quienes, haciéndonos obedientes, vivamos en la alegría del evangelio, la buena noticia de la salvación 

Oración: (Llama orando. Desde el texto y su aplicación a mi vida le hablo al Señor). 
Gracias, Señor, porque te mostraste resucitado a los once, y te mostraste de tal manera, y les encomendaste tu Evangelio y tu Misión. Desde entonces les enviaste para que fueran a misionar y llevaran la salvación. Señor que al celebrar la jornada misionera este Domingo, te pedimos que aumentes la confianza en tu presencia constante en la Iglesia; haz que vivamos con entusiasmo y fidelidad la vocación misionera que nos has dado desde nuestro bautismo en la Iglesia; que nos sintamos alegres de ser enviados y de anunciar el Evangelio a las gentes de nuestro tiempo. Además te pedimos que haya muchas vocaciones misioneras, es decir, muchachos y muchachas, mucha gente a esta vocación de alto riesgo, por causa de tu nombre. Amén. 

Contemplación: Alaba, bendice y da gracias a Dios porque conoces el Evangelio. Recuerda que sólo una tercera parte de la humanidad acepta a Cristo y esto nos impulse a dar testimonio de sabernos felices por ser Iglesia misionera como Jesús. 

Feliz Domingo. La Paz con ustedes.

jueves, 13 de octubre de 2011

29° domingo ordinario, A (16 octubre 2011)

Texto evangélico para meditar y rezar: 
Mateo 22, 15-21 

En aquel tiempo, se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo. Le enviaron, pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes, para que le dijeran: “Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie. Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?” Conociendo Jesús la malicia de sus intenciones, les contestó: “Hipócritas, ¿por qué tratan de sorprenderme? Enséñenme la moneda del tributo”. Ellos le presentaron una moneda. Jesús les preguntó: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?” Le respondieron. “Del César”. Y Jesús concluyó: “Den, pues, al César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. 

Lectura (qué dice el texto): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después. 
El párrafo evangélico forma parte de un grupo de “controversias”, en las cuales los adversarios de Jesús tratan de ponerlo en dificultades para presentarlo como sospechoso ante las autoridades políticas y religiosas de su tiempo y hacerlo aparecer mal e impopular ante la gente más simple que tenía simpatía por el profeta de Nazareth. Ésta controversia es de carácter típicamente político, por lo mismo explosiva y comprometedora. Jesús reconoce en seguida la malicia de sus interlocutores: al servirse de la moneda para satisfacer los tributos, están reconociendo, de hecho, una autoridad. Lo importante no es objetar un poder que no es duradero y que, en realidad, están manteniendo, sino mantenerse sujetos al poder soberano de Dios. Quien se sabe deudor de Dios, no le pesan mucho las demás deudas que mantenga; ser ciudadano del Reino no le libra de ser súbdito del César; pero Dios y su Reino van siempre en primer lugar. Ante una situación así, se capta lo insidioso de la pregunta que se le plantea a Jesús “¿Es lícito o no pagar tributo al César?”. Se le presentaba a Jesús un dilema del cual parecía no poder zafarse. Jesús sin embargo, no se deja encajonar. Aprovecha el juego “provocador” de sus adversarios para dar una lección de alto comportamiento religioso y político; en lugar de dividir, reconcilia al hombre con las razones más profundas de su vivir. Las dos cosas deben estar juntas para alcanzar sus fines propios a beneficio del hombre, que es ser indivisible. 

Meditación (lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios te dice para tu vida ordinaria. 
En pocas palabras y con mucho sentido común, Jesús resuelve una cuestión espinosa. Los que preguntaban sobre el tributo bien sabían que estaban urdiéndole una trampa. De haber respondido afirmativamente, habría merecido el desprecio de sus oyentes, más patriotas y la condena de los piadosos; tanto unos como otros no querían reconocer más soberano que Dios. Si por el contrario su respuesta hubiera sido negativa, habría podido ser presentado ante las autoridades como un peligroso agitador social. Lo importante no es objetar un poder que no es duradero, que ellos mismos están manteniendo con su obediencia; sino más bien, saberse sujetos a Dios, cuya soberanía ni se sustenta con cuanto le damos, ni desaparece porque se la neguemos; poco tiene que ver la obediencia a la autoridad con el servicio de Dios. La libertad de Jesús con respecto a los problemas sociales no es fruto de su indiferencia, sino consecuencia de su pasión por Dios y su Reino.; a quien se sabe deudor de Dios no le pesan demasiado las otras deudas que mantenga, por graves que sean; ser ciudadano del Reino no libra a nadie de ser súbdito del César; pero Dios y su Reino van siempre en primer lugar. 

Oración (lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios. 
Padre Bueno, Gracias por el gran regalo de tu presencia, de tu compañía y de tu Amor que es tan grande que nos sentimos endeudados, pues sólo de Ti lo hemos recibido todo y lo que Tú nos das es lo máximo que podemos esperar en la persona de tu Hijo Jesús. Así, cualquier otra obligación que tengamos en la vida, nos invita a cumplir, pero no nos puede esclavizar a vivir endeudados para siempre. El único compromiso de deuda es contigo, pues de Ti lo hemos recibido todo. Ésta es la libertad que nos enseña Jesús, es la libertad de los Hijos de Dios, que se saben deudores de Dios y no le pesan demasiado las otras deudas que mantenga en los compromisos de su vida. 

Contemplación: haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele cambiar en algo para bien tuyo, de los demás y gloria de Él. En esta semana experimenta como lo hizo Cristo Jesús, a sentirte llamado a dar su lugar a las cosas y liberarte de cualquier ídolo, adoración, o amor que impidan saberte deudor sólo de del Dios. El Señor te bendiga. 

La Paz con ustedes.

jueves, 6 de octubre de 2011

28° domingo ordinario, A (9 octubre 2011)

Texto evangélico para meditar y rezar:
Mateo 22, 1-14

En aquel tiempo, volvió Jesús a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir. Envió de nuevo a otros criados que les dijeran. ‘Tengo preparado el banquete; he hecho matar mis terneras y los otros animales ordos; todo está listo. Vengan a la boda’. Pero los invitados no hicieron caso. Uno fue a su campo, otro a su negocio y los demás se les echaron encima a los criados, los insultaron y los mataron. Entonces el rey se llenó de cólera y mandó sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego les dijo a sus criados: ‘La boda está preparada; pero los que habían sido invitados no fueron dignos. Salgan, pues, a los cruces de los caminos y conviden al banquete de bodas a todos los que encuentren’. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del banquete se llenó de convidados. Cuando el rey entró a saludar a los convidados vio entre ellos a un hombre que no iba vestido con traje de fiesta y le preguntó: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de fiesta?’ Aquel hombre se quedó callado. Entonces el rey dijo a los criados: ‘Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos”. 

Lectura (qué dice el texto): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después. 
La parábola de este domingo hace un compendio de las relaciones de Dios con su pueblo. La primera parte narra la doble invitación a la boda y el rechazo de los invitados; resalta la paciencia de Dios con el antiguo pueblo rebelde, pero también la desastrosa consecuencia del rechazo. Hay hasta tres invitaciones a participar en la boda y la última está dirigida a todos, buenos y malos, que forman el nuevo pueblo. La última parte del relato presenta el juicio severo del rey contra un comensal que no llevaba el vestido de fiesta. Esta parábola está dirigida nuevamente a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo. El banquete nupcial, que representa el Reino de Dios, es una imagen bíblica bien conocida. Y en el relato se dan hechos muy desconcertantes que asumen un significado alegórico y teológico: El rey que prepara “la boda para el hijo”; es Dios que celebra la alianza con los hombres mediante la misión de Cristo. El hijo no es el protagonista en el conjunto del relato; pero es a su boda que los hombres son invitados. El verbo “llamar”, invitar, es usado ocho veces en el relato. La invitación expresa el grande honor que Dios hace a Israel; ya que todos los miembros del pueblo elegido son convocados. A pesar del rechazo de los primeros y de su mal comportamiento con los enviados, el banquete está siempre listo, porque la actitud negativa de algunos no quita la buena y libre intención del rey. “Buenos y malos” son los invitados y esto es una característica expresión oriental que designa la totalidad. Todos pueden entrar en el Reino, a ninguno se le excluye, ya que la sala de la boda, debe estar llena. Esta llamada que viene de Dios es un momento decisivo para la vida del hombre; la aceptación de la invitación no puede ser rechazada, porque todo está listo, todo está preparado y no se espera más que la presencia de los convidados. Los primeros invitados no se interesan de la invitación divina y se muestran indiferentes; los intereses económicos y personales prevalecen sobre el deber y sobre la alegría de la fiesta nupcial. El hombre que ha entrado gratuitamente en la sala de bodas no es considerado digno por la falta de vestidos adecuados. No se ha puesto en la condición de participar en modo digno a la invitación del convite real; le faltaba el ejercicio de la justicia, la purificación, una verdadera conversión. La escena del convivio se transforma al final en un proceso judicial y el veredicto del rey se expresa mediante una imagen apocalíptica, que hace mención al castigo eterno. El haber entrado en la sala nupcial no nos asegura la garantía de la salvación: es necesario convertirse, estar vigilantes y practicar la justicia: Cada uno de los que han sido invitados al Reino es puesto en guardia contra una superficial respuesta a la invitación de Dios. 

Meditación (lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios te dice para tu vida ordinaria La parábola de la boda real proclama el comportamiento insólito de Dios. 
Nada hay más importante para Él que su alegría. Sólo porque los invitados no acudan, la fiesta no ha de posponerse. Esto manifiesta con mayor claridad el asombroso deseo del rey de celebrar las nupcias y por la gratuita invitación que hace a los ociosos de los cruces de los caminos. Que Dios desee compartir la fiesta, le lleva a no poner demasiadas condiciones previas; pero ello no le impide exigir de sus invitados un mínimo de respeto: la participación en el banquete es inmerecida, pero la asistencia a él obliga a no aprovecharse de la fiesta sino a aceptarla y a vestirse para ella. No se merece la alegría de su Señor quien no cambia de hábito y se reviste de alegría. Como aquel rey a quien se le casa un hijo, nuestro Dios tiene ganas de fiesta y compartir con sus amigos la alegría, y porque no sabe guardarse su alegría para unos pocos, sus más íntimos, invita a todos los que cree sus súbditos. Y es curioso que quienes no se hubieran atrevido a rechazar una orden de su rey, en este caso los importantes del pueblo de Israel como son los sumos sacerdotes y los ancianos, se negaron a seguir su deseo. Solo porque no se les había impuesto; desobedecieron más fácilmente un deseo de su rey que una orden. Los primeros invitados no quisieron unirse al gozo de su rey, por miles de excusas, y se pasan la vida sin probar las alegrías de Él; porque de Él sólo aceptan sus órdenes y no sus ruegos: quien vive sólo para obedecer, aunque se desviva en ello, no dejará nunca de ser un criado; quien en cambio comparte el gozo de su Señor, se convertirá pronto en su íntimo; el siervo obedece más y mejor que el amigo, pero es con los amigos con quienes compartimos vida e intimidad, deseos y proyectos. Como en la parábola, a Dios le molesta menos la desobediencia de siervos, que las desatenciones de los amigos. Porque ocupados en sus negocios, se despreocuparon de la fiesta de su Señor y de sus ganas de compartirla; pesaron más los asuntos ordinarios de su vida que el banquete extraordinario de su Señor. Pero el gozo no merecido exige un mínimo de respeto a sus invitados, impone un reconocimiento de la gracia: aceptar la compañía de Dios y su gozo ha de cambiar nuestros hábitos. No se merece la alegría de su Señor, quien no cambia de hábito y se reviste de alegría; sentarse a su mesa exige asentir su alegría. Si su invitación ni siquiera logra mudarnos de aspecto, en verdad que no merecería nuestro tiempo, ni Dios nuestras atenciones. Dios no es así: quiere de sus invitados una alegría que cambie sus vidas y sus hábitos. 

Oración (lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios. 
Gracias, Padre Bueno, porque tienes intenciones de hacer fiesta y porque quieres hacernos patente tu invitación para la boda de tu Hijo. Lo que cuenta es el grande deseo que tienes de compartir con tus amigos, tus alegrías; de entrar a intimar con aquellos a quienes les tienes confianza y les das, no una orden, como a un siervo, sino una invitación como a unos amigos tuyos que son. Gracias, Señor, porque haces la invitación a todos; es un regalo de tu infinita bondad el acercarnos al banquete de bodas de tu Hijo, y el compartirnos íntimamente tu alegría y tu sentido de fiesta. Gracias, Padre, porque sin merecerlo de nuestra parte, pues somos tus siervos, ahora nos has elegido a la dignidad de amigos con los cuales quieres compartir tu alegría y la fiesta de tu Hijo. Aceptar tu invitación y compartir tu gozo y alegría, me exige cambiar mis hábitos y revestirme de alegría. Sentarme a la mesa de un Dios alegre, exige asentir su alegría. Y es que Tú, Dios, quieres de tus invitados una alegría que cambie sus vidas y sus hábitos. 

Contemplación: haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele cambiar en algo para bien tuyo, de los demás y gloria de Él.
Me sé consolado cuando Dios Padre se ha fijado en mí para hacerme partícipe de la fiesta de su Hijo. Pero me siento indigno por no llevar el vestido adecuado a la misma. Y también me siento contemplado por Dios en mi vestimenta. Sintámonos invitados al banquete de ser misioneros del Reino en nuestro mundo, al participar en su fiesta. Octubre mes de las misiones y del Rosario. El Señor te bendiga. 

La Paz con ustedes.

jueves, 29 de septiembre de 2011

27° domingo ordinario, A (2 octubre 2011)

Texto evangélico para meditar y rezar:
Mateo 21, 33-43 

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo esta parábola: “Había una vez un propietario que plantó un viñedo, lo rodeó con una cerca, cavó un lagar en él, construyó una torre para el vigilante y luego lo alquiló a unos viñadores y se fue de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió a sus criados para pedir su parte de los frutos a los viñadores; pero éstos se apoderaron de los criados, golpearon a uno, mataron a otro y a otro más lo apedrearon. Envió de nuevo a otros criados, en mayor número que los primeros, y los trataron del mismo modo. Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo le respetarán’. Pero cuando los viñadores lo vieron, se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero. Vamos a matarlo y nos quedaremos con su herencia’. Le echaron mano, lo sacaron del viñedo y lo mataron. Ahora, díganme: cuando vuelva el dueño del viñedo, ¿qué hará con esos viñadores? Ellos le respondieron: “Dará muerte terrible a esos desalmados y arrendará el viñedo a otros viñadores, que le entreguen los frutos a su tiempo”. Entonces Jesús les dijo: “¿No han leído nunca en la Escritura: La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra del Señor y es un prodigio admirable? Por esta razón les digo que les será quitado a ustedes el Reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos”. 

Lectura (Lectio: qué dice el texto): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después. 
esús está en Jerusalén y enseña en el templo con una autoridad reconocida por el pueblo, pero no así por los sumos sacerdotes, escribas y fariseos, y es a ellos a quienes se refiere la parábola. Se nota que la relación es áspera. Jesús les habla en términos agrícolas conocidos por todos y significativos por su contenido respecto a la relación de Dios con su pueblo, considerado desde antiguo la “viña del Señor”. Esta parábola podemos dividirla en varias partes: primero el dueño prepara su viñedo y lo renta a unos labradores para que lo cuiden; luego les pide en el tiempo oportuno y a través de mediadores lo que le toca de la cosecha de su propio terreno y su propio viñedo, pero dos veces se niegan a dar lo que corresponde al dueño y hasta maltratan y matan a los enviados; como último recurso envía a su hijo, pensando que lo respetarán y actuarán juiciosamente, pero lo sacan de la viña y lo matan pensando en quedarse como herederos del viñedo. Acabada la parábola Jesús cuestiona a sus auditores, o sea los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo, los que con su respuesta señalan su inapropiado comportamiento y mencionan su propia condenación. Jesús, refiriendo a sí mismo un conocido pasaje de la Sagrada escritura, les acusa franca y abiertamente de querer quedarse con lo que nos les pertenece al rechazar al dueño y a su mismo hijo. Luego dicta la sentencia: el cuidado del Reino de Dios que se les había confiado les será quitado y se le entregará a un pueblo que sí lo cuide y a tiempo produzca la debida cosecha para entregarla. 

Meditación (Meditatio: lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios te dice para tu vida ordinaria. 
Hemos venido reflexionando varios domingos sobre el tema de la Viña: la invitación a trabajar todos en la viña, después aquellos dos hijos que son invitados a ir a la viña y ahora este pasaje. Este texto recuerda el hermoso poema de la viña del capítulo 5º de Isaías y nos deja ver un claro reclamo de Dios a quienes, habiéndonos confiado la construcción y cuidado del Reino, no hemos rendido los frutos esperados sino que, al contrario, hemos ofrecido resistencia a la voluntad del dueño de la viña y hasta nos hemos querido quedar con ella a la fuerza y sin merecerla, hemos querido quedarnos con lo que bondadosamente se nos prestó y para nada nos pertenece, desconociendo que sólo Dios es dueño. Lo mismo que a Israel, a nosotros que formamos la Iglesia, se nos ha confiado la construcción del Reino de Dios y si no rendimos a tiempo los frutos esperados y comenzamos a sentirnos dueños se nos retirará esa confianza y ese cuidado para ofrecerlo a quienes sí respondan como servidores y constructores y no como dueños. Lo mismo podemos aplicarlo, en menor escala, a comunidades y a familias concretas, todo se nos ha confiado para que lo construyamos y lo cuidemos conforme a la voluntad del dueño. Por lo tanto de nada ni de nadie somos dueños, sólo Dios es dueño de todo y de todos, lo mismo que su Hijo. Actuar con pretensiones y del modo que no nos corresponde es desconocer y echar a perder nuestra verdadera misión allí donde el verdadero dueño nos ha confiado. También nos hace reflexionar sobre el cómo aceptamos a su Hijo o lo rechazamos. 

Oración (Oratio: lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios. 
Dios y Padre bueno, tú eres nuestro Señor, nuestro bien, nuestro dueño y nuestro todo. A ti te alabamos y te damos gracias por la confianza depositada en nuestra Iglesia, en nuestras comunidades y en nosotros para construir, extender y cuidar tu Reino, el mismo por el que tu Hijo Jesús dio la vida y nos lo dejó como tarea. Tú eres el dueño y nosotros somos tus trabajadores. No permitas que busquemos interesada y torpemente sentirnos o querer hacernos dueños. Danos tu Espíritu para que reconozcamos a Jesucristo tu Hijo, y que en todo lo que emprendamos pongamos a tu Hijo Jesús como piedra angular del Reino. Que seamos esos trabajadores que buscamos dar fruto y construir el Reino; jamás permitas que nos desviemos y para que el cuidado del Reino no nos sea quitado. Señor dueño nuestro que sigamos mereciendo la confianza que ya una vez nos has tenido. 

Contemplación (Contemplatio): haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele un cambio en tu vida para bien tuyo, de los demás y gloria de Él. Y trabaja con responsabilidad por el Reino. Hemos comenzado el mes del rosario y el mes de las misiones. Oremos por todos los misioneros y misioneras; y lo mismo pidamos para que el Señor de la mies haga nacer en muchos jóvenes esta vocación para servir a su Iglesia. 

La Paz con ustedes.

viernes, 23 de septiembre de 2011

26° domingo ordinario, A (25 septiembre 2011)

Texto a meditar, orar y vivir: 
Mateo 21, 28-32. 

En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’. Él contestó: ‘Ya voy, señor’, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” Ellos le respondieron: “El segundo”. Entonces Jesús les dijo: “Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las prostitutas, sí le creyeron; ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”. 

Lectura (Lectio): (lee atentamente el texto varias veces hasta identificar su estructura: personajes, verbos, lugares, relaciones entre ellos y el mensaje central).  
Para entender la Parábola hay que tener en cuenta la ocasión y el motivo que la provocó: Jesús había entrado en Jerusalén triunfalmente y se había presentado en el Templo donde había expulsado a los comerciantes, y se habían preguntado el origen de tal autoridad. Jesús acalla a los principales y las autoridades al preguntarles sobre el Bautista y su misión. El relato de esta parábola es sobrio, reducido a lo esencial y está construido sobre la oposición que existe entre los dos hijos de un Padre. Un padre dueño de una viña invita a sus dos hijos a trabajar en su propiedad. El primer hijo le demuestra un religioso respeto hacia su padre llamándolo “señor”, y por esto digno de ser escuchado y aunque con mucha cortesía dice que sí, al final termina no yendo a la viña. El otro hijo, por el contrario respondiendo secamente y en forma negativa, cambia de pensamiento y va finalmente a trabajar en la viña. El arrepentimiento de éste hijo es lo importante. Pero la parábola se construye también sobre la oposición que existe en tiempos de Jesús sobre las dos categorías de hombres en las cuales está dividida la sociedad según el pensamiento religioso judío: por una parte están los elegidos, miembros del pueblo de Dios que responden positivamente a la llamada del Reino, pero solamente de palabras; y por otra parte los indiferentes y pecadores, que no observan la ley de Moisés y lo que prescriben los rabinos. Los miembros de ambos grupos son hijos de Dios: Pero si los primeros se sienten convencidos de estar en el único y verdadero camino porque son observantes de los mandamientos de Dios; se diferencian de los segundos que son transgresores de la voluntad de Dios tan sólo como lo señala el párrafo evangélico, por no tener necesidad de conversión al descubrir la voluntad de Dios en la enseñanza de Jesús. 

Meditación (Meditatio): (saca del texto aquello que Dios nos dice a todos y te dice a ti en tu propia realidad). 
En el evangelio de hoy, Jesús ha querido reflejar el drama de Dios con nosotros, sus hijos: también Él tiene hijos que se conforman con decirse dispuestos a obedecerle, e hijos que, tras haberse muchas veces negado, acaban por hacer lo que de ellos quiere. Y es aquí donde tiene sentido la preferencia de Dios por los malos aparentemente y la prioridad de que gozarán en su Reino sobre los aparentemente buenos. Este es el centro del Evangelio de hoy: los que todos reconocen como pecadores entrarán en el Reino de Dios antes que los que todos estimaban como ‘santos’, ‘buenos’. Y es que delante de Dios no nos hacen mejores hijos las obras que le hayamos prometido, solo de palabra, por buenas que sean sino las que ya hemos realizado, aunque no sean las mejores. Dios dejará pasar todas nuestras anteriores negaciones, siempre que, al final, terminemos por hacer lo que desea de nosotros. Ninguno es demasiado bueno para Dios por lo que dice; será bueno de verdad, tan sólo quien haga su voluntad. 

Oración (Oratio): desde el texto y desde tu vida háblale y respóndele a Dios.  
Señor, quieres que cumplamos tu Palabra. La única que conduce a la Vida. Pero decimos y no hacemos. Haz que cambiemos, que nos convirtamos, para hacer lo que tú nos invitas. Que nunca nos consideremos de los ‘buenos’… pero que no hacen tu voluntad. Señor, ayúdanos a trabajar en tu Viña, para que seamos hijos obedientes a tu Palabra. 

Contemplación (Contemplatio): haz silencio y en lo más hondo de tu corazón adora, alaba y bendice a Dios que te habla y te invita a trabajar en su reino, a descubrir su querer. Dios te siga invitando a trabajar por su Reino, en su Viña, te bendiga y te guarde de todo mal, porque te mira siempre con amor. 

Feliz semana junto con los tuyos. La Paz con ustedes.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

25° domingo ordinario, A (18 septiembre 2011)

Texto evangélico para meditar y rezar:
Mateo 20, 1-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a un propietario que, al amanecer, salió a contratar trabajadores para su viña. Después de quedar con ellos en pagarles un denario por día, los mandó a su viña. Salió otra vez a media mañana, vio a unos que estaban ociosos en la plaza y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Salió de nuevo al medio día y a media tarde e hizo lo mismo. Por último, salió también al caer la tarde y encontró todavía a otros que estaban en la plaza y les dijo: ‘¿Por qué han estado aquí todo el día sin trabajar?’ Ellos les respondieron: ‘Porque nadie nos ha contratado’. El les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. Al atardecer, el dueño de la viña le dijo a su administrador: ‘Llama a los trabajadores y págales su jornal, comenzando por los últimos hasta llegar a los primeros’. Se acercaron, pues, los que habían llegado al caer la tarde y recibieron un denario cada uno. Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor’. Pero él respondió a uno de ellos: ‘Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete. Yo quiero darle al que llegó al último lo mismo que a ti. ¿Qué no puedo hacer con lo mío lo que yo quiero? ¿O vas a tenerme rencor porque yo soy bueno?’ De igual manera, los últimos serán los primeros, y los primeros, los últimos”.

Lectura (qué dice el texto): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después. 
La parábola de los viñadores la escribe sólo San Mateo. Jesús está yendo desde Galilea a Jerusalén. Y Jesús les cuenta a sus discípulos esta parábola para explicarles el Reino de los Cielos. La primera parte nos dice como el amo de la viña contrata trabajadores para su viña en diferentes horas del día. La segunda parte cuenta como el mismo amo paga a los trabajadores, con esta particularidad, es el mismo pago para todos: un denario. Nos hace ver que el amo es justo y generoso. La imagen de la viña era ya frecuente en el Antiguo Testamento, puesto que es como un símbolo del pueblo de Israel. Es un lenguaje lleno de sorpresas por parte del dueño de la viña. Quiere decir: Dios llama a trabajar en su Reino a todas horas. Y a los que se empeñen por trabajar en su Reino recibirán el premio de la bondad del mismo Dios.

Meditación (lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios te dice para tu vida ordinaria. 
Esta parábola nos ayuda a meditar el comportamiento de Dios. Es un Dios que quiere ser bueno con todos, en el que no valen los privilegios, ni méritos en su presencia; que da a todos por igual, con un procedimiento fuera de lo común, porque lo que interesa es la bondad; precisamente porque se lo da a quienes no lo merecen. Ante el Dios de Jesús, quien se crea con derechos, se verá confundido; Dios no es justo para ser bueno con unos pocos: es bueno con todos, porque concede sus dones sin fijarse en el momento que invita. Es lo escandaloso de la parábola al recibir algunos desiguales reciben igual. Es el amor de Dios que crea igualdad, y produce comunión plena. El propietario que contrata y se pasa todo el día contratando obreros para su viña nos hace descubrir el empeño expreso de nuestro Dios para que no haya ociosos en su Reino.

Oración (lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios. 
Señor de la Viña que no quieres que ninguno se quede sin trabajar en el Reino de los Cielos y que invitas a todas horas y que haces ver tu bondad para con todos sin distinción, que te muestras generoso y bueno para con todos. Señor nos invitas a participar en el Reino de los Cielos, todos los días; y siempre muestras que eres un Dios lleno de bondad y generosidad para con todos. Haz que nos dispongamos, que aceptemos esta invitación de trabajar por tu Reino.

Contemplación: haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele cambiar en algo para bien tuyo, de los demás y gloria de Él. En esta semana contempla como el Señor quiere que trabajes en su Reino y a procurar su Reino. Aprende de la bondad de Dios, que es bueno con todos, sin excepción. Al celebrar estas fiestas Patrias, trabajemos en todo momento por extender el Reino de Dios anunciado por Cristo y, así, hagamos un México más fraterno, más justo y solidario.

El Señor les bendiga; oraciones y saludos.
La Paz con ustedes.

lunes, 12 de septiembre de 2011

24° domingo ordinario, A (11 septiembre 2011)

Texto evangélico para meditar y rezar:
Mateo 18, 21-35 

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”. Entonces Jesús les dijo: El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’, El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti? Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía. Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes si cada cual no perdona de corazón a su hermano” 

Lectura (Lectio: qué dice el texto): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después. 
Una pregunta de Pedro a Jesús sobre las veces que hay que perdonar a quien nos ofende produce una respuesta contundente y hasta ejemplificada. Jesús afirma categórico que hay que perdonar no sólo “muchas veces”, sino “siempre”. Jesús ratifica su sentencia al modo oriental, con una comparación que pone al centro el Reino de los Cielos. La comparación tiene como protagonistas a un rey y dos siervos deudores. Y el diálogo es muy semejante para uno y para el otro. Un primer servidor le adeudaba muchos millones, no tenía con qué pagar y sólo podría hacerlo si eran vendidos él, su mujer, sus hijos y todos sus bienes, al modo de aquel tiempo. La súplica profunda del siervo movió la compasión del rey y éste le perdonó toda la deuda. Un segundo servidor le adeudaba poco dinero al siervo que había sido perdonado de su deuda millonaria y éste con exigencia agresiva le pedía que le pagara lo que le debía bajo amenaza de enviarlo a la cárcel. El segundo deudor de rodillas suplicaba paciencia y compasión, como el primero lo había hecho, pero no fue escuchado y sí fue enviado a la cárcel hasta que pagara todo lo que debía. Los testigos de lo ocurrido indignados fueron al rey y le contaron lo que sucedió. El rey llamó al siervo malvado y le cuestionó diciéndole: “¿No debías haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”. Dicho esto lo entrega a los verdugos para que no sea soltado hasta que pague. Concluye Jesús su relato afirmando que “lo mismo hará el Padre celestial con aquellos que no perdonen de corazón a su hermano”. 

Meditación (Meditatio: lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios te dice para tu vida ordinaria. 
Todos estamos conscientes de que en la vida ordinaria cometemos o nos cometen todo tipo de ofensas: en la familia, en los grupos de amigos y de trabajo, en la comunidad eclesial y social, por lo tanto el tema no es raro sino muy real y cotidiano. Ya en tiempos de Jesús la ley decía que se podía perdonar hasta tres veces, solamente… La respuesta de Jesús, que inaugura el nuevo Reino de Dios y la nueva ley con su persona y su mensaje, se opone a la antigua ley del talión: al “ojo por ojo y diente por diente”. Una persona buena y sensata como Pedro (y como nosotros) sabe que se puede y debe perdonar algunas veces, pero el problema es saber “cuántas veces”, de tal modo que esos arranques nuestros de calculador perdón nos permitan seguir dentro de las leyes de la religión y de la tranquilidad de la conciencia. Seguramente ni Pedro ni nosotros esperamos la respuesta de Jesús, y menos estamos dispuestos a seguirla, pero aquí viene la luz de la parábola. Por lo visto todos los siervos eran deudores, y si al que más debía se le perdonó todo, a todos los demás igual se les perdonaría porque una primera súplica ya había abierto el corazón compasivo del rey. Así que aprendiendo de él los demás habrían de ser igualmente compasivos con sus compañeros, dado que ya no había deudas. Pero la lógica se rompe cuando uno no entiende como gracia el haber sido perdonado de todo y se porta de modo justiciero e incriminatorio con quien le adeuda poco. El problema del siervo “malvado” no está en ser deudor, porque todos somos deudores, quién más quién menos, sino en no haber aprendido a perdonar como él fue perdonado, de modo compasivo y misericordioso. Por eso, cuando nosotros no perdonamos y vivimos con rencores que pudren el alma y amargan la vida, lo que hacemos es mostrar que diferimos del pensar y sentir de Jesús, de Dios; que nos ganan la soberbia y el orgullo, y negamos rotundamente la necesidad de Dios y de su perdón, aparentando que somos buenos y perfectos, muy apegados a la “ley”, como los fariseos, pero no a Dios, Padre misericordioso. Por eso hay que aprender de Dios a perdonar siempre y de corazón a nuestro hermano, desde esta actitud se comienza a vivir “en el cielo”, porque se vive en Dios. 

Oración (Oratio: lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios. 
Dios y Padre Bueno, la Palabra de tu Hijo sobre el perdón nos muestra la manera de vivir para todos aquellos que siguen a Jesús y por eso se nos hace simplemente imposible, un perdón sin límites nos parece impensable; y nunca lo comprenderemos porque nos encontramos llenos de soberbia e hipocresía y porque no nos hemos sentido pecadores, ni nos hemos dispuesto a arrojarnos a tus pies, pidiendo compasión y perdón. Por eso, enséñanos a reconocernos pecadores, para saber perdonar de corazón. Enséñanos a pedir y a desear tu perdón, Señor; y, también, a perdonar a quien me haya ofendido. Sabemos que tu perdón siempre estás dispuesto a concederlo, porque Tú, Señor, eres generoso. Quieres que nosotros tus hijos, tus hijas, aprendamos a serlo, dando y perdonando. 

Contemplación (Contemplatio): haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele un cambio en tu vida para bien tuyo, de los demás y gloria de Él. Durante la semana, dispongámonos a arrodillarnos, ante el Señor Jesús para pedir perdón, y que estamos dispuestos a perdonar también a los demás. Este es el mejor camino para crear y vivir como hermanos en nuestra Patria, al celebrar las fiestas de nuestro querido México. 
Viva México y Santa María de Guadalupe. 

La Paz con ustedes.

jueves, 1 de septiembre de 2011

23° domingo ordinario, A (4 septiembre 2011)

Texto evangélico para meditar y rezar: 
Mateo 18, 15-20 

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano. Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”. 

Lectura (Lectio: qué dice el texto): lee atentamente el texto las veces que sea necesario hasta que logres distinguir los personajes y sus relaciones, los verbos principales y la situación señalada con su antes y su después. 
Este pasaje del evangelio se le llama el discurso eclesial donde Mateo recoge una serie de gestos, sentencias y parábolas que Jesús dice a sus discípulos, presentándonos el comportamiento de los fieles al interno de la comunidad cristiana; porque habla del hermano que había cometido una falta de mal ejemplo para toda la comunidad y es motivo de escándalo. Es el método que Jesús quiso que existiera para la corrección fraterna en la comunidad. El evangelio de Mateo introduce el tema del hermano que ha pecado y el modo de reconciliarlo con la comunidad. El pecado de la persona en la comunidad es una falta que ha provocado el mal ejemplo en la comunidad con el riesgo de escandalizar a los que están vacilantes en su fe dentro de ella. En este caso cada miembro de la comunidad tiene el deber de reprender fraternalmente al pecador, no tanto porque tome conciencia del mal cometido sino para que se enmiende y se convierta. La comunidad juega un rol importante. El evangelio de hoy muestra la práctica de la corrección fraterna y subraya en primer lugar el deber de buscar en cualquier modo la reconciliación con el hermano insistiendo sobre la aclaración y el diálogo, antes de llegar a la separación definitiva. Aún cuando la llamada de atención al pecador es severa de parte de la comunidad, debe siempre existir la preocupación de la salvación del hermano y la nostalgia de su regreso a la comunidad. Entre el pecado de un miembro y la vida de la comunidad existe una relación muy estrecha. Y así el motivo más profundo de la escucha de la oración de la comunidad es la misteriosa presencia de Cristo. Es gracias a la presencia de Jesús que en la Iglesia se crea la armonía, superando divisiones y conflictos que tienen su origen en el pecado y en el miedo. El lugar de la presencia de Dios que se revela en Cristo es la comunidad de creyentes reconciliados con Dios y reunidos en oración. 

Meditación (Meditatio: lo que te dice Dios desde el texto): desde el texto busca lo que Dios te dice para tu vida ordinaria. 
Muy pronto la comunidad tuvo que enfrentarse al hecho de la existencia del pecado en su interior. Descubierto el poder del pecado, los cristianos también reconocen el poder de la gracia. Jesús contó con que el pecado se haría presente en la vida de sus discípulos, no por ello se desanimó, en el camino de conversión de pecador que es oferta de perdón repetida con perseverancia, pero donde la libertad del pecador tenía que ser respetada. La comunidad cristiana tuvo que aprender a perdonar, porque tuvo que reconocer que el pecado era una realidad en su seno; y así el contacto con las faltas de sus miembros la convirtió a la misericordia. Jesús exige a sus discípulos que perdonen, pero también les muestra la forma como deberían hacerlo: con delicadeza, con tacto, con perseverancia. Pero también advierte Jesús por duro que parezca, que no habrá que considerar hermano al que persiste en su falta: a quien rehúsa el perdón ofrecido hay que rehusarle la convivencia fraterna. Y también no hay que olvidar que Jesús prometió que Dios escucharía la oración de quien, reunidos en su nombre, se habrían ocupado por recuperar al hermano caído, por acercarse al alejado de Dios para acercarlo a Dios. Como para hacernos notar que es la oración en común la que es importante. - Los temas que se nos proponen para meditar en este evangelio pueden ser los siguientes: la corrección fraterna, el diálogo, y la oración comunitaria. 

Oración (Oratio: lo que tú le dices a Dios): desde tu vida iluminada por el texto háblale a Dios. 
Señor Jesús, hoy nos descubres en tu Palabra tu Amor misericordioso que nos llega a través del perdón de la comunidad. Hoy descubrimos que somos pecadores y el pecado está presente en nuestras vidas; pero tu invitación es a que recorramos el camino de la conversión; así nos quieres perseverando por los caminos del perdón una y otra vez. Así nos quieres para que aceptemos que el perdón y la salvación nos vienen de Ti. Y descubrimos que no nos condenas por ser pecadores, pero tampoco quieres que vivamos en el pecado y menos que compartamos con los demás el pecado. Tú, Señor Jesús, nos dejas en libertad, nos invitas a vivir en comunión y a la aceptación de nuestras faltas y nos pides la humildad y reconocerte como nuestro Salvador. - Señor, Tú no quieres que nadie se pierda; lo buscas como el pastor busca a la oveja perdida; quieres que exista el entendimiento, el diálogo en la corrección entre hermanos; y que tengan la certeza que Tú estás presente cuando dos o más se reúnen para orar; Señor, ayúdanos a apreciar lo que enseñaste y practicaste. 

Contemplación (Contemplatio): haz silencio en lo más íntimo de tu corazón y desde allí agradece, adora, alaba y bendice a Dios; ofrécele cambiar en algo para bien tuyo, de los demás y gloria de Él. 
- Me consuela, tu preocupación por el que peca; me ilumina saber el método para corregirse entre los hermanos, como también lo que se consigue cuando estamos reunidos para pedir al Padre que está en los cielos y que Tú te haces presente; me invitas a decidirme a vivir esa forma de ser en el diálogo y en la corrección fraterna; haz que deposite más mi confianza en la oración comunitaria. 
- Me invitas a crecer en diálogo, humildad para aceptar la corrección fraterna, el sentido comunitario y de oración. Es una invitación a buscar, cueste lo que cueste, la unidad eclesial y el perdón al hermano, mediante el dialogo y el entendimiento. Esta semana ayuda a alguien que te rodea; tal vez lo que necesita es de tu tiempo, de tu corrección amable, de tu perdón fraterno, de tu atención esmerada; recuerda que si logras reconciliarlo con Dios, has encontrado la salvación para él y para Ti también. Dios les bendiga en todas sus actividades de esta semana. Saludos. 

La Paz con ustedes.